martes, 30 de abril de 2013

By the Face...


Odio los cartelitos con mensaje. Y las frases hechas. Y que me manipulen. Y, últimamente, Facebook es un compendio de todo ello. Horrible. Hace un año, cuando entraba en el “Face” me encontraba con cotilleos interesantes, de cosecha propia. Unos más inteligentes que otros, unos divertidos, otros tristes, alguno muy ingenioso y otros muy cursis. Pero que te decían algo de la persona que los escribía. Ahora, cada vez que entro, me encuentro con cartelitos sobre tres temas básicos: política, autoayuda y amor.

Voy a empezar a denostar el más fácil: la política. Hasta las narices estoy de las generalizaciones, de que la masa permita que se le trate de incapaz con tal de no admitir sus errores. Los mismos que no asumen su parte de negligencia a la hora de firmar hipotecas imposibles sin leerlas (ni escucharlas, que el Notario te las cuenta) me vienen a decir a mí que una anarquía desvaída (léase, con toda la intención, escarches) aporta cualquier cosa positiva a la situación económica nacional. Ja. Más bien entiendo que algún idiota con sueños de grandeza quiere embrutecernos a todos para disimular su propia estupidez. Hay políticos corruptos y políticos que no. Y existen problemas de difícil solución e, incluso (¡¡Oh, sorpresa!!), existen problemas sin solución, pero, antes de tirar al capitán del barco, habrá que estudiar si hay otro más capacitado para el cargo y, sobre todo, si quiere asumirlo. Y tampoco podemos dejarles todo el trabajo a ellos. Si empezamos a asumir nuestros deslices en lugar de dedicarnos exclusivamente a señalar a los sinvergüenzas que se han aprovechado económicamente de su puesto, validando nuestros pequeños delitos por comparación (venga, ¿quién no ha pirateado música, libros?, ¿quién no ha cobrado alguna factura en negro?), empezaríamos a cambiar las cosas desde abajo (los cimientos, ¿recordáis?, lo importante). Y no digo que dejéis de hacer facturas en negro o de bajaros música, lo que digo es que no todo vale y que hay un límite a la rebeldía que pasa por el respeto a la integridad física y moral, y deslegitima el intrusismo feroz en la intimidad de cada personaje público.

Ahora lo que más noqueada me deja: los mensajitos de autoayuda. A ver, chicos, hay gente que se convierte en un peligro si la animas. El “Porque tú lo vales” está muy bien, salvo porque a veces no lo vales. El “Eres único en el mundo, no hay nadie como tú. Eso te hace especial para el Universo.” puede ser hasta una verdad cósmica, pero el que alguien sea único y especial no lo hace bueno… En ocasiones das gracias porque sólo exista una unidad de ese espécimen. No todo lo especial es mejor. Se puede se especialmente ganso, o especialmente insoportable. Lo de “No te rindas. Si el Plan B no funciona hay 27 letras más en el alfabeto”, es muy positivo pero yo desistiría antes de llegar a la “D” de Desastre. ¿Habéis oído hablar del “tonto motivado”?. Hay personas a las que no se debe alentar porque la catástrofe está asegurada. “Tú puedes. Tú puedes”.  Y llega el batacazo. Y mi favorita: “Lo importante, lo que te da la felicidad no es alcanzar la meta, sino el camino que recorres para llegar a ella””. El que ha dicho semejante tontería no me ha visto a mí en el gimnasio: mi meta es ponerme estupendísima (”Cris, tú puedes, tú puedes…”), el camino es hacer deporte. Después de cargar con la bolsa de la ropa para arriba y para abajo, cambiarme en un vestuario lleno de niñas fantásticas, tener que mirarme al espejo mientras salto y brinco, sin garbo ninguno, sudar y ponerme colorada, destrozarme el pelo para el resto del día, soportar que la ducha me ataque, darme cuenta de que acabo con hambre canina, sufrir dolores musculares porque no sé hacer correctamente ningún ejercicio,… después de eso, si alguien me habla de una ONG que realiza operaciones estéticas gratuitas me postulo como beneficiaria y que le den a los olores, los sudores y los esfuerzos. Paso de disfrutar el camino en burro, me voy en vuelo express y ya veré las fotos del paisaje en Nacional Geographic… 

