jueves, 27 de marzo de 2014

La Venganza os hará libres.




Yo tenía buena intención. De verdad. Lo prometo. Quería hacer un post sobre los beneficios de ser agradecidos. Pero, de repente, mi neurona infame (tengo cinco: la infame, la buena, la alienada, la hedonista y la que sabe calcular exactamente el número de bolsas de plástico que he de pedir a la cajera del súper para que quepa la compra enterita) se ha manifestado en todo su esplendor y sólo puedo pensar en los beneficios de la venganza. Y lo malo es que, dándole vueltas al tema he descubierto que ambos enfoques pueden ser complementarios (vale, aquí se ha unido de refilón la alienada pero veréis cómo tiene sentido). En primer lugar y sin lugar a dudas, hay que corresponder a quien se porta bien contigo y ser agradecido. Admito poner límites  difusos, por ejemplo: si tu amiga ha aguantado pacientemente la larga explicación de tus penas sentimentales, (nunca olvides que aburre, que te repites y que te escucha por pura bondad de su corazón porque todos sabemos que las únicas respuestas que quieres oír son “¡¡¡Cuánta razón tienes!!!”, “Tú vales mucho más”, “Mejor ahora que luego”, y tu confidente te las dice, una tras otra aunque el motivo de la ruptura haya sido tu costumbre de pasar la aspiradora -a mí eso no me ocurriría jamás-, a las tres y siete minutos de la mañana, sobre patines, vestida de folclórica y cantando jotas y tu novio sea un santo varón), le debes agradecimiento pero si, más tarde quiere que le acompañes a un concierto de los Jonas Brothers, olvídate de corresponderle. Es cuestión de salud.


Y, como somos humanos (unos más que otros), también es cuestión de salud conseguir una bonita, retorcida, sutil y pacífica venganza contra quien te ha fastidiado… Cuando yo acababa de separarme, mis amigas se estaban casando (no es que ellas se casaran tarde o que yo me hubiera casado pronto, es más bien que el tiempo me cundía). Una de ellas, muy religiosa, no estaba nada de acuerdo con mi decisión. Nos reunió a toda la pandi y nos dio las invitaciones. Justo el día antes de la boda me llamó y me dijo: “Oye, Cris, como tú te acabas de separar igual te sientes incómoda yendo a una boda…”. Yo le contesté, pensando que estaba preocupada por mí: “Mujer, llevo cuatro meses separada y la tuya es la quinta boda. Sé que no lo desconoces porque hemos ido juntas a las otras cuatro. A mí me encanta veros felices.”. Tras un breve silencio en la línea telefónica, me indicó. “Ya, bueno, pero si no quieres venir a la mía… lo entiendo perfectamente.”. Naturalmente, le contesté entusiasmada: “Iré”… Pero parece que no entendía tan bien porque cuando llegamos al convite, mi nombre no estaba… Podría decir que mi venganza para un feo tan gratuito fue lo monísima que iba vestida (que lo iba), pero no quedé en paz del todo hasta que, al cabo de pocos años, vino a mi despacho para que le tramitara el divorcio. Y se lo cobré. Todo. Eso sí, en mi bondad, al darle la minuta, le indiqué: “Si no puedes pagarlo en una sola vez, podemos hacerlo a plazos. No te preocupes… lo entiendo perfectamente”.


Una venganza casual, no maquinada, una venganza que te regala la Providencia, proporcional a tu daño (incluso un poco menor, que tampoco hay necesidad) o una venganza provocada con un leve empujoncito al Destino, es perfectamente reivindicable. Y la reivindico. El “ojo por ojo” ha hecho mucho daño pero el “poner la otra mejilla” duele más, que te llevas dos bofetadas y no hay reparto equitativo. De hecho, creo que hay un nombre para eso… Masoquismo, creo que lo llaman… Y no es muy agradable, salvo que seas la colgada cuyo novio se llama Grey y a la que le ofende que le regalen joyas, vestidos y coches pero que ve como un acto de amor que la azoten, la anulen y le pidan obediencia ciega (sé que esto no me deja en buen lugar pero debo confesar que yo me veo siendo amiga de la sufridora esa y diciéndole: “¡¡¡¿Cómo?!!!... ¡¡¡¿Qué te ha regalado unos Louboutin y un Elie Saab?!!!--- ¡¡¡¿Pero cómo se atreve?!!!... Ese se piensa que puede hacer lo que le da la gana… Anda, dame y dame, que ya me lo quedo yo… ¡¡¡Qué aprenda!!!... Además, no te hace juego con el morado que te han producido las ligaduras de las muñecas”).


