viernes, 29 de mayo de 2020

MI RELATO RELATIVO


                  Siendo pequeña, le pregunté a mi abuela quién era más guapa, si Ava Gardner o Grace Kelly. Mi abuela me contestó que eso era muy relativo porque eran dos tipos de belleza muy diferentes. Yo asimilé la lección y, al rato, le dije: “Entonces no se puede asegurar si es más guapa Gracita Morales o Marisol, ¿no?, porque son bellezas muy diferentes.” Mi abuela me miró y me aclaró: “Cris, todo es relativo, pero no tanto…”.

               Y me lo dijo con cariño, yo os lo digo más cabreada que una mona. Se ha llenado Twitter de frases del estilo: ¨Los políticos españoles no están a la altura de las circunstancias”. Pues mira, eso es una gilipollez. Especifiquemos qué políticos. Comparar a Macarena Olona, Cayetana Álvarez de Toledo, José Luís Almeida, Margarita Robles, Nadia Calviño, Isabel Ayuso, Iván de los Monteros y Abascal con Sánchez, Iglesias, Illa, Ábalos, Marlasca (el “Grande” lo ha perdido), Monedero, Montero (x 2, que lo malo abunda), Calvo, Isa Serra y Echenique (el único discapacitado en el mundo que no genera ni un poco de empatía, por algo será), es una falacia, un absurdo. Y dejo fuera a Errejón porque hoy ha decidido que una solución a los despidos por el cierre de Nissan es nacionalizar la compañía (japonesa, ¡ay, que me parto!) y merece categoría propia o mucha ternura que igual ha visto en esta cuarentena la Fábrica de Chocolate y se ha creído que te puede tocar una empresa si sacas un papelito dorado en un Huesitos.

               No es cuestión de siglas políticas, es cuestión de personas. Sánchez no es un sociópata vanidoso y mentiroso (no sé si eso es una redundancia) por pertenecer al PSOE e Iglesias no es un irracional macarra cobarde (creo que vuelvo a la redundancia) por ser el dirigente de PODEMOS. Ambos serian lo mismo si se dedicaran a la cría de nutrias. Lo que sí es cuestión de sendos partidos y, por ende, responsabilidad de los mismos, es la falta de crítica al abuso y a la incoherencia, la cobardía de no dar un paso adelante y defender unos principios (con los que podré estar o no de acuerdo) que sus presidentes están enfangando y dejando sin contenido. ¿Me vas a comparar tú a Felipe González, Rubalcaba, Múgica con Ábalos, Sánchez o Zapatero? 

               Otra cosa que decía mi abuela (la pobre era como yo y no paraba de hablar) es que somos lo que hacemos, no lo que decimos. Esta gente que nos gobierna hace canalladas. Son unos canallas. Son confusos, manipuladores y peligrosos. Hoy Iván de los Monteros se ha ido de la Comisión de Reconstrucción porque un vicepresidente SEGUNDO (pongo el cargo en minúsculas porque él es pequeño y mísero; y pongo lo de “segundo” en mayúsculas porque debe fastidiarle muchísimo a su ego desproporcionado ese escalón en la escala del poder) ha acusado de un delito a su formación y, posteriormente, le ha venido a decir que no lo cometían por cobardes. Él llamando cobardes a otros… y luego, envalentonado por el camarilla que tenía al lado, aún ha hecho ostentación de la gran indignidad que le caracteriza queriendo humillar al que se retira. Y que nadie dude de que esa retirada ha sido un alarde de gallardía y de estar a la altura del cargo que ocupaba el Sr. De los Monteros, porque soy yo y le doy un sopapo. No hay insulto a la altura de mi desprecio. Me veo carne de reality por este mequetrefe. 

