miércoles, 4 de febrero de 2015

Revelando...


Hace poco me encontró Ariel sentada en el suelo de mi baño, con la espalda apoyada en la pared. Algo sorprendido (y preocupado), me preguntó: “¿Qué haces ahí?. ¿Estás bien?”. Con mi mejor sonrisa, le contesté: “Fenomenal. Sólo estaba pensando”. Tras un segundo rumiando mi respuesta, me dijo: “¿Qué pasa, que la inteligencia te va por wifi y no tienes cobertura en algún sitio más cómodo, como el sofá?”… Y yo me voy a acoger a esa explicación para justificar el hecho de que, ante ciertas amigas mías, soy incapaz de decir que no. Da igual lo que me propongan: yo me apunto. Son inhibidores humanos de mi inteligencia. Y así me he visto inmersa, a proposición de Esther, en una experiencia muy peligrosa: un curso de fotografía.

Al empezarlo tenía tres expectativas:

-      la primera, aprender a hacer buenas fotografías

-      la segunda, conseguir una buena fotografía con Esther y Nuria que nos sirviera para un proyecto común

-      la tercera, conseguir una fotografía mía taaannn buena que el profe decidiera lanzar mi carrera como modelo revelación a los 44 años.

Tras diez horas de curso, tratando de entender la cámara que me ha prestado mi hermana (os aseguro que me dio muchas más instrucciones, recomendaciones y avisos sobre su cuidado que cuando me deja a su hijo), mis expectativas han variado en aras del afán de supervivencia:

-      la primera, asegurarme de que mis amigas aprenden a hacer buenas fotografías (y aprovecharme de ese don)

-      la segunda, conseguir una fotografía en la que la distancia entre el concepto que tengo de mí misma y mi imagen reflejada no tenga que medirse en años luz (la vanidad es lo que tiene)

-      la tercera, que el profe hable con entusiasmo de lo rematadamente malas y aburridas que son las modelos.

¿Por qué, Señor, por qué?.¡¡¡Qué lapsus mental tuve que tener para aceptar lo que me propuso mi morena, estilosa y guapa amigaasquerosaquesalebienentodaslasfotos!!!. Yo, que cuando me vi obligada a hacerme las fotos para el DNI sufrí un viacrucis de estudios fotográficos (¡¡¡SIETE!!! Siete juegos de cinco retratos llegué a tener) hasta que di con una imagen con la que medio consentía convivir y, aun así, le pregunté al señor funcionario que me lo tramitó si podía ponerme algún sellito encima. Yo, que sólo me hago selfies si estoy tumbada boca arriba porque la gravedad me alisa la cara. Yo, que mi único motivo para no delinquir es evitar que me hagan las horrorosas fotos esas de la ficha policial. Yo, que confieso que llegará un día en que no podré resistir la tentación de publicar una fotografía en la que me vea mona aunque en ella el resto de mis amigas parezcan ñus desplumados…

La semana pasada, un cliente gitano muy gracioso me contaba que era amiguísimo del cura de su pueblo y, para subrayar la importancia de ese hecho, me dijo “”No es un cura cualquiera: es tan bueno que le faltan sólo dos puntos para ser obispo”... Mi profesor es maravilloso, tiene una sapiencia espectacular y una paciencia conmigo inconmensurable. Y es que yo no poseo vena artística alguna: enseñarme a mí, con mi engreimiento, a hacer fotos cuando a lo más que aspiro es a aprender a posar para irradiar estilo es un milagro tal que Rafa Paz (mi sufrido profe) va a sumar tantos puntos que alcanzará la Santidad, mal que le pese (que le veo yo un poco canalla…). Eso sí, en el camino me lo estoy pasando pipa, mis seis compis de curso sufren el mismo mal de interferencia intelectual que yo y a todo dicen que sí: ¿Qué hay que planificar clase de Yoga?. Se planifica. ¿Qué hay que salir de noche a un caserón a hacer fotos?. Se sale. ¿Qué hay cenar/tomar cervezas/hacer el payaso?. Se hace.

Así que ya sabéis: cuando vuestra inteligencia escasee, moveos de sitio y buscad cobertura… o quedaos un ratito allí y haced tonterías, decid que sí a una idea peregrina, quizás, en ese momento, no razonar sea lo más inteligente que hayas hecho en tu vida.

¡¡¡Será por risas!!!....
 
P.D.: Hace tanto tiempo que no escribo que si este blog hubiese tenido éxito ya sería considerado un clásico descatalogado. Y no puedo poner como excusa para tanta desidia escritural el que las musas me hayan abandonado. Ni hablar. A mí las musas no me abandonan: eso implicaría que alguna vez estuvieron voluntariamente conmigo. No, de mí huyen…Y deberían quererme porque, como guiño y respeto a su origen, yo sé leer griego (leerlo sé, entender lo que leo, no)…  Así que conformaos con este post (un poco más plano de lo que le gustaría a mi ego) mientras las persigo y les doy caza a las muy esquivas.