miércoles, 24 de diciembre de 2014

Egolatrémonos.


Me encuentro a Hugo haciendo caras ante el espejo, así que le pregunto: “¿Qué pasa, cariño?. ¿Intentando ligar con Alicia?”. Sin apartar la vista, me contesta: “Estoy pensando en vivir de mi cara bonita”. La mar de interesada, le digo: “¿Vas a ser modelo?”. Rapidísimamente, me replica: “¡¡¡Noooo, eso implicaría trabajar!!!!. No, a mí me van a pagar los modelos trabajadores para que no les haga la competencia”… Creo que me he pasado potenciando la autoestima de mis hijos…

Lo cierto es que, si el exceso de autoestima es malo, su defecto es peor. Con el primero fastidias a los demás, que tienen que soportarte, pero con el segundo te fastidias tú, que no te soportas. Y eso lo digo con conocimiento de causa: en los dos lados he estado yo, que antes era guapa. Bueno, vale, reconstruyo la frase: “Yo antes sabía producirme (cinematográficamente hablando) para parecer guapa”. Ahora, no sé si ha disminuido mi capacidad de transformación o ha aumentado la grosería ajena. Y es que han intentado  mermarme la confianza en mí misma de la forma más sutil: no me han dicho fea, ¡¡¡me han comparado!!!. Allá que voy yo a cenar con un grupo de amigos de esos enormes que florecen en Navidad, toda peripuesta de brillos y fulgores, autodedicándome poemas de lo monísima que me veo y, en un momento dado, cuando llega la hora de la verdad (de la verdad etílica, quiero decir: cuando el alcohol suelta la lengua y acorta las entendederas), le comenta uno de mis compañeros a la amiga con la que estoy hablando: “Eres la más guapa con diferencia”. Yo, en ese momento, como la quiero y sé que es verdad, sonrío (yo sonrío de corazón, lo prometo, y algún día os contaré la razón, que si lo hago ahora perdéis el hilo de la escena). Siguen los halagos hacia ella y ya no somos tres, hay dos personas más, otra chica y otro chico, que asiente (el muchacho) a cada palabra del adulador quien, envalentonado, se vuelve hacia mí y me suelta: “La verdad es que podrías dedicarte a ser su representante”… ¡¡¡¿Por qué estoy de repente en medio de la ecuación?!!!. ¡¡¡¿Y por qué me eligen a mi como su representante?. ¿Qué pasa?. ¿No puedo aspirar a mi propia carrera de guapa?!!!.. Y no te quedes callada un momentito, como me quedé yo, puesto que los canallas sin filtro se ven impelidos a llenar el silencio explicándote lo que han dicho: “No, si lo digo para que al menos rentabilices el tiempo en el que estás con ella, que nadie te ve”. ¿Qué contestas a eso?. Yo sólo pude balbucear: “El que nadie me pueda ver no llega a ser un problema para tratar de compensarlo. Lo que sí merece rentabilizarse en cantidades  industriales es el hecho de no poder dejar de oír sandeces”.

Las comparaciones son odiosas, sobre todo cuando el que sale perdiendo eres tú, y ese ha sido el caso, pero hay niveles ofensivos y niveles inofensivos. Yo, cada mañana, al irme de casa, saludo a la chica que limpia la escalera de mi edificio. Un día, limpiando el rellano de mi planta, tocó al timbre sin querer, y abrí casi recién levantada. Se disculpó y le dije que no pasaba nada. Al salir para irme a trabajar, volví a encontrármela en el portal y me paró. Me preguntó: “¿Quién es la chica que vive en el sexto”. Creyendo que me estaba vacilando, le contesté con sospecha: “Soy yo”…. Me miró atentamente y me dijo: “No puede ser… ¡¡¡Si tú eres guapa!!!”. Vale, me comparó conmigo misma y salí perdiendo pero es que yo soy esa, la arregladita, muchas más horas al día que el desastre visual que se levanta de mi cama cada madrugada (tempranera que es una). Soy una princesa encantada, soy Fiona antes de decidirse por el lado oscuro: ogro de noche,  noble de día. Mis hadas madrinas tienen nombre lujosos: Chanel, Sephora, Helena Rubinstein… Me habría gustado más ser Lady Halcón, la verdad, pero es que me quedo en pato, que siendo también un ave, me obliga a matizar mucho la analogía y me ha dado pereza.

Hay un momento básico en el que el ser tan maleducado como para comparar puede destrozar el ego de tu pobre víctima: cuando alguien va perfectamente tuneado para la ocasión. El orgullo de los demás no se puede tocar cuando el otro se ha esmerado en su aspecto. Da igual si te gusta o no el resultado. Te callas o alabas a otro individualmente, sin usar a esa persona que ha gastado un esfuerzo en engalanarse como punto de referencia. Esto sólo tiene una excepción: puedes decirle a una madre “Qué hijo tan precioso tienes, nada que ver contigo, ¿eh?”, que no se va a molestar.

Al principio he dicho que “han intentado mermarme la confianza en mí misma” y yo no uso las palabras a la ligera. Lo han intentado pero no es tan fácil. Las lentejuelas, las gasas, las faldas largas, las faldas cortas, los brillos, los tacones imposibles, la sonrisa, son escudos. Yo soy la Reina del Baile y, cuando nadie lo ve así es porque voy de incognito para perfeccionar ese estatus o porque rindo tributo a mejores Reinas que yo. Cualquiera que asista a un evento, al trabajo, a la zapatería o a dar clases de jotas aragonesas, debe ir convencido de que es el Rey/Reina del Baile, y si te comparan o ningunean, sonríe con condescendencia porque en toda Corte hay un Bufón.

P.D. CONSEJO NAVIDEÑO. Una bruja adoptiva me dijo una vez: “Para ir a una fiesta y que nadie te vea, no vayas”… ¡¡¡Sed excesivos!!!. www.youtube.com/watch?v=K8qJn66hhao

jueves, 4 de diciembre de 2014

Tóxicamente correcto


Me advirtió una vez una persona maravillosa: “En nuestra profesión, hay abogados y hay compañeros”. Hoy he tenido que tratar con un grandísimo..........abogado (nótese que son exactamente diez puntos suspensivos, intercambiables por otras tantas letras).

Y no es que me haya apuntado al “donde dije digo, digo diego” y vaya a hacer un post contraviniendo el anterior, dedicándome a hablar de las malas personas. No. Sólo doy un paso más: siempre hay quien se ha decidido por no seguir el instinto primario de bondad y ha hecho un oficio de la mala baba. Y a ese lo voy a poner de vuelta y media.

Hartita estoy de que me digan que tengo que huir de las personas tóxicas. Me planto. Que no. Les voy a dar tanto por saco que las que se van a ir son ellas. Paso de los mantras del tipo “Yo elijo ser feliz”, “Yo merezco respeto”… y voy a esgrimir directamente el “Habla chucho, que no te escucho”.

Conozco a una abogada (otra) que es perfecta, inteligente, guapísima, superestilosa y que irradia ese sublime primor contagiando a su señor esposo y a sus retoños, de un mundo ideal todos ellos. Siempre, siempre sonríe. En su caso no cabe preguntarse si el árbol que cae en medio del bosque ¿hace ruido si nadie lo oye?. A ella sólo le es aplicable la cuestión de si deja de sonreír cuando está sola, ¿ilumina su alegría si nadie la ve?... No la trago. Pero nada. La observo como observo a cualquiera que se esté liando un cigarrillo: sospechando que no es sólo tabaco. Al principio me hacía sentir culpable (ella, no el fumador) porque creía que era una manifestación de la envidia más vil. Pero no, era mi sexto sentido. Tiene gran capacidad para echar por tierra acuerdos complicados y luego decirte cuando le reconvienes por ello, con los ojos hiperabiertos (dejando ver la rana tras la princesa), la mano en la base del cuello y una voz de lo más cantarina: “¡¡¡Ooooh, me sorprende lo que diceees!!!”… Pues ya os aviso de que me lo he apuntado, que voy a usar la frasecita para todos los enfrentamientos gratuitos que me impongan, sin pudor, sin dolor de conciencia, mimetizándome con ese bellezón indigno (voy a tenerla en mi mente mientras lo digo, para acercarme a su maestría), hasta voy a imaginarme su holograma superponiéndose a mi imagen física. Lucharé contra el Mal con el superpoder de mi anti-heroína. Imagináos al cretino de la oficina, ese cuyas pifias pagas tú porque tiene en su poder el mando del ventilador y provoca que las responsabilidades que estaban en su mesa salgan volando lejos de él, derechas a ti. Pensad que estáis ambos ante el jefe, explicando un error. Contad con que el tóxico va a decir que delegó en ti, que te lo encargó a ti, que tú le dijiste que lo harías (cualquier cosa que te impute el delito). En esas circunstancias,  emitir un “eso no es cierto” resulta demasiado blando pero un “¡¡¡Oooohh, me sorprende lo que me diceeees!!!”, maravillosamente sobreactuado, con batida de pestañas, desubica, desconcentra y hace balbucear al más espabilado, y aquel que balbucea pierde credibilidad.

Los trepas, los tóxicos, los manipuladores no se dan por aludidos cuando intentas evitarlos ni se largan porque les hagas un feo, hay que ser sutilmente peor que ellos, con más inteligencia, mayor elegancia y menor crueldad. Porque, desengañaos: esos libritos que te ayudan a sacarlos de tu vida los han escrito ellos para teneros ocupados haciendo ejercicios de buena educación. El único consejo que ofrecen y que serviría es el de alejarse de ellos pero el 99% de las veces no puedes porque implica tu renuncia a un puesto de trabajo, a amigos comunes, a cenas familiares. Sólo hay dos caminos en esos casos. Ignorarlos o hacer que se sientan tan mal contigo que sean ellos los que no quieran saber de ti. Ingeniosamente, sin maldad de la fea: que siempre se sientan a comer al lado tuyo en las reuniones de amigos, pues tú estornudas a intervalos obscenamente próximos, le coges comida de su plato (mucha y paseando el tenedor), sorbes la sopa, le hablas siempre haciendo aspavientos y señalándole con el cuchillo (esto es muy Hitchcock); que te envían continuamente indirectas peyorativas, pues ya sabes, el mencionado “¡Habla chucho, que no te escucho!” o su variante vengativa “¡Espejo, espejo!”…. Reíros, reíros, pero no hay mayores abusones que los niños demoniacos de nuestra infancia y sobrevivimos la mar de bien con esas frasecitas.

