viernes, 27 de julio de 2012

Mal que Bien...


Una Semana Santa, viendo la procesión con una de mis mejores amigas (hay quien dice que tengo demasiadas “mejores amigas” pero esa es mi suerte y me encanta. Además, no llegan a diez.), me dio por pensar en el Cielo y esas cosas. Así que no pude evitar comentarle: “Niña, imagínate que lo de “lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre,” sea verdad y me toque, al morir, compartir nube con mi ex.”… Acababa de expresar mi duda cuando, en una inspiración de sentimiento empático, pensé en su situación: ella también está divorciada y su exmarido es un pelín manirroto (nada que ver con ella: guapa, inteligente, prudente y exitosa). Con la delicadeza que me caracteriza, continué el hilo de mis pensamientos y le dije: “Claro, que peor es lo tuyo. Te veo de nube en nube, desahuciados y haciendo anuncios de Philadelphia para subsistir.”… Mi amiga, lejos de ofenderse, sufrió un ataque de risa que consiguió que hasta la cabra de los legionarios que acompañaban al Cristo, nos mirara mal y, como Dios está en todas partes, seguro que nos ha puesto en la lista negra  (o azulita, que le pega más) y ni nube ni nada…. Claro que, como decía mi escritor favorito “Prefiero el Cielo por el clima y el Infierno por la compañía”, así que algún consuelo nos quedará….



Siguiendo el razonamiento sobre la dicotomía Cielo- Infierno, pensé en los Siete Pecados Capitales y las Siete Virtudes Capitales:

Soberbia contra Humildad.

Lujuria contra Castidad.

Ira contra Paciencia.

Gula contra Templanza.

Envidia contra Caridad.

Pereza contra Diligencia.

Avaricia contra Generosidad.



Estoy condenada… Definitivamente… A ver, ¿eso como funciona?... ¿Mayoría de pecados: al Infierno… o hace falta unanimidad?... ¿Se valora la proporcionalidad?… Es que, si nos ponemos tiquismiquis, no se salva nadie… Además, la Maldad tiene su puntito. De hecho, para ser malo, hay que ser inteligente (me refiero a una maldad refinada, no la instintiva). Cuando te dicen, “es que es buena gente”, la mayoría de las veces pienso “Claro, no le da la cabeza para ser malo. Es un simple, fijo”… Es el atractivo del canalla (del canalla elegante, me refiero, no del psicópata)…Ay, que recuerdo yo a un pretendiente, allá por mis años veinte, que me rondaba con paciencia y, cada dos por tres me decía aquello de: “Haría cualquier cosa por ti”. Y yo me mordía la lengua para no contestar: “¿Desaparecer, por ejemplo?”… Aseguraba que, en cualquier momento, iba a darme cuenta de la joya que era y me enamoraría sin remedio de él. Se equivocaba, claro. Si no le daba la cabeza para ser malo, imagínate para ser adivino… Al cabo de muchos años lo volví a ver. Estaba guapísimo, la verdad, y me pregunté: “¿Por qué no le di una oportunidad yo a este chico?”. Nos pusimos a hablar. Cruzamos dos frases. Reprimí un bostezo. Cruzamos dos frases más. Bostecé… Entonces me acordé del porqué…Claro que yo soy un desastre en mis elecciones: llega a mi balcón el Príncipe Azul en su caballo blanco y yo me enamoro del caballo, así que haced como los bancos, no me deis demasiado crédito…



Zanjé la cuestión de desear tener una visión clara sobre los Pecados y las Virtudes y descubrí que era un sinsentido cuando, varios días después, instándole a que ayudara un poco en casa, le dije a mi hijo pequeño, al que, por decirlo suavemente, el Apocalipsis no le pillará en medio de un exceso de actividad ni en un ataque de nervios,: “Ari, cariño, ¿tú sabes que la Pereza es un pecado?”… Y me contestó: “Mamá, no te preocupes: en mi caso es una bendición. Yo no soy malo por Pereza.”…

martes, 24 de julio de 2012

Pequeñas revelaciones.