Comprended que hablo de la venganza etérea, elegante… De acuerdo, hay excepciones, como que alguien te dé un empujón: ahí puedes empujar tú sin sutilezas ni poses, y si lo puedes tirar de culo, mejor, para que tengas tiempo de huir porque, como lo dejes de pie, te responderá y entramos en un círculo vicioso… Nadie va a hacerme sentir culpable por alegrarme de las pequeñas caídas de mi enemigo, al igual que respeto que él celebre las mías. Necesitamos desestresarnos. Creo que es como ese agujerito que le haces a la comida precocinada para cocinarla en el microondas: has roto el envase, pero es chiquitín y apenas se ve y, gracias a ello, lo de dentro estará mejor (metáfora estupenda y moderna que viene a sustituir a la de la olla a presión, que queda fuera de mi zona de conocimiento, entre otras cosas por ni tengo, ni tendré ni sé si se siguen fabricando)… Vamos a relajarnos todos un poquito, a permitirnos ser malos de vez en cuando, a negarnos a poner la otra mejilla y perdonar cuando tenemos la pacífica opción de optar por esquivar el segundo guantazo y esperar a que le salgan granos en la suya (mejilla, me refiero, que hay mucho imaginativo por ahí que me estropea el hilo de la idea) tras la cena que hemos propuesto para hacer las paces, cargando su plato de picante, especias y lo que haga falta... Os doy una justificación moral: considerando que las Siete Virtudes cardinales las transmitieron señores que no sabían leer mucho y teniendo en cuenta que no me fio yo de que Dios tenga buena letra, ¿no es posible que donde leyeron "Templanza", pusiera realmente "Venganza"?...  


Mi hijo mayor me comentó una vez: “El abuelo decía que vengarse es de reyes pero perdonar es de dioses... Mamá, yo creo que soy un rey... pero un rey muuuuyyy satisfecho".

 
P.D. Amenazo con hablar en otro post de agradecimientos, agradecidos  y desagradecidos.

jueves, 20 de marzo de 2014

Los "Por-menores" de mi vida. 1ª Parte.


Tal y como amenacé, cada jueves haré una recopilación de algunas anécdotas ya publicadas en mi página personal de Facebook. Para darles sentido, os indico que éstas concretamente son de hace dos años, por lo que Hugo tenía 14 y Ariel 11/12 (no es que el pequeño sea ambivalente temporalmente hablando, es que los cumple a finales de año y la mayoría son de principios del 2012).

Las he catalogado bajo la etiqueta “Segunda Edición” para distinguirlas de mis post de opinión. Empezamos...


Vacilando a una madre

Una noche, para evitarme viajes, lleno una bandeja enorme con la cena de mis hijos. Entro precariamente en el salón y deposito mi carga, con todo cariño, en la mesa. Exclamo, encantada (y sorprendida) conmigo misma: "¡¡¡No se me ha caído nada!!!"... Mi encantador Ariel, con aires de suficiencia, me indica solícito: "¡¡¡Felicidades, mamá!!!... ¡¡¡Esto es lo más cerca que ha estado jamás tu comida de llamarse "dieta equilibrada"!!!..."... ¿Lo mato?... La mayoría manda, ¿eh?...

Entra Ariel en el salón donde yo estaba y me quedo mirándolo porque llevaba una combinación de ropa estrambótica... "¡¡¡Pues a mí me gusta!!!", me dice, sin que hubiese mediado palabra por mi parte. "¿Qué pasa, Ari?. ¿Ahora lees la mente?", le pregunto sorprendida. Y, con gran seriedad, me contesta: "No es mi poder. Es el tuyo. Estas pensando con los ojos"…

No había forma de que Ariel comenzara el día, así que le digo: "Ari, te quiero mucho y me haces muy feliz pero te querría más y sería mucho más feliz si te levantaras"... Sin abrir los ojos me contesta: "Vamos a hacer una cosa: yo me doy por satisfecho con el cariño que estoy recibiendo hasta el momento y tú te conformas con el grado de felicidad que has alcanzado... y, así, sigo durmiendo"...

Hablando por teléfono con Hugo, me pide permiso para hacer una cosa con la que no estoy de acuerdo. Trata insistentemente de convencerme con argumentos bastante trabajados pero que adolecen de cierto aire a ficción. Le digo, para hacerle ver que no me creo una palabra: "Hugo, cariño, déjalo ya. No soy tonta..."... Me contesta con resignación: "Lo sé. Mi vida sería mucho más fácil si lo fueras"....

Está jugando Ariel al "Quién es quién" en el móvil y me dice: "Mamá, yo creo que, en el Modo Experto de este juego, son todo chinos"... Hugo interviene y comenta: "Me caen bien los chinos. Cuando estuve en Barcelona, vimos una manada de chinos...". Aquí interrumpo yo, en plan progenitor responsable, y les informo: "¡¡¡Los chinos no van en manadas!!!"... Se me quedan mirando, seriamente, los dos, cavilando el significado de mis sabias palabras y, sonriendo con aire de superioridad, Ariel sentencia: "¡¡¡Pues claro que no van en manada!!!... La palabra adecuada para llamar a un grupo de chinos es 'lebaño'..."... ¿¿Me vacilan o no me vacilan??...