              No suelo hablar de política en este Blog. A lo largo de mi vida siempre he votado a PP, alguna vez a Ciudadanos y, a nivel local, incluso al PSOE (por las personas, como os digo). Nunca he votado a Vox pero no descarto hacerlo en un futuro. Mis ideas fluyen y varían y se enriquecen, nada es inmutable y eso es algo que atesoro porque no me hace esclava de los argumentos de otros. A mis casi 50 años me han llamado facha por decir que la igualdad en la miseria no es igualdad, es una putada. Obviamente, el agravio dice más de quien lo alega que de mí. Yo nací al final de la dictadura pero no recuerdo más que vivir en democracia, con el único temor de que hubiera un atentado etarra cerca (y lo hubo); jamás he preguntado a mis amigos de qué partido son (me sigue dando igual); siempre he creído que mi opinión, la inversa y la de Platón valen lo mismo mientras no se demuestre lo contrario. Y este Blog es mi opinión, sujeta a cambios, a errores pero también a unos valores que son los míos. Podéis estar o no de acuerdo con lo que digo pero no es relevante. En mi realidad, Olona y Álvarez de Toledo me parecen extraordinarias (son mi Ava Gardner y mi Grace Kelly), estoy locamente enamorada de Almeida, en cualquier competición querría a Iván de los Monteros y a Abascal en mi equipo (porque van de frente y tienen honor), le daría un achuchón a Robles y a Calviño por lo que están aguantando y a Ayuso por el nivel de resistencia demostrado y hasta les haría guacamole que es lo único que sé cocinar (o mezclar). 

               Mi hermana me ha advertido de que puedo perder amigos por este post pero voy a correr riesgos. Eso sí, a partir de la semana que viene, volveré al estilo de mis orígenes, básicamente porque tengo conmigo a mis hijos y necesito vengarme del vacile al que me someten. Lo llevamos en la sangre. Os doy una prueba: una vez, tratando de convencer a Ariel para que se viniese a cenar conmigo, ya que él insistía en quedarse en casa porque le dolía un poco la cabeza, le dije: “Entonces, ¿te vienes o no?”. Bastante harto de mí, me contestó con un contundente “¡NO!”. En un alarde de optimismo maternal, aún lo tanteé: “Cariño, ¿es tu última palabra?”. Él me miró con toda la tranquilidad del mundo y me replicó: “No, planeo seguir hablando a lo largo de mi vida…”. Y de tal palo, tal astilla. Yo tampoco tengo pensado callarme.


P.D.: ¡Quiero listas abiertas ya!