            Hoy es mi santo. Me encantan los santos. Bueno, los santos y los cumpleaños y las bodas y los bautizos y las comuniones y la Navidad y Semana Santa y las graduaciones y las cenas de empresa… Todo lo que implique interactuar con la gente, me gusta. Luego, en particular, me lo pasaré mejor o peor, pero me encanta asistir a celebraciones… Cuando cumplí cuarenta años tenía claro que era la excusa perfecta para darme una fiesta sorpresa. Yo. A mí. No permití que se siguiera el cauce normal de las fiestas sorpresas; esto es, que tus amigos elijan lo que “creen” que más te gusta, que hagan un collage con las fotos más divertidas, que te lleven engañada y que te griten “¡¡¡Sorpresa!!!” y tú te emociones….Tenía mis motivos. Nada altruistas.

            En primer lugar, las fotos, a cierta edad (y, como decía Oscar Wilde, “no hay edad más incierta que la de las mujeres de cierta edad”) son materia reservada. Nada de ponerlas en una pantalla grande, a lo loco, en un despliegue de desconsideración a nuestra vanidad más profunda… “Es que lo importante es reirse con las imágenes antiguas”… Vale, pues ponemos un episodio de Pixie y Dixie, que son de la más o menos de la misma época que yo. Y nos reimos todos… Porque, a ver, los que pasamos la adolescencia en plenos años 80 somos los supervivientes del Mal Gusto, eternos merecedores de una indemnización de los diseñadores de la época, sufriendo secuelas que han arraigado en nosotros sin remedio (mi uso desmedido de las lentejuelas, por ejemplo), Guardianes de los Limites de las Vanguardias en el Vestir (esto se define como la sensación esa que te embarga cuando ves fotos de las nuevas tendencias y observas el oropel, las grandes hombreras, los tupés, los mallas de tallas inadecuadas, los jerseys enormes, las faldas de largos extraños y sólo puedes pensar “¡¡¡Dios mío, qué no vuelva a ponerse de moda!!!. ¡¡¡Salvaré a mi prole de ello y evitaré su propagación!!!”)… Y todo eso, mostrado en público, con foto tamaño cincuenta pulgadas, acaba con más de una reputación…

            En segundo lugar,  y más importante (porque siempre puedes negar que esa chica con el pelo cardado, la cara blanca, los calcetines visibles del mismo color que el jersey y los Levi´s  501 un palmo por encima del tobillo, seas tú),  el que te lleven engañada a una fiesta implica que todos vayan divinamente vestidos y tú no… De eso nada, mi fiesta me la organizo yo y cito a la gente a una hora y apareceré justo 60 minutos más tarde (es importante porque llevaré el resto de la noche esa ventaja: el perfume, el maquillaje, la frescura de la piel tendrán ese tiempo de atraso frente al deterioro de los demás)… Y, sobre todo, bien vestida, espectacularmente vestida… Nada de un trapito que me haya puesto para la cena en familia que usan como cebo para sacarte de casa (que ya sabemos que la familia es lo más importante pero los lujos los dejamos para los demás)… Y la cámara que inmortalice el momento, la elijo yo: desenfocada, que difumine. Vamos a dejar los quinientos mil megapixeles para los animalitos del zoo, las puestas de sol y los enemigos… Yo quiero definición a duras penas… ¿Por qué creéis que se llega a una edad en la vida en la que se necesitan gafas?... Pues porque la Naturaleza es sabia y pretende que, entre los de la misma generación, no nos veamos bien… Pero el hombre se pasa de listo e inventa las gafas (lentillas y operaciones entran en el mismo rasero de inventos fastidiosos), con lo que observamos cada arruguita y cada mancha del prójimo (yo digo que son pecas acumuladas pero no sé si cuela) y, eso no es lo peor, lo peor es que nos damos cuenta de que nosotros debemos estar igual…Se evitarían muchas depresiones si fuésemos por el Mundo mal graduados….  Yo estoy en un momento que sólo acudo a restaurantes en los que la iluminación me favorezca… Los ultramodernos de luces blancas, que me los cuenten… Hay otros trucos para acudir divina a tu fiesta (o a cualquiera): si vas a llegar en coche, ponte el chorro del aire directamente a la cara, que eso estira. Puede que te dé un tono un pelín azulado pero piensa que más azul era la Pitufina y tenía a toda una aldea enamorada… Y procura que haya bebida, está demostrado que el alcohol en las venas de los demás, te embellece a ti…