Conversaciones de hermanos

Ariel intenta dormir. Hugo tiene ganas de charla y no le deja. Harto ya, le dice Ariel: "Hugo, como no te calles, te voy a hacer vudú..."... Hugo se ríe de su hermano y le contesta: "¡¡¡Que susto me da!!!... ¡¡¡Eso no funciona!!!"... A lo que Ari responde, muy sereno: "Ya, pero yo te voy a pinchar a ti y a ver si lo nota el muñeco..."... Y yo incapaz de poner orden de la risa tonta que me entró...

Hugo se va a la calle y pregunta si nos sube algo. Ariel contesta en voz alta desde su habitación: "¡¡¡Sí, tráeme algo de crack!!!"... Hugo replica tranquilamente: "¿Pero tú no habías dejado de fumar?"... Ariel responde: "No, de fumar, no. He dejado de traficar..."... Hugo se va hacia la puerta, mascullando: "¡¡¡Una lástima!!!... Me habría ahorrado el esfuerzo"... Creo que mis vecinos están a punto de llamar a Servicios Sociales... Prometo que yo los intento educar, pero no se dejan...

Una reflexión.

Recojo a Ariel de un cumpleaños en un campo cercano a Guardamar. Por el camino, va viendo los locales de alterne hasta que me pregunta: "Mamá, ¿eso son casas de putas?". (Nota para los sensibles: no soy partidaria del uso habitual de las palabrotas  pero tampoco puedo poner el grito en el Cielo por llamar por su nombre a las cosas). Así que le contesto: "Pues sí, cariño."... Se queda callado un momento y me dice: "¿Y la Poli no se da cuenta?... ¡¡¡Pero si me he dado cuenta yo y no sé mucho del tema!!!"... Le explico que no cometen delito quienes ejercen la prostitución, sino que los delitos en ese mundo vienen por cuestiones relacionadas, como el proxenetismo... Me sigue bombardeando a preguntas: "¿Es verdad que hay chicas que se pagan la Universidad cobrando por acostarse con desconocidos, vamos, siendo putas?"... Le respondo que sí, que alguna habrá... Se queda en silencio un minuto y, de repente, exclama: "¡¡¡Eso son ganas de estudiar, ¿eh?!!!"...


Puede que creáis que intento divertiros pero, en realidad, busco comprensión para cuando me detengan por ponerlos a la venta… 

P.D. Tomadlo como lo es (una caricatura de la vida) y espero que nadie se sienta ofendido (ni los chinos, ni las mujeres de vida alegre, ni los traficantes…).

martes, 18 de marzo de 2014

¿Dónde hay que firmar?.


Iba caminando por la Plaza del Ayuntamiento, cuando se me ha acercado apresuradamente un señor y ha dicho: “Oye, que sepas que leo tu Blog”. Yo lo he mirado con sospecha y he repasado, en un instante, si era finales de Diciembre, si había cámaras, si existía sitio dónde esconder cámaras, si era familia mía… Ante mi silencio, ha insistido: “¡¡¡Que sí, que sí, que soy muy fan tuyo!!!”… Más feliz que unas castañuelas, le he pedido entusiasmada: “¡¡¡Ay, qué alegría!!!. ¡¡¿Me firma un autógrafo, por favor, por favor?!!”. Expresando una lógica que no entiendo, me ha respondido: “¿No sería más normal que te lo pidiera yo a ti?”. Naturalmente, se lo he explicado: “A ver, señor, si usted le comenta a un amigo que se ha encontrado a una chica de su ciudad que escribe un blog chiquitín, él va a creerle. Ahora, cuando yo le cuente a mi hermana que me ha parado usted por la calle, sin que nos conozcamos, para decirme que le gusta lo que escribo, lo cual implica que le gusta lo bastante como para arriesgarse a detenerme y dirigirse a mí sin saber cómo puedo yo reaccionar y, sobre todo, cuando presuma de que me ha reconocido, ¡¡¡tengo que presentarle pruebas!!!”… Y me lo ha firmado… Y me he ido pensando en llevar siempre encima una libreta de autógrafos y pedirle uno a cada persona que me haga feliz para que, en los malos tiempos, tenga un recordatorio físico de cuánto bien he recibido…