Y por fin llegamos a lo más tierno: los mensajes de amor y desamor. Ufff. Situémonos: partiendo de la base de que las ostentaciones de amor públicas me parecen muy, muy cursis, el hacerlo a través de cartelitos dedicados lo convierte en cursi y poco original, dos pecados graves. ¿Qué tú quieres mucho a Manolo?. Pues le dices: “Manolo, te quiero.”. Ya nos hemos enterado todos y podemos superarlo. Como ese “Manolo, te quiero.”, vaya acompañado de una foto de los osos amorosos, con un arco iris precioso, una rosa sin espinas, una nube de algodón y un lazo a través del cual se puede leer: “Y mi amor será eterno porque nace de los dioses.”, tú, Manolo, los osos y los dioses habéis pasado a la categoría de cursis perniciosos. Eso sin contar que quizás, en un mes, los osos se han convertido en salvajes, los dioses son tipo Hades y Manolo se merece un “Me dejaste pero nunca podrás olvidarme”. Y todos sabremos que te ha dejado... El amor de verdad es bonito, divertido, exultante y, sobre todo, personal. Privado. Íntimo. Subjetivo. Facebook no es el medio para manifestarlo con boato: aunque te parezca imposible, se puede acabar y todos, todos, vamos a ser testigos. Una antigua agregada mía de una red social escribió, dedicándoselo a su pareja: “Si quieres saber cuánto te quiero, cuenta las estrellas del cielo:…”. Al poco tiempo, me la encontré por la calle, le pregunté por su vida (la real, que la del Face me la sabía) y me contó que estaba con un chico pero que, de repente, dejó de llamarla para hacer cosas juntos y que no le atendía el móvil cuando lo telefoneaba para ir a comer o al cine, que únicamente recibía mensajes suyos a altas horas de la madrugada, a los que ella no contestaba porque pensaba que sólo “eran para lo que eran” y que no entendía nada. Intenté ser discreta pero no pude evitar decirle “Nena, ¿no le mandaste a contar estrellas?... Tendrá el horario cambiado…” Por si no lo sabías, no todos tus contactos de las redes sociales son tus amigos. Sé más prudente. Y esa prudencia a la hora de demostrar tu amor la tienes que elevar a la máxima potencia cuando se trate de manifestar tu desamor. Las frasecitas esas del tipo: “Te darás cuenta de cuánto valgo cuando sea tarde”, “Nuestro amor fue tan fugaz, que lo vio una estrella y pidió un deseo” (es que las estrellas dan pa´tó), “Fui lo mejor que te pasó pero no supiste cuidarlo”, “El que no te valora hoy, mañana te extrañará””…. Ay, que risa…. Si te dejan, bonita, da igual que seas fantástica, lo mejor, un espectáculo: te han dejado. No muevas un dedo para escribir NADA sobre él. Al igual que cuando estabas enamoradísima podía cambiar la situación, cuando ésta ya ha variado, puede retornar el cariño y está feo que dejes escritas ciertas cosas. Pero, en cualquier caso, él (o ella) no es malo por no quererte. Es la vida, asúmela. Si estás triste, que sea en privado, con tus personas de confianza, pero no lo publiques y no para que así tu ex se sienta fatal al creer que te da igual la ruptura (porque, desengáñate, si ha roto contigo, no saber de ti es un alivio que le evita problemas de conciencia), sino porque dentro de un tiempo no te reconocerás en esa persona derrotada y podrás tratar de olvidar esa fase, cosa mucho más difícil si has proyectado esa imagen en personas que sólo conocen lo que informas en tu página. No compartas con cualquiera las penas. No es elegante y no es sano. Y, sobre todo, no demonices a quien te quiso y a quien quisiste, debes recordar que no siempre eres la dejada, otras veces abandonaste tú y seguro que, en cada una de aquellas ocasiones, tenías tu justificación, tu versión del tema. Reitero una anécdota de Ariel: estábamos una amiga mía, a quien había abandonado su novio, y yo en casa, tomando un té y charlando sobre ello. Mi hijo estaba sentado cerca de nosotras. Ella dijo en un momento dado: “Decía que me quería, que era la mujer de su vida, Y era mentira. Eso es lo que me duele: que me mintiera”. Ariel, sin despistarse de lo que estaba haciendo, comentó: “Pues no te agobies. A lo mejor, cuando te lo decía, lo pensaba. No te ha mentido, puede que sólo haya cambiado de opinión”…  

Voy a hacer una “especial” mención (¿veis?, un ejemplo donde lo especial no será positivo) a las publicaciones en cadena que empiezan con un “Seguro que estás muy ocupado y no le darás a Me Gusta..”… De verdad que me hace gracias esa manipulación tan pueril… Me contengo para no comentar: “Estoy muy ocupada para darle al Me gusta pero puedo hacer un hueco para darte a ti si te veo”…

No sería justo meter a todos los cartelitos en el mismo saco. Hay algunos muy ingeniosos. Hay chistes buenísimos. Ironías políticas brillantes. Otros que informan estupendamente. Algunos curiosos… Como siempre, no pretendo más que plasmar una caricatura de lo que pienso, sujeta a miles de excepciones y salvedades. Y seguro que todos aquellos que estén disconformes conmigo tendrán razón. Como yo. Me encanta que todo sea relativo…

jueves, 25 de abril de 2013

Veritas Veritatis.