            Esos fueron mis motivos y mi celebración de los cuarenta fue tal y como yo quería… Ello no quiere decir que no desee que mis amigos me preparen ahora una fiesta sorpresa convencional… Por si acaso, la semana antes y la semana después de mi cumpleaños me vestiré como si me fueran a invitar en cualquier momento a una recepción de Porcelanosa…

            Mientras, os dejo un último truco espectacular: sonríe, siempre, porque es mucho mejor que los demás te vean las arruguitas alrededor de los ojos que la cara descolgada (¿Qué pasa?. ¿Esperabais algo más trascendental?. ¿Es que no sabéis a quién estáis leyendo?.)…

lunes, 23 de julio de 2012

Cuestión de Identidad.


Os sitúo: doce de la mañana del día 20 de Julio del 2012, he de presentar el I.V.A. y, como siempre, me acuerdo el último día (eso es lo más cerca que estaré jamás de practicar deporte de riesgo), así que me voy a Hacienda a pedir los impresos y las etiquetas (las mías tienen mucha personalidad y desaparecen de un trimestre a otro, emigran a titulares más ricos que les dan mejor vida). Antes, paso por mi casa a recoger a mis hijos, Hugo de 14 años y Ariel de 11, porque quería invitarlos a comer. Una vez en el organismo oficial en cuestión, mi don de gentes sólo me sirve para cruzar el arco aunque pite (que pita, de hecho creo que me dejan pasar porque el guardia de seguridad piensa que, si he de quitarme todo el metal que llevo encima, no llega a su casa a comer) pero la cola la tengo que hacer como cualquiera. Ahí estoy yo, con mis niños, más que dispuesta a mezclarme con la Humanidad (ya sé, ya sé, yo también soy Humanidad pero, mientras espero, imagino mi lugar en el mundo como me da la gana). Delante de mí hay un chico y una chica. La chica llevaba unos pantalones blancos que no eran cortos, eran breves. Se acababan enseguida. Una banda horizontal amarilla por camiseta. Varios piercings. Chanclas de leopardo. El chico vestía una camiseta verdes con dibujo de camuflaje, de esas que tienen recortadas las mangas casi hasta la cintura, un bañador hasta media pierna con motivos florales en tonos fluorescentes (digamos que el bañador tenía la tela que le faltaba a la camiseta), unas chanclas elevadas a la mínima expresión en un blanco sucio (bueno, no “blanco sucio”, sino más bien blancas, que estaban sucias), tatuajes por doquier. Se llamaban, y no bromeo, Jessi-Vane y Primitivo, alias El Cro (de Cromañón, palabra de honor) … Y no, no portaban placas identificativas, no: dos semanas antes había tenido un juicio con ellos. Él acusado, ella testigo de descargo. Llegados a este punto he de decir que soy fatal para las caras y los nombres pero a éstos los reconocí por el atuendo: aparecieron en el juicio con lo mismo (debe ser su modelito para citas importantes. Miedo me da.). Afortunadamente (y para variar), se suspendió… En ello, que El Cro gira la cabeza y me ve. Se le ilumina la cara tanto que el aluminio que llevaba en nariz, ceja y labios emite brillos preciosos… Extiende sus musculosos y peludos brazos con toda la intención de abrazarme. En un maravilloso despliegue de instinto de supervivencia, dejo caer el bolso haciendo al instante ademán de agacharme a cogerlo, con lo que mi cliente, sin poder frenar el impulso que había cogido, le da un manotazo al señor que iba justo detrás de mí (señor que llevaba bigote, con todo lo que conlleva abofetear a un señor con bigote). Me incorporo. Nos miran. Se hace un silencio.. Mi cliente exclama: “Joer, abogá, pa una vez que puedo abrazar a una tía fina”…Jessi-Vane le contesta: “Cari, ¿y yo qué?”, a lo que el otro responde: “Tu estás buena y eres un poco zorra pero fina no eres.”… El señor de bigote y yo, ojipláticos… Mis hijos, tomando apuntes… Por fin, les toca a ellos. Hacen su gestión. Se van…Obviamente, se despide con un: “Rubia, ya nos vemos en el Juzgao”… Acabo yo también y dejo al señor de bigote bien atendido… Salgo a la calle y, a los diez minutos, me pregunta mi hijo pequeño: “Mamá, ¿de qué se le acusa a ese hombre?”… Le explico que robó un N.I.F. y se hizo pasar por otra persona… Me dice: “Pues entonces lo tienes ganado porque el juez va a entender que no quiera ser él mismo.”…  Como línea argumental tiene su puntito…