Siempre he creído que cuando alguien se deprime, más que pastillas que atonten, deberían recetarle medicamentos para la memoria porque no existe mejor salida de la tristeza que recordar cuánta gente hay dispuesta a echarte una mano… Venga, no me digáis que no os gusta leer las dedicatorias que nos escribían los amigos en las fotos de fin de curso, o en los cumpleaños, o en el álbum de la comunión (y eso que ahí te ponen cosas del tipo: “Eres aún mejor. Hoy has conocido a Dios”. Esa la he sacado del de mi hijo Ariel. Él ha puesto bajo: “Más que conocerlo, hoy me lo he comido”)… ¡¡¡Si hasta me organicé una fiesta especial por mi 40 aniversario con el maquiavélico fin de obligar a mis amigos a firmar en un libro de visitas y que se vieran compelidos a manifestar por escrito lo joven que parezco y lo poco que se me notan los años!!!. Antes de ir a dormir, ni series, ni libros, ni conectarse a internet,  lo que hay que hacer es leer las dedicatorias que alguna vez te hizo la gente que te quiere y la que te ha querido y dormir orgullosos de poder inspirar esos sentimientos… Pero sé sensato, no las hagas verdades universales: lo que ha de animarte, lo que tiene que hacerte feliz es el simple hecho de que alguien pierda su tiempo, su energía y su pluma, en dejarte unas palabras amables sólo porque eres tú, eso es lo bonito, no te lo creas a pies juntillas porque acabarías convirtiéndote en un pedante y pocas cosas hay más desagradables que encontrarte con uno de esos. Yo los llevo fatal (y eso que defiendo la Soberbia en varias de sus manifestaciones) porque me producen vergüenza ajena, que es la peor de las vergüenzas puesto que no la ha provocado falta alguna tuya y no puedes zanjarla sin herir. Mi abuela, que era una persona muy divertida, decía que la modestia es una clase de mentira, así que siempre recordaba que en su juventud, paseando por Murcia, un fotógrafo muy conocido salió corriendo detrás de ella para hacerle fotos y acto seguido, te las mostraba. Esas fotos nunca estuvieron guardadas. Decía que ella no valoraba si de verdad merecía que alguien corriese tras ella por su belleza, ella atesoraba el que alguien lo hubiera hecho. Y era feliz. Porque tenía memoria, porque rescataba gestos y porque era agradecida.

¡¡¡Si es que somos unos pavos, de verdad!!!. Cada vez que tenemos un revés, nos autocompadecemos y nos sentimos solos y eso es una ofensa para nuestros amigos. Nadie está solo. Nadie. Y ahí seguimos, eligiendo recrearnos en nuestras miserias en lugar de abrir la caja de recuerdos y empaparnos de todo ese ánimo que tenemos guardado dentro, en forma de carta, fotos firmadas, notas recibidas… Y lo que es mucho peor, no dedicamos ni un minuto del día a crear nuevos recuerdos que podamos redescubrir, sentados en el suelo, tocándolos físicamente… Yo he empezado esta mañana, voy a ser la loca del bloc de firmas… ¡¡¡Ea, ya tengo otra cosa más que meter en el bolso!!!… Menos mal que tengo visión de futuro y he establecido que mi pareja tiene que hacer deporte, no por salud ni por físico, sino para que esté en condiciones de llevarme el bolso cuando sea una anciana (no pienso renunciar a nada de lo que inventen, mientras me quepa: monísima con mi ipad 2345 hasta el final)…

         He de decir que, al enseñarle a mi hijo mi trofeo de esta mañana, me ha preguntado: “¿Quién es ese hombre?”.  Yo le he respondido que alguien al que le gustaba mi blog. Me ha mirado. Ha torcido la cabeza. Ha achinado los ojos y me ha indicado: “Trabajas en un Club de Fútbol donde hay y pasan jugadores de Primera División. Has conocido gente que sale en la tele. Te llaman personas que aparecen en la Wikipedia… Y vas y le pides un autógrafo a alguien porque le gusta lo que tú haces… De verdad, mamá, acabaré siendo un tipo sensato pero porque con tus ejemplos siempre me llevas por la cuerda floja y me estoy convirtiendo en un experto guardando el equilibrio".

P.D.: Os recuerdo que la página de Facebook se llama Red Carpet by Cristina Birlanga… Y, a quien me lo pida, voy a darle un empujoncito en su misión regalándole una libreta (me dais direcciones por privado y os las envío). Prometido. Eso sí, el novio cachas para llevar el bolso, ya me lo quedo yo...

miércoles, 12 de marzo de 2014

La delgada línea rosa.


La línea entre lo sublime y lo cursi es tan delgada que un suspiro la quiebra… ¡¡¡Toma ya!!!. Esa frase tan pretenciosa y fatua es mía. No digáis que no se explica a sí misma… Vale, vale, tengo otro principio: estando en la Universidad, me dijo uno de mis mejores amigos (Víctor, ¿te acuerdas?): “Si alguna vez tengo hijos, antes les pongo una peli porno que una de Disney. Las dos crean falsas expectativas pero, al menos, en la primera no cantan”. Aunque no lo parezca, esta es mi publicación para los chicos (bueno, la palabra “porno”, igual os ha dado una pista). Puede que ahora no lo apreciéis en su justa medida pero os voy a liberar de mucha presión.