Hace poco, recogí a Ariel de una fiesta. Le veía mala cara y le pregunté qué le sucedía. Me contestó: “Lucas se ha comenzado a insultar a todos y a empujar a los más pequeños y aún tengo arcadas”. Extrañada, inquirí : “¿Te ha asustado?. ¿Te has agobiado?”. Me miró con sorna y me contestó: “No, mamá. Ha sido empatía: tratando de entenderlo me he puesto en su lugar y me he dado asco a mí mismo”... Tras un segundo de silencio, añadió: “Así que he ido y le he dicho: 'tío, entiendo que seas tan petardo, por algún sitio ha de salirte la rabia de haberte tocado ser tú'. Creo que aún está pensando qué he querido decir…”. Eso es lo que prometo hacer ahora, atacar tan sibilinamente a los sicarios de la puñalada por la espalda que no puedan ver por dónde llega mi defensa reconvertida en ataque, les administraré de su propia medicina pero con dosis homeopáticas (infinitesimales) que no hay necesidad de descender a sus niveles y, si me descubren y me reprochan mi actitud belicista, siempre puedo recurrir al escudo mágico: “¡¡¡Oooohh, me sorprende lo que me diceeees!!!”…



martes, 25 de noviembre de 2014

Punto (de vista) y aparte...


“¡¡¡Mamáaaaaa!!!...Tengo mucha hambre y no hay nada para comeeerrrr….”. Y una, que sólo tuvo media hora para ir de compras tras el trabajo y se vio en el brete de escoger entre llenar la despensa o el armario con unas botas preciosas, le contesta salvando la situación: “Hugo, cariño, no me ha dado tiempo a ir al supermercado. Mientras yo me pruebo mi nuevo calzado, mira bien por la nevera: creo que hay yogures”. Nuevamente escucho: “¡¡¡Están caducados!!!”. Con sabiduría y condescendencia, le digo: “Las fechas de caducidad son orientativas. Puedes comértelo”…. Tras un silencio pacífico, me replica: “Ya, mamá… Pero pone: ¡¡¡Octubre del 2012!!!”. Y entonces, Ariel aparece conciliador y sentencia: ”Cómetelo, Hugo, sales ganando: ahora es bífidus y, si no te envenenas, se te pasa el hambre y, si te envenenas, mueres y también”.

Eso se llama perspectiva positiva. Vale, es verdad que ese ejemplo, precisamente, está un poco emponzoñado por el sarcasmo (y las bacterias) pero no vamos a ser tiquismiquis (¡¡¡mira tú por dónde: lo mismo le he dicho a los de los Servicios Sociales!!!). Y yo la agradezco porque estoy hartita de las visiones catastróficas que pululan a sus anchas por las redes sociales y en la calle.

Yo creo en la gente. Creo firmemente en que cada individuo es una buena persona, que a veces comete actos malvados. Y sé, porque yo me incluyo en esa definición, que cada decisión ruin que tomamos viene condicionada por miedos, circunstancias mal interpretadas, conflictos internos y un sinfín de influencias negativas. No quiero decir que no seamos responsables de esa mala medida que adoptamos ni que no debamos pagar las consecuencias pero defiendo ante cualquiera que no está en nuestra naturaleza más profunda el optar por ser mezquinos. Ahora bien, la masa me produce un miedo tan profundo que tiendo a olvidarlo para no vivir en el desasosiego continuo. Como “masa” somos necias marionetas (hasta Hulk, al convertirse en “Masa” se vuelve más tonto: metáfora total de la vida), al servicio de modas sibilinamente impuestas. Y ahora está de moda que los propios españoles denosten España y que personas inteligentes alaben los programas de “Podemos”. Ufff, que pereza, por Dios… Vamos a ver, almas cándidas, en un país en el que millones de personas han dejado de fumar animadas por la Ley, aparece un señor vendiendo aquello de lo que nos habíamos librado: humo… e inhalando, inhalando nos hemos intoxicado y no vemos las incongruencias evidentes, empezando, anecdóticamente hablando, por el nombre. Un izquierdista de toda la vida ha escogido como nombre de su partido una traducción literal del “Yes, we can” estadounidense y capitalista, pudiendo escoger, a medio español de raza que se sienta, un nombre mucho más castizo… Os doy una pista: ¿qué os decía vuestro padre cada vez que os pedía algo y contestabais que no podíais?… Exacto, acudía a uno de los refranes más usados por los progenitores hispanos de todos los tiempos: “hace más el que quiere que el que puede”… “Queremos” sería mucho más original, claro que menos honesto porque con el escogido siempre pueden añadir siglas “P.P.N.Q.” (“Podemos…pero no queremos”, para los menos rápidos)… Que no digo yo que la política no esté corrompida en un alto porcentaje pero en lugar de aplaudir a los que dan berridos y lo llaman “New flamenco” para justificar la falta de talento, miremos con perspectiva para ver que, en realidad, es una chapuza disfrazada y vamos a ensalzar a personas realmente competentes y preparadas. Y que conste que es mi opinión (no voy a decir que “es tan válida como la de cualquiera” porque no es verdad: según con quien me compare, es mejor… o no) y de  las que sean distintas a las mías, respetaré unas y toleraré otras (que no es lo mismo). Eso sí, lo que me cuesta mucho más soportar es la crítica feroz a mi país por sus nacionales y parto de la base de que es un derecho denunciar situaciones precarias, injustas o insostenibles pero también defiendo que las formas deben ser adecuadas y los argumentos contrastados porque, de lo contrario, no estamos buscando equidad sino una vendetta, al más puro estilo mafioso, vulgar e inútil.

Tener la capacidad de abstraerte de tu realidad y asimilar la posibilidad de que haya otras perspectivas tan legítimas como la tuya (excluyentes o no) te da un poder de reacción que ya lo quisieran en la NASA. Y ya puestos, vamos a escoger quedarnos con el brillo de las cosas y no con sus sombras.

Hace poco, íbamos en el coche mis hijos y yo. Hugo comenzó a hablar de series de televisión y me preguntó qué era la Interpol, el FBI, la CIA... De ésta última le contesté que era la agencia de Inteligencia Americana, básicamente, una agencia de espionaje. Enseguida me dijo: “Mamá, de eso no tenemos en España, ¿no?”. Naturalmente, le contesté: “Sí, Hugo, es el CNI”. Tras un segundo me replicó: “¡¡¡Pues sí que somos malos que nunca he oído hablar de ellos!!!”… Mientras me quedo pensando en ese punto de vista, coincidiendo con su apreciación, Ariel sentencia: “Al revés, Hugo…. ¡¡¡Qué buenos somos que nadie ha oído hablar de ellos!!!”…  No sé vosotros, pero yo soy mucho más feliz con la perspectiva de tener los espías más invisibles del mundo…

martes, 16 de septiembre de 2014

In-citando...


Me ha llamado una de mis amigas y me ha dicho, así de sopetón: “¡¡¡Tengo una cita!!!”.  Se ha hecho un profundo silencio en el que yo esperaba ansiosa una frase contundente, un conjunto de palabras con un significativo mensaje… ¡¡¡Cómo no estaré de mal que oigo la palabra “cita” y pienso antes en Séneca que en hombres (vale, Séneca era un hombre pero me refiero a uno vivo)!!!. Afortunadamente, ha interpretado mi confusión como prudencia y ha continuado explicándose hasta acabar pidiéndome consejo. A mí. Pobreta.

Estoy convencida, sinceramente, de que mis conocidos piden mi opinión sobre asuntos amorosos para darle emoción a sus relaciones: seguir mis instrucciones supone un riesgo y la gravedad de las consecuencias de escoger hacer caso de una recomendación mía es equivalente a elegir cortar el cable rojo o el azul.

Y es que me pongo a pensar, entro en matices y me pierdo. En primer lugar, las primeras citas no son tan importantes. Son como las fachadas: el buen estado de la misma puede coincidir o no con el buen estado del interior. Son indicios de lo que te espera pero nada definitivo o constante. Así que, primero, hay que relajarse. Yo a veces me relajo tanto que acaba dándome pereza. Mi amiga Nuria dice que la Pereza es pecado (también lo dice Dios pero es que mi amiga habla más alto y lleva zapatos más bonitos), por lo que me aplico el cuento y la supero (a la Pereza, no a mi amiga). Pero casi nunca lo hago a tiempo… y llego tarde. Y ahí salen los puristas con aquello de que la impuntualidad es una falta de respeto. ¡¡¡Hijos, qué poca amplitud de miras!!!. Yo llego tarde porque quiero estar perfecta. Quiero ser agradable a la vista, eso es motivación positiva. Una vez, le dije a mi hijo Ariel que mi madre siempre comentaba que me habían concebido en Canarias. El bendito me contestó: “¡¡¡Anda, mamá, entonces no es que seas impuntual sino que tienes jet-lag natal!!!”.

Me fascina la gente que es capaz de dar premisas sobre la cita perfecta. Mare de Deu, si eso es un caleidoscopio infinito con miles de variantes a tener en cuenta. Que no se puede, te lo digo yo. Da igual los parámetros que te pongas, como el chico que te gusta aparezca en vuestra cita vestido de lagarterana, le has encontrado excusa y su gracia a la milésima de segundo. Ahora, como hayas quedado con uno que ni fu, ni fa y llegue con el botón de la camisa roto, lo miras con sospecha pensando que es un desaliñado y, aunque luego el pobre te explique que ha tenido un ataque de ninjas de camino al restaurante y que, a pesar de sus múltiples heridas, se ha presentado a la cena porque desea mirarse en tus ojos, la magia ya se ha roto.