domingo, 22 de julio de 2012

De Cheerleader

En fin de semana, he decidido rescatar antiguos textos que escribí en mi Facebook (os he despistado con lo de “antiguos textos” y ya creíais que iba a desvelar secretos ocultos en manuscritos egipcios, ¿eh?). Mis motivos no son nada altruistas: me sirve de copia de seguridad y creo relleno en mi blog como si mi interés en escribir tuviera solera (que no, os lo aseguro). Mañana hace justo un año que publiqué éste, así que me ha parecido una señal divina (porque sí, porque Dios no tiene otra cosa que hacer que enviarme señales: el Domingo descansa pero hace una excepción por mí)… Mis disculpas a quienes ya lo hayáis leído pero no viene mal recordar que, en cuestión de sentimientos negativos, es mejor ser inconstante: hay que disfrutar de la pena sin sentirnos culpables pero mirando de reojo la puerta entreabierta para salir corriendo… Bueno, os lo dejo (lo he copiado literalmente y, aunque está escrito para mis amigas, sólo hay que cambiar el género de las palabras para aplicarlo a mis amigos):

Al parecer, hay un virus estival que provoca depresión y que está haciendo estragos en algunas de mis amigas. Para ir avanzando, voy a decir esto en general y luego os lo repito en particular. Soy una firme defensora de la pena, creo que hay que tener pena, que hay que llorar (pero no os equivoquéis, llorando no estamos guapas, así que mejor si es en privado y con alarde de lágrimas, gemidos y aspavientos. Nada de moderación a solas), que estamos autorizadas a sentirnos lo peor…. Pero, todo esto, un ratito. No más de dos días porque, si no, se vuelve costumbre. Si veis que se alarga, acudid a alguien con espíritu, huid de quien te dice “Eso no es nada. No te quejes. Tal o cual está peor. Al menos tienes salud”… Eso no vale. No permitáis que minusvaloren tu aflicción porque cada una es subjetiva e intensa en quien la sufre y claro que puede ser peor pero consolarnos con ello implica conformarnos con nuestro problema porque no es de vida o muerte y eso no solucionada nada, es un conformismo de mediocres que, no sólo no alivia nuestro mal, sino que nos hace sentir culpables por estar tristes sin razón de peso. Cada uno se siente mal por lo que le da la gana.