¿Qué enamorado no ha escuchado de su pareja eso de “Necesito más romanticismo”?… Y tú, que sabes por experiencias anteriores que las flores y los bombones no son suficientes, que lo que te están pidiendo es un acto único y personal, tratas de buscar inspiración y se desata el drama… Desengañaos: ese acto único y personal es de imposible cumplimiento. En primer lugar, no es un “acto” general, es un “acto” concreto: tiene claro lo que quiere y te aseguro que no lo vas a adivinar. De verdad, confórmate con ofrecerle una cena romántica (que es un eufemismo para decir una cena cara, no te equivoques), regalarle un bolso estupendo, un vestido que os guste a los dos con la promesa de estrenarlo como preludio a una noche de halagos… No innoves, por Dios, porque ahí corres el peor de los riesgos en una relación: ser cursi.

Os voy a dar unas pautas que os apartarán del abismo de la pedantería (y van dos frases afectadas para explicar que no hagáis actos afectados… Arte que tiene una):

La Regla del 3 x 3 x 3. Si no eres capaz de recitar tres estrofas de tres poemas diferentes de tres autores distintos, no escribas poesía. La poesía es la nitroglicerina del amor: cualquier movimiento en falso crea un desastre. Si no has leído y apreciado a verdaderos autores, lo que será un poema es escuchar tu creación (y que conste que utilizo la palabra “creación” en el mismo sentido en que se la aplicaría al monstruito del Sr. Frankenstein). Encima no vas a ser original, apuesto a que las palabras “cielo”, “azul”, “amor” y “corazón”, aparecen fijo.  Recitarle a tu amada: “El cielo azul es testigo/ que el corazón me has robado/ ”devuélvemelo”, te digo/ o me voy para el Juzgado” te puede parecer una gran idea, y lo es, pero una gran idea no tiene porqué ser una buena idea, así que te recomiendo que la mantengas en el mundo de la imaginación porque, como se te ocurra llevarla a cabo, ten por innegable que irás al Juzgado, pero a denunciarla por el morado que te habrá provocado en el ojo. Y ya te digo yo que la absuelven: eximente completa de locura pasajera causada por sentimiento superlativo de vergüenza ajena. Existe.

Con las canciones es mucho peor. No cantéis. Escoger una  canción que inspire sentimientos románticos en tu pareja sin que resulte melosa es muy difícil (haced caso a mi amigo: hasta Disney se equivoca y peca de cursi). Y conlleva una incomodidad añadida: yo, como chica a la que le han ofrecido conciertos, no sé qué cara poner mientras me cantan. Lo paso fatal. He llegado a ensayar ante el espejo… Dejad las baladas a los profesionales, os lo ruego.

La Regla Proporcional de Público. El almíbar que destilan tus palabras y tus actos aumentará en proporción directa al número de personas que ven la escena. La vida no es una peli y, si quieres emular a Richard Gere, asomando por el techo de una limusina blanca, con un enorme ramo de rosas y gritando bajo el balcón de tu víctima (¡¡¡Ups, quería decir “enamorada”!!!) que la amas, no habrá banda sonora in crescendo que anule el volumen de las carcajadas de tus vecinos… Eso deja una huella imborrable en el barrio, y no como las del Paseo de la Fama, precisamente…

La Regla del Corazón Sobrevalorado. No todo lo que tiene forma de corazón es bonito. De hecho, el corazón en sí no es bonito. Es un órgano interno bastante asqueroso (útil pero desagradable). En realidad, he de decir que, para los antiguos (pero los antiguos de verdad, los de los primeros siglos, no los nacidos hasta 1980) la parte más importante del cuerpo humano era el estómago y creo que por eso nos agasaja más que nos regalen un festín en un buen restaurante que unas valerianas antitaquicardias. Te recomiendo que busques obsequios con formas menos sospechosas de ser colaboradoras necesarias en delitos de cursilería (¡¡¡Y van tres frases!!!). Y, por favor, si el corazón está partido y la intención es quedarse cada uno un trozo, a no ser que seas Alejandro Sanz y lo entregues como guiño al cincuenta aniversario de tu mayor éxito (y lo perdonamos sólo porque para entonces podemos achacarlo a la senilidad), llama en cuanto te des cuenta de lo que has hecho, finge que era broma y llévala a un tres estrellas Michelín, a ver si cuela.

Captad el mensaje: no os agobiéis cuando os pidan romanticismo. No vais a acertar. Sólo podéis aspirar a salir del paso con el orgullo y la reputación intactos. Al final, lo único que queremos es que hagáis un esfuerzo, no el ridículo.