¿Nadie recuerda a posteriori lo engañosas que son las primeras citas?. Lo difícil de aceptar es que no son engañosas porque finjamos, la capacidad de fingir tiene sus límites (aunque sé que hay quien los desafía cada día), sino que el problema principal es que nos esforzamos en sacar lo mejor de nosotros mismos en ellas y, en ocasiones, eso también es lo más fastidioso de nosotros mismos. Yo me enamoré perdidamente de un chico por la sensibilidad que demostraba al principio y lo dejé por blando. Otro me subyugó con su sentido del humor y acabó pareciéndome un payaso sin control. Otro más me encandiló con su saber estar y al final resultó que sólo sabía estar pero no sabía ser.

Yo he tenido citas desastrosas, citas fantásticas y citas que han sido ambas cosas dependiendo de a qué parte de la pareja (o del cuerpo) le preguntes pero confieso que, cuando he acertado, ha sido por mera probabilidad, porque tocaba, no por una decisión consciente. Tened en cuenta que cuando la acepto, ya llego a ella medio enamorada porque creo en el amor a primera vista…. ¡¡¡¡y se me olvida que tengo cuatro dioptrías y media en cada ojo!!!!. Así me va: no les veo el perfil físico, imaginaos el psicológico (de hecho, en alguna ocasión he pensado que los de Mentes Criminales se pondrían las botas con algunos de los que me he encontrado enfrente). Con lo que yo he sido….

En cualquier caso, hay un consejo que nunca falla: elige siempre un buen restaurante así, al menos, podrás sustituir la Lujuria prevista por la Gula sobrevenida que, a veces, es más satisfactoria….

Mientras escribía esto, Hugo me ha preguntado: “Mami, ¿qué haces?”. Solícita, le he contestado: “Una amiga me ha pedido mi opinión sobre las citas y he escrito un post”. Hugo me ha mirado feliz y me ha replicado: “¡¡¡Muy bien, mamá!!!... Ya tienes opinión, ahora sólo falta que te pidan una cita y comprobarla. Pasito a pasito”. Dolida por la veracidad, le he dicho indignada: “Pues que sepas que mis amigas creen que si no tengo citas es porque a los chicos les doy miedo…”. Mi hijo me ha mirado y me ha comentado: “Claro, mamá, estoy seguro de que los chicos están muertos de miedo….¡¡¡pero por si les dices que sí!!!”… Eso me pasa por continuar cualquier conversación que empieza por “mami”, es que me despistan los canallas…

miércoles, 27 de agosto de 2014

Brujas, S.L. (Sin Límites).


Anoche vi una película de miedo con mis hijos. La única que no pudo dormir, fui yo. Así que esta mañana le he preguntado a Ariel si él no valoraba, ni siquiera tangencialmente, la posibilidad de que se manifiesten espíritus y fantasmas. Me ha mirado socarrón y me ha contestado: “Mamá, los mayores están todo el día quejándose de lo mala que es la vida, así que no creo ni por un segundo que, después de muertos, quiera volver ninguno… Claro que, tras ver la cara que tienes esta mañana, igual me replanteo la existencia de espectros.”… Pasando por encima de la grosería, seguí indagando y le dije: “¿Y en la magia?. ¿Crees en la magia?”. Muy serio me ha replicado: “Sí, en eso sí: cada vez que consigues hacer unos San Jacobos sin que arda el aceite…”.

Invariablemente he creído en la magia. Estoy convencida de que se manifiesta cada día pero estamos tan absorbidos por lo urgente que lo importante se nos escapa. Ha habido mucha en mi vida estos últimos meses que ha provocado que conozca a personas de cuento: Nuria, Esther, Begoña, Yolanda y Tania (que han traído consigo seres fantásticos y talentosos, manías nuevas, adicciones subrayadas, fuerza, poesía e incluso la promesa de conocer a dos vikingas tremendas que hacen que sonría sólo con la perspectiva). Y todas, somos brujas y somos magas y no hay princesas perezosas ni niñas perdidas y aunque a veces nos despistemos, acabamos apreciando belleza y diversión en el desvío. Los descreídos llamarán casualidad a la concatenación de hechos que ha tenido que producirse para que mis correligionarias y yo nos encontremos pero casualidad es tropezarte con un paisano en Londres, la conexión inmediata con personas absolutamente desconocidas hasta ese momento, es magia. Y si ha sido el Universo el que ha confabulado para unirnos, ya os digo yo que las conclusiones de nuestras reuniones deben ser consideradas como verdades universales y reflejarse en un Grimorio como encantamientos efectivos para alcanzar el estado de bienestar absoluto. Y os adelanto varios:

1.- Hay que imitar al líder, pero sin pudor y tomando nota. La educación, el saber estar y la elegancia se aprenden. Cualquiera que sea tu meta: busca al mejor y haz lo mismo que él. Innovar es para genios y ya sabemos que los genios son muy útiles pero viven encerrados en lámparas maravillosas y su vida social no da para ser perseguidos por el cura y la Inquisición. No pierdas tiempo y esfuerzo tratando de ser más que otro: cópialo y, cuando lo hayas logrado, pon tu toque personal.

Eso implica, para que quede claro, que a nosotras, las magas majas, en igualdad de condiciones, los bellezones nos caen mejor. Lejos de validar el tópico que dice que las mujeres nos envidiamos, cuánto más mona y arregladita es tu amiga más podrás instruirte tú. Y que conste que la definición de belleza es “el conjunto de cualidades de las cosas o de las personas, cuya manifestación sensible produce placer, deleite o admiración”, así que ahí cabemos guapos y feos. No hay excusa para no anhelar ser fuente de inspiración.

2.- Quiere a las personas no sólo por cómo son contigo sino, sobre todo, por cómo eres tú cuando estás con ellas. Mi mejor amiga de los tiempos eternos me dijo una vez que yo era una mezcla entre el personaje de Reese Whiterspoon en “Una rubia muy legal” y el de Nicole Kidman en “Los otros”. Teniendo en cuenta que creo que somos amigas porque caminamos por Mundos Paralelos y ello implica que no podemos tener ni enfrentamientos directos ni la esperanza de entendernos, me limité a captar la esencia de la comparación, darle las gracias (porque no es necesario comprender a alguien para quererlo y esperar lo mejor de él) y ligar ambas películas a un mismo recuerdo, que ya es difícil... Cuando pierdo mi esencia, cuando no recuerdo quién quiero ser, las veo (la primera peli más que la segunda, la verdad, porque he de confesar que sospecho que la similitud con Nicole se limita al pelo, al vestir de negro y a la mirada de mal genio que pone de vez en cuando), evoco la imagen que tiene de mí una de las personas que más me aprecia y modifico mi actitud sombría para aspirar a merecer ese concepto.

Preguntad a quien os estime que identifique vuestra personalidad con una canción o con una película y escuchadla o visionadla de vez en cuando para refrescar esas cualidades que tenéis y que os hacen “queribles”. Es una inyección de energía veros con los ojos cariñosos de otros.

3.- Si crees que no puedes con algo, sé rotunda, utiliza hechizos sin pudor (una llamada para mandar a hacer puñetas a quien te amargue la vida cuenta como hechizo y contará como tal hasta el día que alguien consiga hacerme entender que el móvil no es una varita mágica que te pone en contacto, te hace llegar a sitios, te descubre secretos, te hace reír, te hace llorar… ¡¡¡y además brilla!!!) u organiza un aquelarre para unir fuerzas, con brebajes (desde que le ponen tanta hierba a los gintonic, y tantas medidas de especias, pueden ser considerado como pociones) y  risas (ya habrá quien las considere siniestras y le dé su toque "brujeril" porque la alegría a veces es sospechosa para gentes confusas)… Eso sí: lo más cercano a una escoba tendrá que ser el cepillo de la máscara de pestañas.


P.D: Nuria, Esther, Begoña, una tarde con vosotras supone abrir las puertas de la Iberia antigua, convertir a Begoña en sirena, cruzar autovías caminando, abrir coches con llaves viajeras, hacer aparecer y desaparecer teléfonos que no se han movido, comprar en China, entrar furtivamente en aparcamientos desiertos…

Yolanda, un día contigo es concentrar mil experiencias en una conversación alegre, es ver la energía expandiéndose en colores, es descubrir la poesía a gritos, es sonreír con los recuerdos tangibles que regalas cuando te casi vas (porque los trenes cambian su destino para ti y, sobre todo, porque nunca te alejas)…

Tania, unas horas contigo es adquirir sabiduría, suspirar para avivar el fuego, descubrir poderes ancestrales, es ver el camino y disfrutarlo, es ponerte el traje con superpoderes y activarlos.



Tania te empuja desde http://taniaevans.es/

REP.D.: PURA L. te hemos reservado un sitio...

viernes, 8 de agosto de 2014

Zarandeando certezas.


         Anoche, ante un plato exquisito de zamburiñas, a mi mente dispersa le dio por manifestarse y no pude evitar pensar “Esto es lo más cerca que yo voy a estar jamás de hacer el Camino de Santiago”…. Y, acto seguido, mi personalidad paralela me susurró aquello de “Sí, sí, bonita. ¿Cuántas veces has tenido que comerte tus palabras después de decir  de esta agua no beberé?”