Una vez instaurado nuestro Derecho a la Tristeza, estableceremos nuestra Obligación de Superarla. Porque sí. Porque hay que brillar y, si no se
puede, se finge. Porque la tristeza con medida es hermosa pero regodearnos en ella la transforma en depresión y es Medusa convertida: cuando te mira, te paraliza. Tus amigos pueden intentar ayudarte pero no son psicólogos (afortunadamente) y seguro que acaban diciendo algo que no deseas oír y que quizá sea equivocado, así que tendrás que esforzarte y encontrar un motivo que te impulse. Y nada de buscar ese motivo en la inmensidad del mar, la luz del sol, la luna llena, el amor de la amistad o la paz mundial. Todo ello ya existía desde los albores de la Humanidad y tú estás triste. Busca un motivo real, algo que te ponga las pilas, ya sea un asalto a Swarovski (con la misma intensidad que si fuera Tiffanis) o la maquinación de una venganza o el comenzar una aventura laboral… Lo que haga falta. Eso sí, nunca, nunca, te decidas por un cambio de imagen en mitad de una depresión. Te hundiría sin remedio.

Asume que, si no haces ese difícil esfuerzo, en el mejor de los casos, te quedarás sola, porque la gente acaba huyendo de tu energía negativa (existe, no lo dudes) y, en el peor, no te quedarás sola, sino rodeada de gente como tú, sin objetivos ni entusiasmo por nada.

Sois más importantes que cualquier jugarreta del Destino. Eso es lo que creo yo. Pero, si vosotras que os conocéis más, os dais por vencidas, puede que yo esté equivocada y no seáis tan valiosas. Así que ya lo sabéis. Aquí estoy y os voy a escuchar a todos y haré por animaros, un tiempo prudencial, con todas las prórrogas necesarias hasta que decidáis hacer lo posible por salir de la situación pero no más allá del momento en que os rindáis sin remedio (la clave está en el “sin remedio”). En ese momento, dedicaré mi tiempo a mis propias tristezas, llorando delante del espejo (no sé porqué hago eso, pero cuando lloro, me miro…), buscando una salida, planeando venganzas y saqueando las tiendas… O, si tengo suerte, a disfrutar de mis triunfos y valores (entre los que incluyo a todos mis amigos, los que siguen depresivos y los que no)…

jueves, 19 de julio de 2012

Oda al batacazo.


Tal y como prometí, voy a contaros los tres derrumbes más dolorosos para mi ego. No os acostumbréis a que cumpla todas mis promesas porque ya he avisado de que soy dispersa y  a veces gana mi honor y otras mi pereza. Lo que sí puedo adelantar es que, el siguiente post, será una opinión, que ya toca (el tema es sorpresa).  En cuanto a mis tres caídas (mira qué bíblico me ha quedado esto, aunque yo no alcancé la Gloria), os ruego que no sintáis pena por mí: gracias a ellas conocí gente muy interesante (enfermeras, cirujanos, farmacéuticos, sobre todo) y, lo que es mejor, la gente me conoció a mí… Ahí van:



