miércoles, 27 de agosto de 2014

Brujas, S.L. (Sin Límites).


Anoche vi una película de miedo con mis hijos. La única que no pudo dormir, fui yo. Así que esta mañana le he preguntado a Ariel si él no valoraba, ni siquiera tangencialmente, la posibilidad de que se manifiesten espíritus y fantasmas. Me ha mirado socarrón y me ha contestado: “Mamá, los mayores están todo el día quejándose de lo mala que es la vida, así que no creo ni por un segundo que, después de muertos, quiera volver ninguno… Claro que, tras ver la cara que tienes esta mañana, igual me replanteo la existencia de espectros.”… Pasando por encima de la grosería, seguí indagando y le dije: “¿Y en la magia?. ¿Crees en la magia?”. Muy serio me ha replicado: “Sí, en eso sí: cada vez que consigues hacer unos San Jacobos sin que arda el aceite…”.

Invariablemente he creído en la magia. Estoy convencida de que se manifiesta cada día pero estamos tan absorbidos por lo urgente que lo importante se nos escapa. Ha habido mucha en mi vida estos últimos meses que ha provocado que conozca a personas de cuento: Nuria, Esther, Begoña, Yolanda y Tania (que han traído consigo seres fantásticos y talentosos, manías nuevas, adicciones subrayadas, fuerza, poesía e incluso la promesa de conocer a dos vikingas tremendas que hacen que sonría sólo con la perspectiva). Y todas, somos brujas y somos magas y no hay princesas perezosas ni niñas perdidas y aunque a veces nos despistemos, acabamos apreciando belleza y diversión en el desvío. Los descreídos llamarán casualidad a la concatenación de hechos que ha tenido que producirse para que mis correligionarias y yo nos encontremos pero casualidad es tropezarte con un paisano en Londres, la conexión inmediata con personas absolutamente desconocidas hasta ese momento, es magia. Y si ha sido el Universo el que ha confabulado para unirnos, ya os digo yo que las conclusiones de nuestras reuniones deben ser consideradas como verdades universales y reflejarse en un Grimorio como encantamientos efectivos para alcanzar el estado de bienestar absoluto. Y os adelanto varios:

1.- Hay que imitar al líder, pero sin pudor y tomando nota. La educación, el saber estar y la elegancia se aprenden. Cualquiera que sea tu meta: busca al mejor y haz lo mismo que él. Innovar es para genios y ya sabemos que los genios son muy útiles pero viven encerrados en lámparas maravillosas y su vida social no da para ser perseguidos por el cura y la Inquisición. No pierdas tiempo y esfuerzo tratando de ser más que otro: cópialo y, cuando lo hayas logrado, pon tu toque personal.

Eso implica, para que quede claro, que a nosotras, las magas majas, en igualdad de condiciones, los bellezones nos caen mejor. Lejos de validar el tópico que dice que las mujeres nos envidiamos, cuánto más mona y arregladita es tu amiga más podrás instruirte tú. Y que conste que la definición de belleza es “el conjunto de cualidades de las cosas o de las personas, cuya manifestación sensible produce placer, deleite o admiración”, así que ahí cabemos guapos y feos. No hay excusa para no anhelar ser fuente de inspiración.

2.- Quiere a las personas no sólo por cómo son contigo sino, sobre todo, por cómo eres tú cuando estás con ellas. Mi mejor amiga de los tiempos eternos me dijo una vez que yo era una mezcla entre el personaje de Reese Whiterspoon en “Una rubia muy legal” y el de Nicole Kidman en “Los otros”. Teniendo en cuenta que creo que somos amigas porque caminamos por Mundos Paralelos y ello implica que no podemos tener ni enfrentamientos directos ni la esperanza de entendernos, me limité a captar la esencia de la comparación, darle las gracias (porque no es necesario comprender a alguien para quererlo y esperar lo mejor de él) y ligar ambas películas a un mismo recuerdo, que ya es difícil... Cuando pierdo mi esencia, cuando no recuerdo quién quiero ser, las veo (la primera peli más que la segunda, la verdad, porque he de confesar que sospecho que la similitud con Nicole se limita al pelo, al vestir de negro y a la mirada de mal genio que pone de vez en cuando), evoco la imagen que tiene de mí una de las personas que más me aprecia y modifico mi actitud sombría para aspirar a merecer ese concepto.