         Hace poco, parafraseando una de esas citas que pululan por internet, me dijo mi hijo mayor, cuando le pregunté si se me notaban los kilos de más: “Mamá, el cuerpo está compuesto por un 90% de agua. Más que gorda, estás inundada”… Ya sabéis de donde viene ese sobrepeso: de toda el agua que prometí no catar. Y últimamente me he dado un atracón. Juré y perjuré que nunca subiría en un autobús urbano. Cuarenta años pensando que era una experiencia que prefería no tener y de repente, me quedo sin coche, sin taxi disponible, sin tiempo para esperar y veo un rectángulo verde que promete llevarme donde debo estar. Allá va Cristina, a las cuatro de la tarde, con sus lentejuelas (pocas, que era de día, pero existentes), sus tacones, sus collares XXL, su bolso rojo y su melena al viento (figuradamente, que no corría una triste brisa), subiéndose a un autobús. He de decir que lo único que me disgustó del viaje fue el hecho de que no hubiese un mal paparazzi que captase el momento histórico. Bueno, eso y un señor que, al notar que casi me caigo en una curva (y eso que iba sentada) me dijo, muy ufano él: “Señora, no es usted carne de autobús”. Con mi cara más digna, le respondí “No, señor, no. Mis amigas me dicen que soy más bien carne de telediario. Así que cuidadito conmigo”... Lo tenía merecido. Por llamarme “señora”.

         Pero es que los desconciertos existenciales sobre mis propios gustos no han quedado ahí: desde que tuve edad para ello, nunca he salido sin maquillar de casa. Afortunadamente, había tenido mi careta de la Señorita Pepis para practicar y se me daba de maravilla, así que creo que no parecía un payaso (por eso, al menos). Este año he roto la regla. Un poco. No del todo. Para días y planes muy sport y contados. Media mañana aguanté, en realidad…. De esto sí existe documento gráfico porque tuve que probárselo a mi hermana. La culpa es de Nuria Montes y su blog, en concreto éste, en su “Puesto nº 1”: http://lascarries.wordpress.com/2014/06/05/la-alquimista/. Además, me he apuntado a un gimnasio contraviniendo todas mis ideas al respecto. He descubierto que el estar inscrita no adelgaza ni te pone en forma, que también he de ir. Puede que lo haga. El día menos pensado. Tienen piscinita y sauna. Cuando inauguren la peluquería voy fijo.

         Partiendo de la base de que yo creo que el verano fue una broma pesada que se le ocurrió a Dios en un día tonto pero que, como alguien le rió la Gracia (la famosa "Gracia de Dios"), cual niño pequeño, Él la repite todos los años (seguro que la playita y todo eso está fenomenal pero no son necesarios 40 grados), he de confesar que el estío me agota, me pone de mal humor, me ralentiza y me dilata (un 5% del 10% que no es agua en mi cuerpo es pura dilatación, no gramos extras), así que esos pequeños cambios de opinión suponen una refrescante sorpresa que me revelan un misterio sobre mí misma y me hacen sonreír, sacuden mi perspectiva y me sacan de la rutina por el simple hecho de dejar de ser yo durante un segundo, sumar una experiencia que me habría sido ajena de mantener mis convicciones y conseguir convertirme en un yo más amplio (espiritualmente, me refiero, que el temita del peso está siendo recurrente en este post, sin venir a cuento porque estoy la mar de estupenda).

         He entrado en racha. Voy a cambiar todos mis "Jamás beberé de esta agua" por un "¡¡¡Madre mía, lo que me estaba perdiendo!!!" o  un "¡¡¡Pues no está tan mal!!!", según el grado de satisfacción. A malas, podré decir, con conocimiento de causa "Jamás volveré a beber de esta agua".  En el camino me voy a divertir y me voy a descubrir. También me voy a caer, figurada y literalmente, que recuerdo yo, cuando salieron los zapatos de cuñas tremendas, que afirmé rotundamente: "¡¡¡Never de never (políglota que es una) me voy a poner yo unos zapatos así, que hacen pie de coja!!!" Ahora, la que va a terminar coja soy yo de los tortazos y derrumbes que sufro por las alturas que alcanzo con mis fashion-cuñas...

         Una vez le dije a Ariel que probara las ostras. Me contestó: "Nunca las probaré. Me da angustia verlas". En mi papel de madre emprendedora, le animé: "Venga, cariño, sólo una. ¿Qué puedes perder?". Él me miró con ironía y me respondió: "¿Bilis?"... ¿Que por qué cuento esto que destroza mi anterior entusiasmo?. Pues para que sepáis que soy consciente de que hay límites: de ningún modo me pondré bermudas; jamás comeré Marzu de Casu; nunca anunciaré el final de un asalto en un ring de boxeo con un biquini rojo lleno de cuentas de cristal; en mi vida veré la saga de Saw... ¿O sí?...
 

        

        

lunes, 30 de junio de 2014

Lunes tormentoso.


Tengo un nudo en el estómago y sospecho que me lo ha hecho Popeye: marinero y fuerte, fuerte. Una es nerviosa y, cuando tiene acumulación de estrés en un punto concreto del abdomen, el mal humor se expande y al pobre incauto que me dice: “¡Buenos días!”, le contesta la posesa con un “¡¡¡Por qué tú lo digas!!!”… Afortunadamente, sólo me salen gruñidos y, como no se me entiende, he quedado como mema antes que como maleducada, lo cual es mucho mejor, no lo dudéis.

Mi Legión de Demonios y mi Legión de Ángeles están en actividad máxima, decidiendo si me sumerjo en la nube negra o utilizo mis superpoderes para despejar el día. He de aclarar que yo no cuento, como todo el mundo cree, con un diablillo en el hombro izquierdo  y con un querubín en el hombro derecho. No. Yo cuento con un número ingente de cada bando, discuten entre ellos, con los otros, conmigo y con mi masajista, que se empeña en decir que me duele la espalda por la postura y la presión… Sí, sí, pero por la presión de tantas almas inmortales sobre mi pobre y esbelto (creo que es lo único que me queda esbelto) cuello. Y, aunque parezca una decisión fácil, no lo es porque, a ver, ¿por qué narices no puedo yo estar de un humor horrible un día cualquiera?. Vale, soy más feliz cuando estoy contenta (frase muy pensada, como veis) pero la mala baba también tiene sus ventajas. Hay algunas de esas utilidades ya referenciadas por un señor australiano, aunque el estudio parece alusivo a personas con un mal humor medio y constante (cosa que no recomiendo jamás aunque ello te convierta en la persona con más beneficios del Universo conocido), así que os dejo el enlace y no reitero, que me cuesta mucho hacer chiste de los parabienes del "mal rollito" y, puestos a ser didácticos, demos el honor al pobre hombre que se lo ha trabajado: http://www.abc.es/20091104/ciencia-tecnologia-biologia-neurociencia/humor-sintoma-rapidez-mental-200911041900.html.

 Hablo del mal humor como estado transitorio, no de la bordería ni de la depresión ni de la falta de respeto. Hablo de un día en el que te levantas con una visión molesta del mundo, pero del resto del mundo. Tú te gustas. Son los demás los que fastidian. Un día de esos en que miras con sospecha, adquiriendo un toque asiático al entornar los ojos que te hace más exótico. Un día en el que entras en las rotondas buscando guerra, que, como a la primera estén todos los conductores respetando las normas de circulación, das dos o tres vueltas más hasta que encuentres al despistado al que puedas pitarle y desahogarte lleno de razones.

Yo, además, sufro una reacción química que elimina cualquier filtro civilizado que pueda tener. He ido a una entidad bancaria a presentar mi declaración de la Renta y, que conste, no ha sido la perspectiva de ello la causa de mi ánimo tormentoso, primero, porque me devuelven y segundo, porque le paso el marrón de su confección a mi cuñado y yo me dedico a otros menesteres menos tediosos (¡¡¡Gracias, Orlando!!!). Nada más sentarme ante la señorita encargada de sellármela, me ha dicho indignada. “Es el último día de plazo. ¿Por qué lo presenta hoy?”. Le he contestado con mi mejor sonrisa (envenenada): “Pues porque no puedo hacerlo mañana…”. Para rematar, a los cinco minutos de salir del Banco, ha sonado mi móvil. Un número de Madrid. Ello significas (salvo que vivas en Madrid o tengas conocidos de la mencionada Comunidad tan especiales que aún utilizan el teléfono fijo para algo más que ser el soporte necesario y obligado del ADSL en casa) que te quieren pedir o vender. Normalmente, no atiendo esas llamadas pero hoy es la excepción: en un día turbulento que te telefoneen esas empresas siniestras es un regalo ideal, un desahogo. Efectivamente, una señorita muy amable (que la pobre bastante mérito tiene: no me extrañaría que deba ocultar a su familia a qué se dedica) me ha ofrecido que me pase a otra compañía proveedora de telefonía. Ha preguntado por mí. Sabiendo lo que venía detrás, le he dicho que era su (mi) hermana. La conversación ha sido la siguiente (lo prometo por lo más sagrado):

Ella: ¿Está usted autorizada a contratar en nombre de su hermana?.

Yo: No, lo siento, mi hermana y yo no nos hablamos.

Ella: ¡Pero lleva usted su móvil!.

Yo: Bueno, es que no nos hablamos porque la pobre está en coma…

Ella: Lamento oír eso. ¿Es muy grave?.

Yo (con mi voz más suave): Noooo, mujer, no. Sólo es un coma. Grave es el punto y final.

Ella: Me alegro. Entonces volveré a intentarlo en unos días, si le parece bien.

Yo: Estupendo. No se preocupe que, en cuanto la despierten, se lo digo.

Ella: Gracias por atenderme. Tenga un buen día.