            1º.- Llegaba tardísimo a un juicio y me estaban esperando pacientemente (y cuando digo pacientemente lo digo de verdad, porque fue uno de esos juicios en los que el compañero era, además de Letrado, un caballero y Su Señoría, otro). Atascada como iba, aparqué de cualquier forma y me puse la toga mientras cerraba el coche para ganar tiempo, cogí mi bolso nada funcional, mi maletín, mi expediente (que no cabía en el maletín) y salí disparada sobre mis botas nuevas cuyos tacones casi superaban en longitud a la caña y, bajo una ligera llovizna, me dirigí hacia la puerta del Palacio de Justicia… Entré patinando (me gustaría poner que “entré deslizándome”, con todas las Gracias inherentes a esa palabra, pero no: patinando y a trompicones). Me salvó el Guardia Civil, con un “¡¡Niña, pa´lo poca cosa que es usted, qué follón que da!!!”… Le di las gracias porque los recortes en Educación aún no nos afectaban y subí corriendo de nuevo y desafiando al Destino hasta la primera planta, donde estaban todos expectantes ante mi aparición… Y no les defraudé: conforme entraba, la capa al vuelo (a mi me viene tan grande la toga que, en lugar de imponer respeto, parezco Batman, quien, como superhéroe es una birria y su único poder es tener pasta) se enredó en mis piernas, la velocidad extrema que había alcanzado se convirtió en su cómplice, mis pies se alzaron en lo que, de haber estado allí Jacques Rogge (Presi del C.O.I., que lo he mirado en Glu-Glú, Google para los puristas), me habría valido la clasificación inmediata en los Juegos Olímpicos, la cartera y el bolso salieron cada uno por su lado, desperdigando obscenamente su contenido (y advierto: en mi bolso puede haber cualquier cosa. Ese día se materializó, por ejemplo, un destornillador), el expediente se diseminó, volando libre, mis brazos abiertos hacían que pareciera el Ángel de la Muerte (o un cuervo, vete tú a saber, pero como es mi historia, pongo lo que más me gusta)… Todo esto con la sensación de estar en una escena de Kill Bill, a cámara lenta… Hasta que mi trasero tocó el suelo… Me quedé ahí, despatarrada, sabiendo que había dejado una fuerte impresión en los presentes, mudos de asombro… Mi cliente me miraba estupefacto, seguramente valorando la idea de declararse culpable directamente, no fuera a empeorarle yo la cosa… El tiempo se hizo relativo… Rompiendo el encanto se acercó un amigo (abogado, también) que hacía tiempo que no veía. Creí que me iba a echar una mano. Le sonreí y, entonces, me dijo: “Cris, no tenía muy claro si eras tú, hasta que he visto la caída. “… Marca de la casa…



            2ª.- Estoy cenando en un restaurante con amigos y me levanto para saludar a unos conocidos que estaban en una mesa más alejada. Al volver, observo que hay una mesa redonda, por la que he de pasar, llena de chicos la mar de guapitos. Y, como yo los miro, ellos me miran. Y, como ellos me miran, yo pienso “Ahora voy a pisar con estilo y los voy a dejar impresionados”… Y, con estilo, me lanzó (con acento en la “o”) en picado un poco de líquido que había en el suelo. Quedé entre dos de ellos, ante la mesa redonda, con una rodilla en el suelo y la otra arriba, casi esperando a que me nombraran “caballero”… Ninguno articuló palabra… Seguían observándome, aunque ahora ya no creía que fuera por mi elegancia innata… Así que no me quedó más remedio que decir: “A vuestros pies….”… En su defensa he de manifestar que no se rieron ni un poquito, pero mis compañeros de cena (amigos hasta aquella noche) compensaron ese lapsus con creces… Tuve que llevar toda la noche una bolsa de hielo y fingir una lesión dolorosa para ver si les remordía la conciencia y bajaban el tono de las burlas…. Es obvio que lo único que conseguí fue que se me congelara la rodilla y se me acalorara el ánimo….



            3º.- Esta fue en el cine. Entraba a ver una película cualquiera. Acababan de apagar las luces por primera vez para los anuncios. Yo llevaba en la mano un bote de esos gigantes de palomitas… Tropecé con un escalón traicionero y, tratando de mantener el equilibrio, moví los brazos espasmódicamente… Al final, no aterricé en el suelo y, cuando iba a felicitarme a mí misma por tamaño logro, se encendieron las luces de la sala y pude observar a todos los espectadores de cuatro filas a la redonda, cubiertos de palomitas, desde el pelo hasta la cintura que se perdía en los asientos: hombres, mujeres y niños nevados… Eso sí, era preciosa la estampa…



            Lo bueno de tanta torpeza es que he aprendido a caer con glamour… Recuerdo otra vez que se me salió zapato y también me desplomé. Un viejecito que estaba sentado y lo vio me dijo: “Joven, se ha caído usted con tanto estilo que parecía que estaba bailando”… Desde entonces, cuando me levanto tras un episodio de esto, saludo y reclamo aplausos…



            El martes es mi santo, podríais regalarme tiritas, yodo y vendas… Voy a amortizarlo fijo….


