lunes, 14 de febrero de 2022

Sólo para "Valentes"

 

Valentín y yo tenemos que hablar. Y no por lo del Amor, que de eso me hago responsable a mí misma: Cupido me envía príncipes azules en su caballo blanco, y yo me enamoro del caballo. O del mulo, que no distingo. Yo quiero hablar con Valentín de lo mal que gestiona su fiesta. Ha permitido que se considere fiesta comercial, cursi (en esto tienen razón) y de embelesados. Un tío que murió a la barbacoa por defender a las parejas debería tener más salsa.

Puedo comprender que vamos todos despistados en el mundo amoroso del Siglo XXI, que cada vez somos más exigentes y menos generosos y eso dificulta querer y ser querible (ya no que te quieran, que eso depende de la voluntad ajena y no lo puedes controlar). Lo queremos todo y lo queremos ya. Y presionamos o nos sentimos presionados. Recuerdo que una vez me preguntó un chico, con el que había quedado en dos ocasiones, “¿Tú y yo qué somos?”. Yo me hice la gallega y le repregunté: “¿Sabes cuál es mi segundo apellido?”. Me contestó que no. Yo le dije entonces: “Pues eso somos: desconocidos aún”. Pero todo esto no es culpa de mi Valentín, es responsabilidad nuestra, que queremos peras y nos enamoramos de olmos, olmos que son fantásticos y preciosos pero no nos van a dar nunca lo que deseamos.

El 14 de febrero mola. Cualquier excusa para que te regalen o regalarte,  para cenar con pausa, para que te den un abrazo, mola. Y lo dice una que está más veces en la segunda opción que en la primera, que odia el rosa y los corazones. Me da igual si los comercios hacen caja (de hecho, me parece estupendo), si el ramito de violetas viene sólo un día al año, si no es amor verdadero (ya ves tú qué sobrevalorado está eso), yo soy fan de Valentín. El que no esté queriendo o siendo querido, que celebre la capacidad de hacerlo.

Creo sinceramente que muchas de esas personas que aborrecen el Día de los Enamorados lo hacen sólo por ser “cool”, por estar en la parte racional del Universo, por no parecer débiles subyugados a una emoción. Por favor, que me manden sus regalos a mí. Novios, novias de quienes no valoran vuestros obsequios, yo los voy a agradecer y a hacer fiesta de cada uno de ellos. Todos para mí. Eso sí, poned en la tarjeta “Por sustitución”, que una vez, siendo muy jovencita, enviaron tal día como hoy seis o siete regalos a casa y mi madre me castigó por pendón. Os lo prometo. Aún nos acordamos (yo con inquina porque siempre he sido una bendita). Ya no me puede castigar pero ahí tengo el trauma.

 Una vez, mis hijos habían vuelto de la Universidad y, estando en casa, pasaban bastante de mí. Hasta que los reuní y les dije: “Me importa un bledo que me queráis o no. Fingidlo. Y bien. No voy a notar la diferencia y vamos a ser todos mucho más felices”. Desde entonces, hasta parece que les caigo bien. Así que dejad a un lado la autenticidad de cualquier sentimiento hoy, vamos a relajarnos todos un poco, a sacar un ratito para estar con quien queremos o con quien nos quiere (o finge bien, que es un esfuerzo valorable), aunque sea nuestro gato (una vela en la latita más cara de Whiskas) y disfrutemos de este lunes especial. Bailemos a lo loco, démonos un capricho, achuchemos a todos los ariscos que adoramos… hoy tenemos justificación.

 

P.D.: Querer es divertido, seamos o no correspondidos: al final, son drogas corriendo por el cuerpo… "Quien se aburre es porque NO quiere".