Yo: Igualmente, ha sido un placer haber hablado la una con la otra, aunque no haya sido de lo mismo…

         Lo malo de todo esto es que lo absurdo de las situaciones que crea mi mal humor es la medicina contra el mismo y se me ha pasado poco a poco, así que he dejado sin argumentos a cuanta criatura celestial e infernal habita sobre mí y me he ido más feliz que un ocho a casa. Al llegar y encontrarme a Ariel un poco cascarrabias (se ve que estaba en el ambiente hogareño), le he contado lo del análisis académico sobre las prerrogativas del mal humor y le he dicho que lo disfrute un ratito. Me ha mirado como miran las vacas al tren y me ha informado: “Mamá, no estoy de mal humor, estoy más bien de un humor negro”. Yo le he respondido, de pasada: “Pues eso no tiene ventajas, así que cambia el ánimo”. Sin mover un músculo, me ha discutido: “¡¡¡Claro, que tiene ventajas!!!”. Sorprendida, lo he retado: “Dime una, listo”… Con media sonrisa, me ha comunicado: “Es mi humor de fondo de armario: el negro siempre es elegante”… Ahora mis mensajeros divinos y mis representantes satánicos están discutiendo sobre las bondades de volver a mi inicial hosquedad o, directamente, volverse ellos a su Origen y pedir el traslado…

miércoles, 11 de junio de 2014

El arte de los impresionistas.


Mi hijo mayor me ha preguntado, mientras estaba arreglándome para empezar mi jornada laboral, si podía llevarles por la tarde, ahora que no tienen clase, a él y a dos amigos, al centro comercial y volver luego a por ellos. En mi papel de madre abnegada pero un poquito quemada, le he contestado: “¡Claro, cariño, como siempre!... Y qué lástima lo de tus amigos… Todos huérfanos… Sin una madre que pueda recogerlos en alguna ocasión…”. Hugo me ha replicado, con condescendencia: “¡¡¡Mamá, no son huérfanos….pero es que sus madres trabajan!!!”… Aclarado el tema le he hecho saber que haría un hueco para ejercer de chófer entre mi partida de bridge y mi cita en el spa… Una vez que ha captado la ironía, le ha dado risa darse cuenta de la metida de pata y me ha querido apaciguar: “Mamá, es que vas tan mona y llegas tan arregladita que no parece que hagas esfuerzos. Es la impresión que das”…
Si cada vez que me he tenido que comer mi impresión sobre los demás hubiese engordado un gramito, se habría cumplido mi deseo de aparecer en un libro, aunque éste fuera el Guinness de los Record, Sección obesidad imposible. Ahora que, si me hubiesen dado un céntimo por cada ocasión en la que he provocado que los demás modifiquen su impresión sobre mí, además saldría en Forbes (porque seguiría siendo enorme, que una cosa no quita la otra).
Yo soy de primeras impresiones y presumo de tener un gran sexto sentido pero, a poco que lo piense, yo lo que tengo es mala memoria. Me equivoco tanto como acierto pero lo primero lo olvido con gran inteligencia, hasta el punto de creerme, cada vez que atino, que mi gran intuición solo se explica porque soy descendiente de los Tuatha Dé Danann (http://es.wikipedia.org/wiki/Tuatha_D%C3%A9_Danann), que son las hadas más cool del Universo mágico (caprichosas, caprichosas). Así que he tenido que aprender a disfrutar, no sólo cuando hago un juicio correcto (“¡¡¡Qué listísima que soy!!!. ¡¡¡Qué bien me funcionan los superpoderes!!!”) sino también cuando he de dar un giro de 180 grados en mi percepción (¡¡¡Qué capacidad de reacción!!!. ¡¡¡Madre mía, qué coherente y equilibrada he llegado a ser para cambiar de opinión sin que me dé un síncope!!!). Pero sobre todo, sobre todo, disfruto cuando tienen que modificar la idea que se habían hecho de mí. Siendo partidaria de la venganza elegante, aún me gusta más un “¡¡Zás en toda la boca!!” estiloso.
Reconozco que soy fácil de subestimar. Hay quien se molesta conmigo por el hecho de provocarlo cada vez que me declaro superficial pero existe un importante matiz a tener en cuenta: presumo de mi frivolidad pero también alego que he llegado a ella por elección consciente. Medité mis opciones y elegí, lo que significa que hay un proceso intelectual subterráneo que se debe valorar a la hora de clasificarme. Si me juzgan  simplemente por lo que digo y por lo que aparento, se definen (a ver quién es más superficial ahí).
Hoy me he encontrado con la Madre (en mayúsculas) de un compañero de mis nenes. De hecho, esta chica se me ha presentado en dos ocasiones: en una me dijo “Hola, soy la Mujer de Menganito” y, en la siguiente, me señaló: “Hola, soy la Madre de Fulanito, ¿no te acuerdas de mí?”. A punto estuve de contestarle que era imposible que me acordara de ella ya que, cada vez que la veía me daba un nombre distinto (si he de conocerla por el título, podría tener la deferencia de anunciarse con el mismo siempre…). Acto seguido ha añadido:”¡¡¡Cuánto tiempo sin verte!!!. Claro, como tú no eres muy madre y nunca vas al colegio a recogerlos… ¿Qué es de tu vida?”. “Pues mira, aquí, peleando por la custodia de mis hijos”. Me ha mirado con compasión y me ha preguntado con mucho interés: “Su padre, ¿no?. A lo mejor te lo tendrías que plantear…”. Naturalmente le he aclarado: “No, mujer, no. A su padre lo que quiera le concedo, que para eso es su padre… No… De hecho, peleamos juntos… ¡¡¡Nos ha demandado el conductor del autobús escolar, que los lleva y los trae a diario y es muy madre!!!”. A ver, alma de cántaro, si el que yo no participe de las rutinas escolares de mis retoños te da derecho a que me catalogues como mala madre, el que tengas la cobardía de dejarlo sutilmente caer en cualquier conversación me da derecho a mí a que te califique como corta de miras y maleducada.
Hay gente que te cae bien de inmediato y gente que no, lo curioso es que ambas tienen las mismas posibilidades de convertirse en alguien importante para ti al cabo del tiempo porque, os aviso, las personas evolucionan, tú evolucionas, y hemos de replantearnos nuestras conclusiones a diario. Y ahora,  a todos los guays que se bordarían a punto de cruz el lema de “La gente no cambia”, les diré que compren más hilo y más tela porque la frase  continúa con un “salvo que le pongan voluntad”. Y el que no me crea que piense en esa pareja que tuvimos, de la que nos creímos muy enamorados pero de la que ahora renegamos porque, en realidad, nunca fue nuestro tipo; en esa ropa estrambótica que nos poníamos y que nos encantaba y que ahora quemamos simbólicamente cada vez que escondemos una foto; en esas ideas que defendiste y que ahora intentas olvidar; y en que todos, absolutamente todos, contamos entre nuestras amistades más apreciadas con alguien al que previamente no soportábamos. En unos casos has cambiado tú, en otros ellos, en la mayoría, ambos. Una persona admirable me dijo que cuando dudara de una percepción y, especialmente, como ejercicio para poner a prueba mis certezas, debía pararme, cerrar mis oídos y abrir mis ojos, porque la gente es lo que hace y no lo que dice. Probadlo, con los demás y con vosotros mismos, le da a la vida un puntito de sorpresa muy interesante.
Ayer, al ir a desearle a Ariel las buenas noches, me puse a acosarle con carantoñas para chincharle (está en esa edad que llaman “del pavo” pero que sería más apropiado llamar “de la nitroglicerina” porque, a poco que lo toques, estalla). Después de varias frases del tipo “¡¡¡Ay, mamá, que pesada eres!!!”, distintas maniobras para esquivarme y un pequeño empujón que hizo que me cayera de la cama y aterrizara de forma muy poco elegante, le dije con tono sorprendido: “Ari, hijo, tengo la impresión de que te molesto…”. Él me miró y me contestó con una vocecita muy dulce: “Te equivocas, mami… Tú tenías la impresión, cuando has empezado, de que me ibas a molestar…. Ahora lo que tienes es la evidencia de que me has molestado… Mira la parte buena, tu sexto sentido funciona…”.

miércoles, 4 de junio de 2014

Quiero un premio.


Este post es un poco especial porque lo hice para unas amigas y fantásticas profesionales, divertidas y originales, así que me limito a poner el enlace... No me cansaré de darles las gracias (a ellas y a vosotros, que gastáis vuestro tiempo leyéndome).

P.D.: Como anécdota plus para mi blog, os contaré que la misma semana en que me llamaron de Onda Cero para que hiciera una pequeña colaboración, a una de mis mejores amigas la nombraron pregonera de una cofradía. Allá que nos ponemos manos a la obra las dos, escribiendo nuestros textos. A dos días del debut, la llamé y le dije: “Niña, que estoy bloqueada. ¿Nos tomamos unas cervecitas, a ver si me inspiro?”. Ella me contestó, muy decidida: “Vale. Perfecto. Yo también estoy bloqueada, así que, si te parece, quedamos en una hora, que quiero antes pasar por la Iglesia y rezar a la Virgen, a ver si me ilumina”… Claro, luego no puedo extrañarme de que los premios se los den a ella…


viernes, 23 de mayo de 2014

Al defecto...con afecto.


         Ayer fui a una parada de taxis y estaba vacía, así que me dirigí a la más cercana y, de camino, pensé que en esta ciudad nunca los paras por la calle: o llamas a radio-taxi o vas a buscarlo tú y me fastidiaba bastante. En eso, ¡oh, sorpresa!, que veo uno por el rabillo del ojo y lo llamó con grandes aspavientos y agradeciendo lo afortunada que soy ya que me basta desear algo para que el Destino lo ponga en mi camino. Se me acerca y me asomo a la ventanilla, para indicarle dónde tenía que llevarme.  Veo no a uno, sino a dos taxistas. Pienso: “Mira, que bien: Ya hacen como los camioneros y llevan refuerzo para turnarse...”. Con mi mejor sonrisa,  les pregunto: “¿Está libre?”. El que conduce me interroga: “¿Qué ha pasado?”. Yo le contesto, rumiando que era un poco cotilla: “Pues que se me ha roto el coche. Me dejé las luces encendida y ha muerto la batería”. Me señala,  desconcertado: “No la entiendo”. Y yo, más que mosqueada ya, le digo: “A ver, usted va todo el día en coche y lo tendrá muy calculado pero yo soy despistada y, a veces, me pasa. Es mi culpa, lo confieso. ¿Van a llevarme o no?.”. El acompañante me replica, muerto de risa: “Señorita, hasta donde yo sé, el asesinato de una batería no es delito. ¿Por qué nos la vamos a llevar?”. Me separo de la ventanilla, miro el coche, enfoco mis lentillas y caigo en la cuenta de que ¡¡¡he parado un coche de Policía!!!… He de decir que, al explicarles mi confusión, se ofrecieron (y lo hicieron) a llevarme a mi destino puesto que “es usted un peligro público y debemos tenerla controlada”… Mi despiste está alcanzando cotas preocupantes...