P.D.; Os recuerdo que mi página de Facebook se llama "Red Carpet by Cristina Birlanga" (vale, vale, no me he calentado mucho la cabeza para escoger el nombre pero prometo que, en mi próxima estancia hospitalaria, dedicaré tiempo a mejorarlo).

miércoles, 18 de julio de 2012

Están entre nosotros...

Se me ha roto el móvil… Realmente, no se me ha roto, sería demasiado simple, para ser más exactos debería decir que se me ha quebrado, tronchado, fracturado, resquebrajado… Y, si eso es malo, lo peor es que no se ha caído él: me he caído yo, con él en la mano… Una caída que ríete tú de las de las Bolsas de Valores, sin freno, sin pudor, haciendo ostentación de la catástrofe, una oda al batacazo… He de ser sincera y admitir que tengo serios problemas para mantener la verticalidad, lo que me da pie para contar mis tres derrumbes más dolorosos (anímicamente hablando) más adelante (quizá mañana, quizá pasado, pero no esperéis mucho de ello porque son simples anécdotas. Iba a incluirlas aquí pero resultaba muy largo y os quiero aburrir por fases, no el segundo día)… Hoy me urge comentaros mi experiencia con la compañía telefónica… Obviamente, lo primero que he hecho, es acercarme a un distribuidor oficial. La sangre de mi rodilla y la herida abierta de mi mano podían esperar. Mi conexión con el mundo, no. Con el estómago encogido y haciendo cola tras dos clientes que estaban siendo atendidos con bastante desidia, la señorita por fin se dirige a mí: “¿Qué te pasa?”… A ver, vamos a partir de la base de que el tuteo está al orden del día pero éste ha sido un alarde de mala educación, un guante en la cara. He estado a punto de retarla a duelo. Un: “¿En qué te puedo ayudar?”, es razonable, lo admito, pero ese “¿Qué te pasa?” me ha dolido… Me sobrepongo a la adrenalina y le explico que se me ha roto el móvil, que deseo arreglarlo y le solicito uno mientras está el mío en el servicio técnico… En su estilo, me contesta que no me va a dejar uno de cortesía mientras lo reparan… Yo insisto diciéndole que parte de mi trabajo se realiza a través del teléfono: mis e-mails, las notificaciones (confieso que, en realidad estaba pensando “¡¡¡Mi Facebook!!!. ¡¡¡Mis WhatsApps!!!”, pero ella no lo sabía)…  Responde: “No te voy (no dice “no puedo”,  dice “no voy”) a dejar otro móvil y éste no estará hasta dentro de quince días.  Aunque no te guste, lo tomas o lo dejas.”… Prometo que iba a contestar en consonancia pero luego he pensado que quizás esa última frase la dejó marcada cuando, al nacer, se la escucho al médico dirigiéndosela a sus papis (eso es un poco cruel, lo sé)… Además, yo tenía un arma secreta que ella desconocía: ¡¡¡mi número no lleva asociada permanencia!!!... El triunfalismo con el que he mostrado mi As en la manga sólo ha sido superado por la parsimonia con la que ella se ha tomado la noticia… Os aseguro que casi le pongo unas letras de esas distorsionadas que tienes que copiar para demostrar que no eres un robot… Me ofrece un nuevo terminal, con permanencia de 18 meses… Le repito, reitero, insisto en que yo quiero arreglar el mío y se limita a mirarme… Me he rendido, lo confieso… Mi móvil está arreglado (en dos horitas, por cierto) por otras vías y he comenzado los trámites para cambiar de compañía. Mis heridas van cicatrizando y al mundo le digo que me las he hecho salvando a una ancianita de un atropello seguro (no hay necesidad de hacer alarde de mi torpeza si puedo dar una explicación más acorde con mi ego)...  La primera llamada que he podido hacer ha sido a mi familia, para advertirles de que existen entre nosotros seres de un Universo paralelo, que, aunque son antropomórficos, no tienen cerebro pero, a pesar e ello, a poco que nos despistemos, acabarán dominando el mundo a base de tocarnos la moral (de la que también carecen, por cierto) y que he conocido a su líder… No os engañéis, las compañías telefónicas son sus lanzaderas… ¿Cómo si no se justifica que cuando llamas al Servicio de Atención al Cliente no haya servicio, ni atención, ni te traten como a un cliente sino como al enemigo a abatir?...  ¿¿¿Podré ponerle lentejuelas al uniforme de la Resistencia???...

