martes, 16 de septiembre de 2014

In-citando...


Me ha llamado una de mis amigas y me ha dicho, así de sopetón: “¡¡¡Tengo una cita!!!”.  Se ha hecho un profundo silencio en el que yo esperaba ansiosa una frase contundente, un conjunto de palabras con un significativo mensaje… ¡¡¡Cómo no estaré de mal que oigo la palabra “cita” y pienso antes en Séneca que en hombres (vale, Séneca era un hombre pero me refiero a uno vivo)!!!. Afortunadamente, ha interpretado mi confusión como prudencia y ha continuado explicándose hasta acabar pidiéndome consejo. A mí. Pobreta.

Estoy convencida, sinceramente, de que mis conocidos piden mi opinión sobre asuntos amorosos para darle emoción a sus relaciones: seguir mis instrucciones supone un riesgo y la gravedad de las consecuencias de escoger hacer caso de una recomendación mía es equivalente a elegir cortar el cable rojo o el azul.

Y es que me pongo a pensar, entro en matices y me pierdo. En primer lugar, las primeras citas no son tan importantes. Son como las fachadas: el buen estado de la misma puede coincidir o no con el buen estado del interior. Son indicios de lo que te espera pero nada definitivo o constante. Así que, primero, hay que relajarse. Yo a veces me relajo tanto que acaba dándome pereza. Mi amiga Nuria dice que la Pereza es pecado (también lo dice Dios pero es que mi amiga habla más alto y lleva zapatos más bonitos), por lo que me aplico el cuento y la supero (a la Pereza, no a mi amiga). Pero casi nunca lo hago a tiempo… y llego tarde. Y ahí salen los puristas con aquello de que la impuntualidad es una falta de respeto. ¡¡¡Hijos, qué poca amplitud de miras!!!. Yo llego tarde porque quiero estar perfecta. Quiero ser agradable a la vista, eso es motivación positiva. Una vez, le dije a mi hijo Ariel que mi madre siempre comentaba que me habían concebido en Canarias. El bendito me contestó: “¡¡¡Anda, mamá, entonces no es que seas impuntual sino que tienes jet-lag natal!!!”.

Me fascina la gente que es capaz de dar premisas sobre la cita perfecta. Mare de Deu, si eso es un caleidoscopio infinito con miles de variantes a tener en cuenta. Que no se puede, te lo digo yo. Da igual los parámetros que te pongas, como el chico que te gusta aparezca en vuestra cita vestido de lagarterana, le has encontrado excusa y su gracia a la milésima de segundo. Ahora, como hayas quedado con uno que ni fu, ni fa y llegue con el botón de la camisa roto, lo miras con sospecha pensando que es un desaliñado y, aunque luego el pobre te explique que ha tenido un ataque de ninjas de camino al restaurante y que, a pesar de sus múltiples heridas, se ha presentado a la cena porque desea mirarse en tus ojos, la magia ya se ha roto.

¿Nadie recuerda a posteriori lo engañosas que son las primeras citas?. Lo difícil de aceptar es que no son engañosas porque finjamos, la capacidad de fingir tiene sus límites (aunque sé que hay quien los desafía cada día), sino que el problema principal es que nos esforzamos en sacar lo mejor de nosotros mismos en ellas y, en ocasiones, eso también es lo más fastidioso de nosotros mismos. Yo me enamoré perdidamente de un chico por la sensibilidad que demostraba al principio y lo dejé por blando. Otro me subyugó con su sentido del humor y acabó pareciéndome un payaso sin control. Otro más me encandiló con su saber estar y al final resultó que sólo sabía estar pero no sabía ser.

Yo he tenido citas desastrosas, citas fantásticas y citas que han sido ambas cosas dependiendo de a qué parte de la pareja (o del cuerpo) le preguntes pero confieso que, cuando he acertado, ha sido por mera probabilidad, porque tocaba, no por una decisión consciente. Tened en cuenta que cuando la acepto, ya llego a ella medio enamorada porque creo en el amor a primera vista…. ¡¡¡¡y se me olvida que tengo cuatro dioptrías y media en cada ojo!!!!. Así me va: no les veo el perfil físico, imaginaos el psicológico (de hecho, en alguna ocasión he pensado que los de Mentes Criminales se pondrían las botas con algunos de los que me he encontrado enfrente). Con lo que yo he sido….

En cualquier caso, hay un consejo que nunca falla: elige siempre un buen restaurante así, al menos, podrás sustituir la Lujuria prevista por la Gula sobrevenida que, a veces, es más satisfactoria….

Mientras escribía esto, Hugo me ha preguntado: “Mami, ¿qué haces?”. Solícita, le he contestado: “Una amiga me ha pedido mi opinión sobre las citas y he escrito un post”. Hugo me ha mirado feliz y me ha replicado: “¡¡¡Muy bien, mamá!!!... Ya tienes opinión, ahora sólo falta que te pidan una cita y comprobarla. Pasito a pasito”. Dolida por la veracidad, le he dicho indignada: “Pues que sepas que mis amigas creen que si no tengo citas es porque a los chicos les doy miedo…”. Mi hijo me ha mirado y me ha comentado: “Claro, mamá, estoy seguro de que los chicos están muertos de miedo….¡¡¡pero por si les dices que sí!!!”… Eso me pasa por continuar cualquier conversación que empieza por “mami”, es que me despistan los canallas…