         Yo no soy graciosa, ni atrevida y mi sentido del ridículo es superlativo lo cual me impide hacer el payaso con estilo, así que debo canalizar mis defectos para no perderme en la gama de grises y pasar desapercibida. Y tengo mucho que canalizar: soy despistada, impuntual, presumida, tímida, impaciente… Muchos diréis que lo mejor es superar esas fallas y es muy loable el empeño, salvo si otro de tus defectos es la falta de constancia. Cada uno hace lo que puede con los instrumentos que tiene y nadie va a conseguir que me sienta culpable por disfrutar de mis imperfecciones. Vale, mi despiste hizo que la Poli me catalogara de “peligro público” pero a mí me resultó gratis el transporte... Sacarle partido a nuestros errores y minimizarlos nos va a hacer mucho más felices que pretender eliminarlos o, lo que es peor, ocultarlos y una forma infalible de conseguirlo es reírnos de ellos, sin pudor y haciendo ostentación. Eso les da una connotación que los hace perdonables. Cuando los reconoces con gracia, dejas sin argumentos al inquisidor.

         La falta de humor, la falta de modestia y el defender lo indefendible es lo que convierte el defecto en vicio, al impaciente en ansioso, al libertino en degenerado, al remolón en vago, al presumido en pedante. Hace poquito, Hugo se quejaba de una niña muy vanidosa con quien tenía que tratar. “Yo también lo soy”, le hice saber. “Ya, mamá, pero hay matices: tú pareces un Pavo Real: eres rara, tienes algunas plumas bonitas y, de vez en cuando, las sacas y quieres que todos las vean pero, en tu estado normal, sabes que eres una pava que presume de ser presumida. Ella tiene complejo de Abeja: se cree Reina y no es más que un bicho”.

         Así que os aconsejo que no os avergoncéis por equivocaros, no os agobiéis por tener rasgos de carácter irritantes: mejoradlos y convertidlos en anécdota pero no los eliminéis del todo porque ese toque de incorrección os hace más interesantes. Todo tiene su efecto positivo... Tras un alarde de mis cualidades menos honrosas, Ariel me dijo una vez: "Mamá, como ejemplo eres una birria... Ahora, como advertencia, no tienes precio"... Y yo feliz de ser útil en mi más que probada imperfección...




P.D.:El audio de la intervención en la radio... Venga, probad a decir "erres rarra" sin trabaros... ¡¡¡Yo lo he conseguido!!!... No es que sea un desastre vocalizando, no. En realidad es porque, como leo este mismo post, introduzco variantes para no aburriros...
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lunes, 5 de mayo de 2014

Extravagancias.


Yo soy rara. A veces rara como un diamante rojo, a veces rara como la elefantiasis. Mi cabeza va tres pasos por delante de mi conciencia y poseo pensamientos originales. Tengo motivo para todo lo que digo, en ocasiones más de uno. Os ilumino: cuando voy al dentista, no sólo lo hago por estética y salud, eso sería simple, os prometo que también me he sorprendido en algún momento especulando el aspecto que tendrá mi calavera cuando los arqueólogos del siglo XXXIX la encuentren y es para mí una razón más que válida para ir al odontólogo el no permitir que científicos futuros puedan concluir que era una dejada: quiero que sea bonita. Si estoy triste escucho rancheras, pero de las peleonas, nada de amor (https://www.youtube.com/watch?v=Udrqt45U8WI). Cuando mi madre me presta su coche, por el simple hecho de llevar casette, me hace sentir que voy en el vehículo de los Picapiedra y me imagino sacando los pies en lugar de poner gasolina. Si llevo los auriculares puestos con música por la calle, me convenzo de que el mundo tiene banda sonora y hasta me parece percibir que mi pelo ondea a cámara lenta, precioso. Cuando llego a casa de noche, con el maletín, el pan, las bolsas de comida en precario equilibrio, me imagino, sobre melodía del National Geographic, una voz en off que va diciendo “La leona vuelve a su cueva, donde esperan sus cachorros hambrientos…”. Lo juro. Y lo malo es que muchas veces esos pensamientos que me asaltan se convierten en palabras antes de tener noción de ello. A algunos compañeros de trabajo y jugadores los llevo fritos. Recuerdo que en Navidad, al salir del ascensor, encontré a tres de ellos, negros, sentados en un banco, al lado del árbol, resaltando entre las paredes blanquísimas, mientras esperaban a ser atendidos. Yo formé en mi mente un convencional “¡Buenos días!” pero, en algún momento eso se tradujo por: “Hombre, ¿qué estáis, para el casting de Baltasar?”. Obviamente, la neurona prudente añadió: “Yo he ganado el de la Burra”…

Perdono lo imperdonable y me ofenden nimiedades. No veo películas dramáticas y empiezo los libros por el final. Hago pactos con Dios todo el tiempo: "concédeme esto y mañana tomo un Red Bull menos". No me gusta el nombre de mi gato y le miento al veterinario.

V.: ¿Cómo se llama el gato?.

Yo: “Gato”.

V.: Es un gato. Pregunto su nombre.

Yo.: Precisamente ese es su nombre. ¿Cómo va a saber que es un gato si no le llamo Gato?. Sería cruel cambiarle su identidad.

V.: Pues tu hijo lo llama Deimon.

Yo: Mi hijo no se entera.

Ariel (que interviene sin permiso): ¡¡¡Mamá, que Hugo le puso Deimon!!!. ¡¡¡No mientas!!!.

Yo: ¡¡¡No miento, Hijo Pequeño: Hijo Mayor no puso ese nombre a Gato!!!.

Y que me discutan.

Me gusta ser complicada, me gusta que mis amigos los sean. Lo sencillo es cobarde y previsible. Cuando era pequeña nunca quise ser princesa, siempre, siempre, prefería ser el hada. La pobre princesita lo pasaba fatal, dependía de hermanastras, madrastras y príncipes rescatadores  y todos sabíamos cómo iba a terminar (feliz, vale, pero con un final sin enigma). El hada era independiente, glamourosa (de hecho, escogía el vestido que la niña iba a llevar al baile y, como comprenderéis, no iba a elegir uno mejor que el de ella) y su final de cuento es misterioso y desconocido. Os puedo adelantar que  muy posiblemente acabase en un aquelarre divertidísimo donde la Bruja Reina es alguien capaz de hacer un listado notarial de sus bolsos de diseño para legarlos a su antojo, hechizando al Notario para que no moviera un músculo que denotara extrañeza, donde la Bruja Novata es una fuerza de la Naturaleza, la Bruja Guerrera crea imágenes perfectas y la Bruja Más Rubia aún está agradeciendo la magia que ha sido necesaria para reunirlas.

Y hoy, un obvio, un tío sin imaginación, en un Seminario para que aprendamos a simplificar la toma de decisiones, me pide que me defina en cuatro palabras. Le he contestado: “Ni te lo imaginas”…

miércoles, 16 de abril de 2014

On the air. Primera Semana.


Cada Enero me imagino llegar a Junio con un tipazo de infarto y ya estamos en Semana Santa y el infarto puede que me dé a mí de la grasa acumulada. Todo el mundo feliz con la subida de las temperaturas y yo sufriendo porque me pasa con el verano como con los gofres: la idea es mucho mejor que la acción. El gofre huele delicioso, se presenta apetitoso, pero, al primer mordisco, ya me he cansado de él porque no es tan sabroso como promete. Con el verano me sucede tres cuartos de lo mismo: a poco calorcito que haga ya me veo yo con mis faldas largas y vaporosas de una fiesta fashion en la playa a otra, noches con olor a jazmín y un moreno precioso resaltando mis ojos claros … ¡¡¡Tururú!!!... Mi mente es tan rubia que, cuando me imagino a mí misma, me pongo cuerpo de modelo y serenidad de diva de los cincuenta y olvido que en las fiestas de la playa acabo pareciendo una merluza rebozada porque la humedad y la arena son unas anfitrionas muy dedicadas y no te abandonan ni un momentito y que ese moreno espectacular que anhelo se traduce en caótico hasta el punto de que mi hijos, cuando eran pequeños y el día estaba despejado, buscaban formas en las manchas de mi cara a falta de nubes. Y las encontraban…

Las presumidas con cuerpo Danone disfrutan como locas luciendo palmito pero las presumidas con cuerpo flan Danone nos convertimos en expertas ocultando defectos. A mí me han llegado a llamar de la CIA para que imparta un seminario de disimulo… Todo vale para mantener el estilo: desde inventarse una alergia para llevar rebeca y tapar mollitas, hasta fingir un esguince de tobillo para no tener que pasear por la playa y que algún alma cándida te traiga agua para ir refrescándote in situ. Total, calor ya estás pasando, ¿qué pierdes pasando un poquito más?... Bueno, vale, puede que el conocimiento tras el desmayo pero ¿y la oportunidad que te da eso de conocer a un médico monísimo que te prescriba aire acondicionado y te invite a cenar para confirmar que sigues sus recomendaciones?... Si las modelos famosas siempre son descubiertas cuando acompañaban a su amiga a un casting en el que ellas no tenían ningún interés, tú bien puedes conocer al amor de tu vida en la parte noble de urgencias (de sala de espera nada). Es el Karma. Glamour con glamour se paga.