Hay gente que me cae mal, fatal. Porque sí, sin motivo ni razón aparente. Personas buenas y entrañables que, por eso mismo, consiguen que me caigan peor ya que me siento muy culpable por la falta de química. Luego hay otras que detesto sin paliativos, sin sentimiento de culpa, regodeándome en la animadversión: las personas que van con la verdad  por delante… Hablo de aquellos que empiezan las frases jactándose de sinceridad: “Mira, te voy a ser sincero/a…”… Tú y yo sabemos que lo siguiente que nos va a dar es un disgusto. Enorme. Pero, como ha empezado con un grandilocuente  anuncio de veracidad, no nos defendemos… Y acabamos siendo heridos por unos maleducados. Porque eso es en lo que se convierten ciertas verdades cuando se muestran desnudas: en mala educación. Si la verdad es bonita, puede presentarse sin artificios pero las verdades incómodas hay que maquillarlas, suavizarlas y esconderlas si hace falta. Y el que te lanza cruelmente una verdad horrorosa no es un amigo queriendo que abras los ojos, es, en el mejor de lo casos, un morboso que va a regodearse con tu cara de susto…

Eso sí, debemos distinguir esto de los sarcasmos y las maldades que se le dicen a quien no soportas. No soy partidaria de la violencia, ni verbal ni física, pero una buena puya inteligente e irónica es como el aire que escapa de una olla a presión: necesario para no explotar. Recuerdo una vez que una persona a quien no conseguía caerle bien me dijo, tras preguntarle yo porqué me miraba tan fijamente: “Es que soy un perfeccionista. No quiero que los dioses se confundan de víctima, necesito que la muñeca de vudú se parezca lo más posible a ti”… Y que conste que me lo dijo con rabia…. Es malo pero ingenioso y lo prefiero a un bueno simplón… Claro que la respuesta de otro de los comensales de aquella cena a esas palabras fue: “Ahórrate trabajo. Coge una Barbie y quítale tetas…”. Y se supone que ese me apreciaba….

Recordáis aquella frase de “La verdad hay que presentarla en bandeja de plata”. Pues yo añadiría un acompañamiento de pastelitos y sándwiches de pepino con hummus (probadlo, qué rico: no hay nada cómo una nevera en las últimas para crear nuevas combinaciones).

Y, sobre todo, hay que preguntarse si es ineludible que el destinatario de la verdad la conozca. Yo admito que soy de las que prefiere tener toda la información pero también es cierto que, como fiel forofa del optimismo (a veces tropiezo pero lo intento), normalmente trato de sacarle partido, lo cual se  hace más difícil cuanto más cruda me la han presentado. Se puede cambiar el curso de una vida con una verdad malintencionada, por muy real y cierta que sea.

¿Qué necesidad hay de ser desagradables y cobardes?. ¿Por qué hay que vanagloriarse de decir las verdades a la cara cuando, en realidad, estamos escondiéndonos tras una falsa imagen de buena voluntad?.

Conozco gente fea, pero fea de verdad, por dentro y por fuera. Pero no se lo digo. Conozco gente absurda, inculta. Pero no se lo digo. Conozco gente pedante y altanera. Pero no se lo digo. Si puedo, la evito y, si no tengo esa suerte, soporto esos momentos y me doy por perdonados varios pecados, veniales o capitales, dependiendo del tiempo de penitencia que no logre evitar.  ¿Eso hace de mí una hipócrita?. Yo creo que me hace una superviviente ya que estoy convencida de que su idea sobre mí puede ser tan mala como la mía sobre ella, y quien levante la veda va a desencadenar una tormenta perfecta y maloliente.

Cuando alguien me diga: “Lo siento, te lo tengo que decir aunque no te guste. Es que si no te lo digo, reviento.”, voy a contestar: “Me parece bien. Revienta”. ¡¡¡Qué cansinos, por Dios!!!. Ese tipo de gente hay que evitarla. Ese tipo de personas son unos pesimistas. Siempre. Porque el optimista sabe que insuflar  a los demás ánimo facilita a uno mismo la terrible tarea de ver el lado bueno de las cosas.

Yo pienso pasármelo bien en la vida y las penas y problemas que pueda tener vendrán del Destino pero no a través de personas malévolas.

Y si alguno tiene tentaciones de convertirse en un sincero sin escrúpulos, debe recordar que todos tenemos nuestras miserias y algunas de ellas son visibles pero que los demás tienen la clase suficiente para no evidenciarlas, cosa que puede cambiar si vamos por el mundo ofendiendo con nuestros alardes de veracidad.

Cada uno debe tener claro a quién se enfrenta y no dejarse amilanar ni humillar por esos infelices. Tendremos que disfrutar de nuestros fallos y presumir de ellos, porque es lo que nos hace divertidos e interesantes. Una persona sin mácula es previsible y, por ello, un tostón. Hace poco, estaba fardando Hugo de sus virtudes y le preguntó Ariel. “¿Qué pasa?. ¿Te crees el mejor?.”. Hugo le replicó: “No. Pero tengo el toque justo de imperfección para ser perfecto”. Prometo que lo mismo le contesté yo a mi hermana, en una situación similar. Fíjate si lo tengo claro...