martes, 12 de mayo de 2020

DESESCALABRAR


Mi hermana dice que me va a regalar un ónice para que atraiga a la Fortuna. Yo le he dicho que la única piedrecita que me puede dar suerte es una lo suficientemente grande como  para lanzársela a la cabeza de alguno y que le haga daño.
A mí este confinamiento me está dejando los ojos preciosos: leo y escucho tantas sandeces a lo largo del día que parpadeo intensamente de puro asombro y los tengo superbrillantes de tan limpios. Acaba de llegarme una frase (de alguien a quien admiro y admiraré, que sé de su buena intención) que dice “Los caminos difíciles conducen a destinos hermosos”. O a un barranco. O a un pino putrefacto. O a un enjambre de avispas. Vete tú a saber. A mi bar favorito lleva un puente precioso con una vista espectacular, así, a lo loco, sin sufrimientos. Mirad, entiendo que la gente necesite impulsos positivos pero no pasa nada si nos vamos preparando para una realidad complicada en lugar de creer que nos espera a medio plazo un futuro perfecto de exuberantes vergeles (mi paraíso es más de calles comerciales pero metafóricamente no queda igual de bien). Nos venden eso de “Nueva Normalidad”. ¨Nueva normalidad” me parece nombre de secta... Incluso en el BOE hablan de “Nueva Normalidad”, como si fuera algo concreto con características específicas a lo que hay que aspirar. Creo que antes de poner nombre a lo que nos espera deberíamos saber dónde estamos y, de momento, ese concepto depende de la hora a la que te lo plantees: por la mañana, mascarillas sí; por la tarde, mascarillas no; a las 20.00 horas, todos a la calle con tranquilidad; a las 23.00, a casa, que el virus es golfo; ahora tenemos los expertos más preparados para sacarnos de esto; luego, no digo quiénes son porque no aguantarían presiones en Twitter (preparados pero pusilánimes)… Ya no es sólo que sea rubia, es que me lo ponen muy complicado.
Cada día, en algún momento, estoy a un pensamiento de entrar en shock, de bloquearme. Cada día creo, como leí una vez, que “vamos a la guerra con quienes elegimos (eligieron, más bien) para irnos de fiesta”. Cada día me asombro de la incapacidad de este Gobierno infantil, ignorante y soberbio y de la capacidad de los ciudadanos para poner ideologías por encima del sentido común. Y de lo que de verdad necesitamos ser capaces es de actuar con lógica porque este “par de dos” que nos gobierna son unos absurdos, unos ególatras mentirosos, acomplejados y envidiosos a los que palabras como valores, resiliencia, humildad, superación y excelencia les son ajenas. No tienen ni puta idea de qué hacer y les falta categoría moral para rodearse de mejores que ellos. Nos dicen que hay que llamar extrema derecha a todo aquel que no piense como ellos, que somos fachas y les hemos reímos las gracias como si fueran adolescentes rebeldes, subestimando el poder del caos y el analfabetismo y aquí estamos, con un Presidente y un Vicepresidente sometidos únicamente a las normas de la Ley L´Oreal (porque yo lo valgo) y a las de la Ley del Mínimo Esfuerzo, escogiendo como Ministro de Sanidad a un Licenciado en Filosofía (que no filósofo) que se saltó la clase donde se explicaba el ¨Sólo sé que no sé nada”, y no se da cuenta de  lo inteligente que es solicitar la asistencia de personalidades expertas en cada campo cuando desconocemos las respuestas, pero esta gentuza detesta a quienes demuestran ser eficientes porque siempre saldrán perdiendo en la comparación. Viven de títulos, de cargos, de hablar en tercera persona y de poner voces de curita blando para decir sandeces buenistas. Y, con tanto mensaje creativo y edulcorado, salimos relajados sin darnos cuenta de que no se ha avanzado nada, no sabemos nada del comportamiento del virus y, ante tal desconocimiento, lo único sensato que podemos hacer es prepararnos para lo peor, para que el único riesgo que corramos sea el de tener que alegrarnos por ser unos exagerados.
Ser confiados ahora es un lujo que no nos podemos permitir. Hay que salir y hay que abrir negocios y hay que ser excepcionalmente juiciosos. Es nuestra Santísima Trinidad. Salvar la economía es tan importante como preservar la salud. Hasta ahora, la Salud ha sido materia urgente, la Economía importante. A partir de ahora, ambas son urgentes, así que espabilad y mirad con ojos realistas lo que tenemos (no lo que nos viene, lo que YA tenemos aquí) y actuad en consecuencia. Nos dirigen malas personas y malos políticos, cuestionaos cada permiso que nos conceden y sed más prudentes que ellos, preguntaos por cada obligación que nos imponen y actuad en consecuencia. No es una ¨desescalada", como si hubiéramos llegado a la cumbre de algo en un hito de superación y el descenso sea lo más fácil. Es un desconfinamiento gradual y aleatorio, sin orden ni concierto. En todo caso, una "desescalabrada" del tortazo que nos vamos a dar.
Ariel, que va despistado en su mundo académico, me pregunta esta mañana: "¿Qué quiere decir “deprimido por suerte?". Una, que quiere dar respuestas correctas porque ya que mis hijos no me ven guapa, que me crean lista (sí, es mi segunda opción), le digo: “A ver, Ari, ¿en qué contexto?”. Me contesta con paciencia: “Pues lo acaban de decir en la emisora que estás escuchando”… Sin saber si reír o llorar, le aclaré:“Ariel, amor, ha dicho deprimido por su ERTE”. Así estamos, “Deprimidos por Suerte”, y el gobierno pretendiendo que le demos las gracias porque podríamos estar deprimidos, pero sin "su-erte"…