Aunque parezca superficial, estar guapos es una labor social que cuenta como buena acción diaria: hay que llenar el mundo de Belleza, empezando por uno mismo. Y ya os aviso que el calor no es excusa para ir hortera. ¿Dónde demonios se ha establecido que se puede renunciar a un grado más de hermosura por la comodidad?. ¿Qué habría pasado si Cenicienta le dice al Hada Madrina que pasa de zapatos de cristal, que con sus chanclas va más cómoda?. Si Rapunzel se hubiera cortado el pelo porque le daba calor, aún estaría en la Torre, hecha una uva seca…

Hace poco me preguntó mi hijo porqué yo llevaba medias incluso en verano. Me quité una y me dejé la otra. Él me echó un vistazo y me dijo: “Ah, vale, mamá, mucho mejor la pierna pixelada”… Y los niños no mienten.

Aún nos quedan unos meses para mejorar nuestro cuerpo y no tener que andar encubriendo defectos, así que os quiero ver a todos haciendo deporte por la ribera del rio…. Yo seré la que os saluda desde la barandilla del Puente…

P.D. Al ser el segundo texto para la radio, alguna frase la he tomado prestadoade otro de mis post. http://www.ivoox.com/red-carpet-onda-cero-14-4-2014-audios-mp3_rf_3024825_1.html?autoplay=1

 

lunes, 7 de abril de 2014

On the air. Preludio.


Bajo el título "On the air", voy a pasaros el texto completo de mi intervención semanal en la radio (un poco más largo que el que sale en antena porque allí ha de ser con menos frases subordinadas, ¡¡¡con lo que a mí me gustan los paréntesis!!!). Iba a poner lo audios pero no consigo subirlos (la vena rubia), de eso os libráis porque mi voz es cursi  de impresión y voy acelerada, pero es el primero y prometo mejorar (si no me echan ya). Esto no evita que, antes de que acabe la semana, os castigue con un nuevo post, en formato de blog  porque tengo mucho que contar y es mi medio mimado... En éste, que me presento, repito algunas cosas, espero no aburrir mucho con la reiteración, pero era necesario: no vaya a pensar el oyente que no me conoce que soy coherente (venga, apreciad la poesía del pareado, estoy que me salgo)... Allá va:

 Cuando era físicamente adolescente (porque emocionalmente no tengo claro si sigo siéndolo), mi madre siempre se preocupaba y me insistía en que, al salir de casa,  llevara aspirinas, con la orden tajante de que, en cuanto estuviese diez minutos con alguien, le ofreciera… Decía que yo hablaba tanto que su mayor temor además del hecho de que me raptaran, era que le interpusieran una demanda por contaminación acústica. Quizá por eso estudié Derecho, mataba varios pájaros de un tiro: me podía defender sin coste alguno de cualquier reclamación y, al mismo tiempo, podía hacer sitio en mi bolso dejando de llevar las dichosas pastillitas. Una razón mucho más sincera que la paz mundial y ayudar a los demás… Nunca se lo he tenido en cuenta porque reconozco que es cierto: había demasiados factores externos que me indicaban lo mismo. Recuerdo que, al acabar el 3º de BUP, mi profesor de Historia nos escribió dedicatorias en la foto de fin de curso a cada alumno. A la mayoría de mis compañeros les puso frases del tipo: “Sigue así. Eres una gran persona”, “Te auguro un gran futuro”, “Tu inteligencia hará que alcances las metas que te propongas”. A mí no. A mí me puso un triste “Esperando que tu palabra llegue…”. No sólo era una birria de dedicatoria (a no ser que pensara que yo era un profeta) sino que dio pie para que algún graciosillo escribiera debajo: “¡¡¡¿Más?!!!... Si sus palabras llegan, el problema es que no se van… Nunca”. Quizás yo no hablara tanto, puede que ellos escucharan de más, el caso es que ahora, a mis cuarenta y tres años me dejan hacerlo públicamente y, además, para contar lo que mejor se me da: mi vida. Y para aquel que piense que no es congruente que considere que mi vida se me da bien teniendo en cuenta lo desastre que soy, le diré que todo el mundo da por sentado que lo que mejor se le daba a Picasso era pintar y algún que otro cuadro, sinceramente, es una verdadera calamidad…



Tengo dos hijos… Bueno, creo… Nunca los veo el tiempo suficiente como para contarlos y, cambian tanto de un día para otro, que igual tengo más y no me acuerdo. Comer, comen por veinte. Lo sé porque la chica del supermercado al que envío la lista para que me la traigan a casa y yo nos hemos hecho amigas de la asiduidad con la que nos comunicamos. Claro que era eso u odiarla. La primera vez que hice el pedido, me llamó para sustituir algunos productos que no tenían en ese momento. Me indicó que en dos días les llegaba la mercancía pero que había preferido hablar conmigo para que escogiera el cambio de género o el atraso en el reparto, por si no llegaba a tiempo para la fiesta. “¿Fiesta?... ¿Qué fiesta?”, le pregunté más que extrañada. La pobre me contestó: “Bueno, señora, es que con tantas patatas fritas, refrescos, comida rápida, pizzas y dulces, he pensado que era para un evento”… No cocino, no coso, soy rubia por elección, odio ir a lavar el coche, tengo que llamar a mi madre para saber dónde está el aspirador en mi casa, al colegio de mis retoños sólo voy, como ellos, cuando no tengo más remedio y por obligación, he que pensar en su edad para saber en qué curso están y ni así lo adivino, siempre se me adelanta quien me atiende el teléfono… Cuando me separé, tuve que plantearme mis prioridades y renunciar a responsabilidades en pro de otras más urgentes... ¿Os lo habéis creído?... Yo llevo años convenciéndome de ello aunque me imagino perfectamente a San Pedro negándome el paso al Cielo por dejación de deberes maternales a la menor excusa… Seguro que me dice: “Sí, claro, bonita, los potitos fríos, las camisas sin planchar porque van debajo del jersey, inventarte mucho trabajo para que la abuela los lleve a los cumples… Todo eso era fuerza mayor porque realizabas en su lugar actos vitales para la educación y bienestar de tu prole, ¿no?”… Pero yo tengo la respuesta adecuada. “Pedro, portero… Déjame pasar, anda… Que soy VIP (Vanidosa, Ilicitana y Pálida)”… Y si se pone borde, ya me quedo fuera, en la terraza del Paraíso, que con esto del tardeo tan de moda ahora, es donde está lo divertido…

Os he dado pinceladas para que sepáis qué esperar. Puede que acabéis prefiriendo que os diese aspirinas… Cuando les conté a mis niños el miedo que tenía mi madre a que me secuestraran y a que aburriera a los demás. Hugo, el mayor, me dijo: “Bueno, mamá, al menos ya no puede temer lo mismo: a tu edad, no vas a ser el objetivo de ninguna organización de trata de blancas”… Ariel, el pequeño, le contestó: “Bueno, no sé yo… A salvo del todo no está: igual tiene mercado como producto vintage”… Eso es a lo que me enfrento yo cada día…

A pesar de todo, mis hijos me apoyan en esto de contar mi versión del mundo cotidiano. El mayor me ha dicho: “Haz lo que quieras. Yo me voy a estudiar el año que viene al extranjero…”.


Audio del Programa: http://www.ivoox.com/red-carpet-onda-cero-7-4-14-audios-mp3_rf_3011756_1.html

jueves, 27 de marzo de 2014

La Venganza os hará libres.




Yo tenía buena intención. De verdad. Lo prometo. Quería hacer un post sobre los beneficios de ser agradecidos. Pero, de repente, mi neurona infame (tengo cinco: la infame, la buena, la alienada, la hedonista y la que sabe calcular exactamente el número de bolsas de plástico que he de pedir a la cajera del súper para que quepa la compra enterita) se ha manifestado en todo su esplendor y sólo puedo pensar en los beneficios de la venganza. Y lo malo es que, dándole vueltas al tema he descubierto que ambos enfoques pueden ser complementarios (vale, aquí se ha unido de refilón la alienada pero veréis cómo tiene sentido). En primer lugar y sin lugar a dudas, hay que corresponder a quien se porta bien contigo y ser agradecido. Admito poner límites  difusos, por ejemplo: si tu amiga ha aguantado pacientemente la larga explicación de tus penas sentimentales, (nunca olvides que aburre, que te repites y que te escucha por pura bondad de su corazón porque todos sabemos que las únicas respuestas que quieres oír son “¡¡¡Cuánta razón tienes!!!”, “Tú vales mucho más”, “Mejor ahora que luego”, y tu confidente te las dice, una tras otra aunque el motivo de la ruptura haya sido tu costumbre de pasar la aspiradora -a mí eso no me ocurriría jamás-, a las tres y siete minutos de la mañana, sobre patines, vestida de folclórica y cantando jotas y tu novio sea un santo varón), le debes agradecimiento pero si, más tarde quiere que le acompañes a un concierto de los Jonas Brothers, olvídate de corresponderle. Es cuestión de salud.