martes, 17 de julio de 2012

Es lo que hay...


Me han dicho que el primer  post (he tenido qué preguntar cómo se llamaba el texto publicado en el argot de Internet: hasta ahí llega mi desconocimiento de dónde me estoy metiendo) ha de ser un resumen, un pequeño índice de los temas que vas a tratar… Pues no puedo. Soy dispersa. Y caótica. No sé de qué hablaré ni el tono… Además, yo no quería escribir un blog. Pensaba que la razón de esa renuencia se encontraba en mi modestia, porque no me veía capaz de interesar a nadie. Pues no. Me he estudiado a mí misma (un segundito o dos. Lo obvio no necesita dedicación. Y soy rubia, por vocación) y he concluido que es justo al revés: mi vanidad alcanza cotas tan elevadas que no sé si podrá superar que el resto del mundo no caiga rendido ante mis letras… Es lo que tiene una vanidad como la mía: es una entidad propia. Por ello, aunque mi persona anhela ser buena, dócil y beatíficamente humilde, mi engreimiento me impide desarrollar tan altas virtudes más allá de una leve caída de ojos (que aprovecho para que se aprecie lo bien maquillados que los llevo)… Así que aquí me encuentro ahora, tratando de parecer interesante (por favor, valorad que haya puesto “tratando de parecer interesante” porque he resistido a mi demonio particular que me impulsaba a poner “tratando de que vosotros, ¡oh, mortales!, reconozcáis mi valía y me encumbréis al alto puesto que me corresponde en la jerarquía del Universo”… Sí, ya lo sé, es un demonio un poco cursi pero las ideas las tiene clarísimas) y divagando… Y eso no es lo peor, lo catastrófico es que divagaré hasta límites insospechados. No tendré medida: trabajo, familia, ocio, política, cine, libros, grapadoras (naturalmente, esto se me ha ocurrido porque tengo una delante), religiones, mesas de centro, sabores de helado, Samsung o iPhone, patos, leyes, moda, adicciones,  clases de patatas, salud, niños ajenos (los otros entran dentro de la categoría “familia”, por más que, a veces, nos fastidie), amores, canallas, amores canallas,  viajes (incluidos los astrales), frases hechas… Y siempre esperando que me leáis porque no soy tan necia como para querer que creáis que sólo escribo por el placer de hacerlo. Si escribiera por  placer, me limitaría a copiar El Quijote (o el Kama Sutra, que sería más coherente). Yo escribo para que os riáis, o lloréis, u os indignéis, para remover sensaciones. Mi deseo es alcanzar, con cada post (no me gusta la palabrita, que conste), una reacción en vosotros y perfeccionar esa facultad hasta convertirla en un superpoder… De ahí a dominar el Mundo, es un pasito…

Así empezamos...

Pido disculpas de antemano (porque luego no pienso hacerlo: una vez escrito, lo será con toda la intención del mundo) por lo que diga y pueda molestar. Vaya por delante que ello representará mi opinión pero soy consciente de que pueden haber otras, mucho mejores y más expertas (aunque también las habrá mucho peores)...