Una vez, hace mucho tiempo, coincidí con una amiga. Ambas acabábamos de romper nuestra relación (no la suya y la mía, sino la de cada una con su novio). Ella me indicó: “Cris, estaba abocado al fracaso. Me ha sido infiel. ¿Qué os ha pasado a vosotros”. Yo le contesté con evidente emoción: “No lo vi venir… Parecía tan normal, tan elegante… Le pedí un poco más de romanticismo en nuestra relación, que fuera más detallista y…. me regaló una figura de Lladró…. ¡¡¡La pastorcilla!!!”. Con estupor, temblorosa, me preguntó: “¡¡¿Era un…cursi?!!”… Yo no podía hablar, el recuerdo me dolía. Me limité a asentir. Mi amiga, horrorizada, no pudo más que consolarme: “¡¡¡Y yo quejándome por una simple infidelidad!!!”…






Página de Facebook: Red Carpet by Cristina Birlanga

lunes, 10 de marzo de 2014

Cuarentena a la edad.


Mi hermana pequeña cumple mañana 40 años. ¡¡¡Madre mía, que mayor que soy!!!. Sí. Yo. Porque la edad la noto por referencias. Aunque me veo cada día (y me veo mucho, que no hay espejo que no me refleje, por muy bruja que crean algunos que soy), tengo un don para ignorar lo evidente, así que, salvo sesión de masoquismo estético, no me paro a pensar en mis signos de vejez, los cuales me pasan desapercibidos, por lo que es el mundo quien se arroga la misión de hacerme enfrentar los estragos de la edad y, el muy canalla, lo hace disfrutando y de formas muy enrevesadas…. A mí, esas formas, me han pillado desprevenida y me han dejado estupefacta y es mi labor prevenir a Begoña.

Que cuando cumples 40 años el cuerpo suma toda la gravedad que en tu primera juventud habías ahorrado dando saltos, brincos, botes y respingos porque sí, por diversión, es de todos sabido pero, no te confíes en que el tema se queda ahí (ni el tema ni tus carnes se queda ahí): eso es sólo la antesala a un infierno desconocido.

Por lo pronto, empiezas a vestirte por los pies y eso no significa que haya entrado el sentido común, por fin, en tu cabecita de cuarentona, no, es literal: piensas primero qué zapatos podrás aguantar todo el día y, a partir de ahí, eliges el resto para que acompañe. Siempre te has teñido el pelo regularmente porque la raíz te nacía más oscura, pero ahora lo haces porque te nace blanca (y la Naturaleza no ha tenido la deferencia de premiarte algún año con un término medio). Las vitaminas ya no te las tomas para soportar el fin de semana de fiesta sin dormir apenas (bendito y añorado Katovit), ahora las necesitas para resistir la semana completa (y sin fiestas). Y, no sé a vosotras pero, a esta edad, cuando veo una típica peli americana de chico-conoce-chica, a mí el que me gusta es el padre del prota… Calculas la edad que tenías tú cuando tu madre tenía la tuya actual, recuerdas lo que pensabas de ella y te dedicas al estudio pormenorizado de técnicas de rejuvenecimiento mientras te sorprendes preguntándote cómo pudo abandonar Sonia Ferrer, por Escassi (¿es que no le daba una pista el apellido?), a todo un italiano ¡¡¡¡cirujano plástico, por Dios!!!!. ¿Tú sabes la seguridad que te da eso en casa?. La tranquilidad para tu alma superficial….

Y las conversaciones con tus hijos (sirven sobrinos y demás menores) son campo minado de stress y tensiones. Hace poco le dije a Ariel, cuando se preparaba para ir al colegio, que no se olvidara la cartera (¡¡¡Y los donuts!!!, estáis pensando los de mi quinta). Me miró desconcertado y me preguntó “¿La cartera?”. A lo que Hugo, le contestó: “Ari, así es como los antiguos llamaban a la mochila”… Ese mismo villano, me consejó inocentemente, mientras veíamos la tele, durante los anuncios: “Mamá, cómprate esa crema. Te pareces al `antes´…”.  Y eso sin contar las veces que, siendo muy pequeños, me han dicho cosas como. “Mamá, ¿tú cuántos años tienes?. ¿Ochenta?.”. “¿En tu época había luz eléctrica?”. “¿Viste algún mamut de pequeña?”. Pero, en aquel entonces, no tenías cuarenta años. Ahora duele.