Y, como somos humanos (unos más que otros), también es cuestión de salud conseguir una bonita, retorcida, sutil y pacífica venganza contra quien te ha fastidiado… Cuando yo acababa de separarme, mis amigas se estaban casando (no es que ellas se casaran tarde o que yo me hubiera casado pronto, es más bien que el tiempo me cundía). Una de ellas, muy religiosa, no estaba nada de acuerdo con mi decisión. Nos reunió a toda la pandi y nos dio las invitaciones. Justo el día antes de la boda me llamó y me dijo: “Oye, Cris, como tú te acabas de separar igual te sientes incómoda yendo a una boda…”. Yo le contesté, pensando que estaba preocupada por mí: “Mujer, llevo cuatro meses separada y la tuya es la quinta boda. Sé que no lo desconoces porque hemos ido juntas a las otras cuatro. A mí me encanta veros felices.”. Tras un breve silencio en la línea telefónica, me indicó. “Ya, bueno, pero si no quieres venir a la mía… lo entiendo perfectamente.”. Naturalmente, le contesté entusiasmada: “Iré”… Pero parece que no entendía tan bien porque cuando llegamos al convite, mi nombre no estaba… Podría decir que mi venganza para un feo tan gratuito fue lo monísima que iba vestida (que lo iba), pero no quedé en paz del todo hasta que, al cabo de pocos años, vino a mi despacho para que le tramitara el divorcio. Y se lo cobré. Todo. Eso sí, en mi bondad, al darle la minuta, le indiqué: “Si no puedes pagarlo en una sola vez, podemos hacerlo a plazos. No te preocupes… lo entiendo perfectamente”.


Una venganza casual, no maquinada, una venganza que te regala la Providencia, proporcional a tu daño (incluso un poco menor, que tampoco hay necesidad) o una venganza provocada con un leve empujoncito al Destino, es perfectamente reivindicable. Y la reivindico. El “ojo por ojo” ha hecho mucho daño pero el “poner la otra mejilla” duele más, que te llevas dos bofetadas y no hay reparto equitativo. De hecho, creo que hay un nombre para eso… Masoquismo, creo que lo llaman… Y no es muy agradable, salvo que seas la colgada cuyo novio se llama Grey y a la que le ofende que le regalen joyas, vestidos y coches pero que ve como un acto de amor que la azoten, la anulen y le pidan obediencia ciega (sé que esto no me deja en buen lugar pero debo confesar que yo me veo siendo amiga de la sufridora esa y diciéndole: “¡¡¡¿Cómo?!!!... ¡¡¡¿Qué te ha regalado unos Louboutin y un Elie Saab?!!!--- ¡¡¡¿Pero cómo se atreve?!!!... Ese se piensa que puede hacer lo que le da la gana… Anda, dame y dame, que ya me lo quedo yo… ¡¡¡Qué aprenda!!!... Además, no te hace juego con el morado que te han producido las ligaduras de las muñecas”).


Comprended que hablo de la venganza etérea, elegante… De acuerdo, hay excepciones, como que alguien te dé un empujón: ahí puedes empujar tú sin sutilezas ni poses, y si lo puedes tirar de culo, mejor, para que tengas tiempo de huir porque, como lo dejes de pie, te responderá y entramos en un círculo vicioso… Nadie va a hacerme sentir culpable por alegrarme de las pequeñas caídas de mi enemigo, al igual que respeto que él celebre las mías. Necesitamos desestresarnos. Creo que es como ese agujerito que le haces a la comida precocinada para cocinarla en el microondas: has roto el envase, pero es chiquitín y apenas se ve y, gracias a ello, lo de dentro estará mejor (metáfora estupenda y moderna que viene a sustituir a la de la olla a presión, que queda fuera de mi zona de conocimiento, entre otras cosas por ni tengo, ni tendré ni sé si se siguen fabricando)… Vamos a relajarnos todos un poquito, a permitirnos ser malos de vez en cuando, a negarnos a poner la otra mejilla y perdonar cuando tenemos la pacífica opción de optar por esquivar el segundo guantazo y esperar a que le salgan granos en la suya (mejilla, me refiero, que hay mucho imaginativo por ahí que me estropea el hilo de la idea) tras la cena que hemos propuesto para hacer las paces, cargando su plato de picante, especias y lo que haga falta... Os doy una justificación moral: considerando que las Siete Virtudes cardinales las transmitieron señores que no sabían leer mucho y teniendo en cuenta que no me fio yo de que Dios tenga buena letra, ¿no es posible que donde leyeron "Templanza", pusiera realmente "Venganza"?...  


Mi hijo mayor me comentó una vez: “El abuelo decía que vengarse es de reyes pero perdonar es de dioses... Mamá, yo creo que soy un rey... pero un rey muuuuyyy satisfecho".

 
P.D. Amenazo con hablar en otro post de agradecimientos, agradecidos  y desagradecidos.

jueves, 20 de marzo de 2014

Los "Por-menores" de mi vida. 1ª Parte.


Tal y como amenacé, cada jueves haré una recopilación de algunas anécdotas ya publicadas en mi página personal de Facebook. Para darles sentido, os indico que éstas concretamente son de hace dos años, por lo que Hugo tenía 14 y Ariel 11/12 (no es que el pequeño sea ambivalente temporalmente hablando, es que los cumple a finales de año y la mayoría son de principios del 2012).

Las he catalogado bajo la etiqueta “Segunda Edición” para distinguirlas de mis post de opinión. Empezamos...


Vacilando a una madre

Una noche, para evitarme viajes, lleno una bandeja enorme con la cena de mis hijos. Entro precariamente en el salón y deposito mi carga, con todo cariño, en la mesa. Exclamo, encantada (y sorprendida) conmigo misma: "¡¡¡No se me ha caído nada!!!"... Mi encantador Ariel, con aires de suficiencia, me indica solícito: "¡¡¡Felicidades, mamá!!!... ¡¡¡Esto es lo más cerca que ha estado jamás tu comida de llamarse "dieta equilibrada"!!!..."... ¿Lo mato?... La mayoría manda, ¿eh?...

Entra Ariel en el salón donde yo estaba y me quedo mirándolo porque llevaba una combinación de ropa estrambótica... "¡¡¡Pues a mí me gusta!!!", me dice, sin que hubiese mediado palabra por mi parte. "¿Qué pasa, Ari?. ¿Ahora lees la mente?", le pregunto sorprendida. Y, con gran seriedad, me contesta: "No es mi poder. Es el tuyo. Estas pensando con los ojos"…

No había forma de que Ariel comenzara el día, así que le digo: "Ari, te quiero mucho y me haces muy feliz pero te querría más y sería mucho más feliz si te levantaras"... Sin abrir los ojos me contesta: "Vamos a hacer una cosa: yo me doy por satisfecho con el cariño que estoy recibiendo hasta el momento y tú te conformas con el grado de felicidad que has alcanzado... y, así, sigo durmiendo"...

Hablando por teléfono con Hugo, me pide permiso para hacer una cosa con la que no estoy de acuerdo. Trata insistentemente de convencerme con argumentos bastante trabajados pero que adolecen de cierto aire a ficción. Le digo, para hacerle ver que no me creo una palabra: "Hugo, cariño, déjalo ya. No soy tonta..."... Me contesta con resignación: "Lo sé. Mi vida sería mucho más fácil si lo fueras"....

Está jugando Ariel al "Quién es quién" en el móvil y me dice: "Mamá, yo creo que, en el Modo Experto de este juego, son todo chinos"... Hugo interviene y comenta: "Me caen bien los chinos. Cuando estuve en Barcelona, vimos una manada de chinos...". Aquí interrumpo yo, en plan progenitor responsable, y les informo: "¡¡¡Los chinos no van en manadas!!!"... Se me quedan mirando, seriamente, los dos, cavilando el significado de mis sabias palabras y, sonriendo con aire de superioridad, Ariel sentencia: "¡¡¡Pues claro que no van en manada!!!... La palabra adecuada para llamar a un grupo de chinos es 'lebaño'..."... ¿¿Me vacilan o no me vacilan??...

Conversaciones de hermanos

Ariel intenta dormir. Hugo tiene ganas de charla y no le deja. Harto ya, le dice Ariel: "Hugo, como no te calles, te voy a hacer vudú..."... Hugo se ríe de su hermano y le contesta: "¡¡¡Que susto me da!!!... ¡¡¡Eso no funciona!!!"... A lo que Ari responde, muy sereno: "Ya, pero yo te voy a pinchar a ti y a ver si lo nota el muñeco..."... Y yo incapaz de poner orden de la risa tonta que me entró...

Hugo se va a la calle y pregunta si nos sube algo. Ariel contesta en voz alta desde su habitación: "¡¡¡Sí, tráeme algo de crack!!!"... Hugo replica tranquilamente: "¿Pero tú no habías dejado de fumar?"... Ariel responde: "No, de fumar, no. He dejado de traficar..."... Hugo se va hacia la puerta, mascullando: "¡¡¡Una lástima!!!... Me habría ahorrado el esfuerzo"... Creo que mis vecinos están a punto de llamar a Servicios Sociales... Prometo que yo los intento educar, pero no se dejan...

Una reflexión.

Recojo a Ariel de un cumpleaños en un campo cercano a Guardamar. Por el camino, va viendo los locales de alterne hasta que me pregunta: "Mamá, ¿eso son casas de putas?". (Nota para los sensibles: no soy partidaria del uso habitual de las palabrotas  pero tampoco puedo poner el grito en el Cielo por llamar por su nombre a las cosas). Así que le contesto: "Pues sí, cariño."... Se queda callado un momento y me dice: "¿Y la Poli no se da cuenta?... ¡¡¡Pero si me he dado cuenta yo y no sé mucho del tema!!!"... Le explico que no cometen delito quienes ejercen la prostitución, sino que los delitos en ese mundo vienen por cuestiones relacionadas, como el proxenetismo... Me sigue bombardeando a preguntas: "¿Es verdad que hay chicas que se pagan la Universidad cobrando por acostarse con desconocidos, vamos, siendo putas?"... Le respondo que sí, que alguna habrá... Se queda en silencio un minuto y, de repente, exclama: "¡¡¡Eso son ganas de estudiar, ¿eh?!!!"...


Puede que creáis que intento divertiros pero, en realidad, busco comprensión para cuando me detengan por ponerlos a la venta… 

P.D. Tomadlo como lo es (una caricatura de la vida) y espero que nadie se sienta ofendido (ni los chinos, ni las mujeres de vida alegre, ni los traficantes…).