He dejado un punto que me atormenta para el final. La prueba definitiva de que eres mayor. Haced cábalas. No es que un mañaco (para los de fuera de la Comunidad Valenciana, mañaco=niño pequeño un pelín malcriado. Puede ser o no maniaco, pero con las mismas probabilidades que ser o no aficionado a tocar la balalaika) te ataque en plena calle con un arma letal: “¿Lleva hora, SEÑORA?”, que tú te debates entre retarle a duelo por faltarte a tu honor o rogarle que confiese que es adicto a la poesía y ha querido hacer un verso corto con rima consonante. Tampoco que un jovenzuelo de treinta años te ceda el sitio en el autobús (mira que hay muchachos maleducados). No. La prueba concluyente es cuando pasas de ser mona/guapa/bellezón (que de todo hay y estoy hablando en general) a “tener clase”. ¿¿¿Clase????. A ver, olvídate: esa mirada felina, miopía; ese andar sereno, dolores articulares en el pie; esa forma de responder pausadamente: sordera, tienes que procesar lo que crees que ha dicho el otro… Que sí, que sí, que hay gente de nuestra edad con mucha elegancia (todos mis amigos y los que me leen, por supuesto) pero si toda la vida te han dedicado piropos más bien físicos y ahora enaltecen tu porte, sin desmerecer el halago, estás mayor. Pero no pasa nada, todo tiene su público y, ya hayas llegado a ese punto de garbo por tus dotes naturales o por disimular síntomas de malestar general, jugar a ser distinguida y gentil es muy, muy divertido y desconcierta más que la pura belleza.  Oscar Wilde decía que ”la belleza que sorprende rara vez coincide con la que enamora” y yo creo que ésta última es el resultado de añadirle un poco del estilo que da la edad. Es un encanto mucho menos comprensible y, por ello, más fascinante.

Así que, Bego, ¡¡¡mil felicidades!!!!. Disfruta la suerte de estar en la élite de la edad adulta, descontrola de vez en cuando con la seguridad de que sabes lo que quieres (necesito que sigas siendo la hermana sensata), eres guapa, ahora tienes más clase, no lleves reloj, no subas en bus…

P.D. Esto es lo más cerca que vas a estar nunca de que te diga que te quiero.

lunes, 3 de marzo de 2014

En el Nombre de IOS...


            El hecho de que Alá, Dios y Yahvé (lo he puesto por orden alfabético, para que no se ofenda nadie), siendo como son (o como es, que igual es el Mismo reinterpretado) todopoderosos, no pudiesen poner orden ellos solitos y se hubieran visto en la necesidad de dictar sus Libros de Instrucciones (El Corán, La Biblia y La Torá) a través de sus Elegidos, me ha inspirado para hacer un borrador sobre Normas de Conducta de la nueva religión: el WhatsAppismo. Y es que, Hijos Míos, hay que poner límites y, aunque a mí el papel que me gustaría es el de princesa egipcia que se liga al primogénito cachas, he de hacer un esfuerzo e investirme de avanzadilla del Verdadero Profeta (es que no tengo alma de mártir para más) y dar unos pequeños Mandamientos de obligado cumplimiento:

PRIMER MANDAMIENTO.- Envía un Whatsapp sin esperar nada a cambio. A ver, almas cándidas, tened presente que el doble click no formaliza contrato ni obligación alguna. Tú has enviado el mensaje, yo lo he recibido y sé que tú has visto que yo lo he recibido. Punto. Ahí acaba la cosa. Te contestaré cuando pueda, cuando estime oportuno y/o cuando decida la respuesta. Que lo haya abierto no implica que esté en condiciones de dar la réplica. Mi generosidad empieza cuando permito que estemos conectados universal y gratuitamente, a cualquier hora del día y cualquier día de la semana (y ya es mucha generosidad). Queda absolutamente prohibido mensajes del tipo: “He visto que estás en línea. Dime algo”. Yo estaré en línea, pero tú te has pasado de la raya. Si pretendes que conteste cuando a ti te venga bien y me lo reclamas con más mensajes, es una invasión en toda regla y yo defenderé mis fronteras como buenamente pueda, así que no te sorprendas si, cuando nos veamos cara a cara, te catapulto brea caliente… Te lo mereces.

Si es urgente, llama. Si no te contesto, expón el motivo de la urgencia. Es sencillo, es educado.

Este Mandamiento tiene una especialidad: Los emoticonos no requieren respuesta alguna. Es una birria de esfuerzo. Por mucho corazón, cara feliz, besos y estrellas que conlleve, puedes dar por acabada una conversación si no se acompaña de palabras. Es el equivalente al Pecado Capital de la Pereza.

SEGUNDO MANDAMIENTO.- Si lo que quieres comunicar no se arregla con tres mensajes cortos, llama. Por Dios, a cierta edad, escribir en el móvil cuesta. Te lloran los ojos, te duelen los dedos y se te cansa el brazo de acercar y alejar la pantalla para poder enfocar. Tres mensajes son el límite, a partir de ahí, es vicio.

TERCER MANDAMIENTO.- Las cadenas de mensajes avisando de peligros apocalípticos, son pecado. Desengáñate: por encima de valorar tu buena intención al avisarme de que Whatsapp se va a convertir en religión de pago, voy a pensar que eres un iluso embaucado por creer que Mr. Zuckerberg ha escrito un mensaje personalmente dándote opciones para evitarlo (la versión “lo han dicho en la tele”, lleva la agravante de encefalograma plano) y vas a conseguir que te pierda un poquito del respeto debido a tu inteligencia. Es importante que tengas en cuenta que el “No, si yo tampoco lo creo, pero por si acaso…”, no sirve como penitencia por el tiempo que hemos perdido los dos…

CUARTO MANDAMIENTO.- Las consultas profesionales a través de Whatsapp se consideran acto impuro. Hace poco me preguntó, por esta vía, un cliente (al que le había llevado su divorcio): “Cristina, tengo un problema con una herencia. Mi madre ha fallecido y somos tres hermanos y mi padre. Los bienes son: (me los enumera). ¿Me sacas un momentito lo que nos corresponde a cada uno y me lo dices para ir al notario?. Es que voy un poco despistado y no sé qué hacer “. Obviamente, le contesté: “¡¡¡Sí que vas despistado que has confundido el whatsapp con mi despacho!!!. Menos mal que yo sí sé lo que tienes que hacer: llama a mi oficina y pide una cita”. Eso sí, le puse un emoticono de carita feliz…

Preguntar a cualquier profesional por mensaje para evitarte la visita y el consiguiente abono de honorarios es un atraco y un abuso cuyo castigo es el Infierno de los Bloqueados.

QUINTO MANDAMIENTO.- No te ofenderás si la despedida no ha sido suficiente para ti. No alarguemos, te lo ruego. Si digo “Hasta luego”, es un  final. No me sigas conversando. No es necesario añadir la foto de un niño diciendo adiós, el muñequito de los besos, la manita saludando… Con uno lo capto, por favor, cáptalo también tú. Conozco gente que se ha visto inmersa en un bucle de despedidas y se ha consumido en su propio Universo paralelo… Pongamos una norma: con un “Bueno, hasta luego. Ten un buen día”, será suficiente. Como repuesta: “Igualmente. Un abrazo”, bastará. Si tras eso se pone un emoticono, se volverá al Primer Mandamiento, en su especialidad mencionada.

SEXTO MANDAMIENTO.- Ante la duda, interpreta en positivo. Importantísimo para mantener amistades y parejas. Aunque resulte obvio, la gente olvida que las palabras escritas no tienen tono, que la ironía puede perderse o aparecer donde no debe. Cuando recibas un mensaje piensa, sobre todas las cosas y salvo evidencias, que quien te escribe es amigo y, ante la sospecha de un amago de mala fe, llama. Si eres quien escribe, facilita la labor y esto incluye releer antes de enviar porque el corrector es el Maligno y pervierte tus envíos. Yo he creído que escribía a un cliente: “Paco, a las cinco en la Glorieta” y él recibió: “Pavo, te hinco las tetas”.

SÉPTIMO MANDAMIENTO.- Respétate a ti mismo por encima de todos los Whatsapp. Y como soy una psudoprofeta muy maja te voy a traducir este Mandamiento para que no exista margen de error: cuando estés con los amigos tomando cervecitas, cuando estés disfrutando de un día de playa, en el cine, en el teatro, de viaje, en un concierto, dándote un masaje (o dando un masaje), charlando, cenando, comiendo, conduciendo, alimentando a los patos… ¡¡¡pasa del whatsapp!!!, porque sí, porque te mereces disfrutar de las cosas al cien por cien… Olvídate de él completamente, no contestes, no remitas, no compruebes quien está conectado. Y si luego te dicen indignados: “¿Por qué has tardado tanto en contestar?. ¿Qué hacías?”, podrás responder: “Vivía”…

            Mi hijo Ariel es la persona que menos se complica la existencia de las que conozco, a pesar de la paradoja de ser muy complejo. Él borra todos los mensajes conforme termina las conversaciones, incluido los archivos. Una vez le pregunté el por qué hacía eso, y le dije que me sorprendía que no le diese pena eliminarlo todo. Me contesto: “¿Pena?. ¿De perder conversaciones tan poco importantes como para no merecer una llamada o un encuentro?. No sé tú, pero yo prefiero acordarme de ti y lo que me dices que de tu avatar y lo que me mensajeas… Y tiene mérito porque en tu foto de Whatsapp estás mucho más guapa de lo que eres”…

P.D. Una vez oí un Padre Nuestro cursilísimo que me hizo reír (aclaro que tendría yo unos quince años). Se me quedó grabado que denomiran al Espíritu Santo "Palomita buena onda"... Pues bien,  la némesis de ese ente de bondad no es otro que el doble click azul: "Doble palomita mala onda"... Ya os digo yo que quien lo ideó estaba bajo el influjo del Maligno...  https://www.youtube.com/watch?v=u11J5ZkJjBQ





Audio de la emisión en Onda Cero (Elche en la Onda): http://www.ivoox.com/red-carpet-onda-cero-19-5-2014-audios-mp3_rf_3135227_1.HTML

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