Preguntad a quien os estime que identifique vuestra personalidad con una canción o con una película y escuchadla o visionadla de vez en cuando para refrescar esas cualidades que tenéis y que os hacen “queribles”. Es una inyección de energía veros con los ojos cariñosos de otros.

3.- Si crees que no puedes con algo, sé rotunda, utiliza hechizos sin pudor (una llamada para mandar a hacer puñetas a quien te amargue la vida cuenta como hechizo y contará como tal hasta el día que alguien consiga hacerme entender que el móvil no es una varita mágica que te pone en contacto, te hace llegar a sitios, te descubre secretos, te hace reír, te hace llorar… ¡¡¡y además brilla!!!) u organiza un aquelarre para unir fuerzas, con brebajes (desde que le ponen tanta hierba a los gintonic, y tantas medidas de especias, pueden ser considerado como pociones) y  risas (ya habrá quien las considere siniestras y le dé su toque "brujeril" porque la alegría a veces es sospechosa para gentes confusas)… Eso sí: lo más cercano a una escoba tendrá que ser el cepillo de la máscara de pestañas.


P.D: Nuria, Esther, Begoña, una tarde con vosotras supone abrir las puertas de la Iberia antigua, convertir a Begoña en sirena, cruzar autovías caminando, abrir coches con llaves viajeras, hacer aparecer y desaparecer teléfonos que no se han movido, comprar en China, entrar furtivamente en aparcamientos desiertos…

Yolanda, un día contigo es concentrar mil experiencias en una conversación alegre, es ver la energía expandiéndose en colores, es descubrir la poesía a gritos, es sonreír con los recuerdos tangibles que regalas cuando te casi vas (porque los trenes cambian su destino para ti y, sobre todo, porque nunca te alejas)…

Tania, unas horas contigo es adquirir sabiduría, suspirar para avivar el fuego, descubrir poderes ancestrales, es ver el camino y disfrutarlo, es ponerte el traje con superpoderes y activarlos.



Tania te empuja desde http://taniaevans.es/

REP.D.: PURA L. te hemos reservado un sitio...

viernes, 8 de agosto de 2014

Zarandeando certezas.


         Anoche, ante un plato exquisito de zamburiñas, a mi mente dispersa le dio por manifestarse y no pude evitar pensar “Esto es lo más cerca que yo voy a estar jamás de hacer el Camino de Santiago”…. Y, acto seguido, mi personalidad paralela me susurró aquello de “Sí, sí, bonita. ¿Cuántas veces has tenido que comerte tus palabras después de decir  de esta agua no beberé?”

         Hace poco, parafraseando una de esas citas que pululan por internet, me dijo mi hijo mayor, cuando le pregunté si se me notaban los kilos de más: “Mamá, el cuerpo está compuesto por un 90% de agua. Más que gorda, estás inundada”… Ya sabéis de donde viene ese sobrepeso: de toda el agua que prometí no catar. Y últimamente me he dado un atracón. Juré y perjuré que nunca subiría en un autobús urbano. Cuarenta años pensando que era una experiencia que prefería no tener y de repente, me quedo sin coche, sin taxi disponible, sin tiempo para esperar y veo un rectángulo verde que promete llevarme donde debo estar. Allá va Cristina, a las cuatro de la tarde, con sus lentejuelas (pocas, que era de día, pero existentes), sus tacones, sus collares XXL, su bolso rojo y su melena al viento (figuradamente, que no corría una triste brisa), subiéndose a un autobús. He de decir que lo único que me disgustó del viaje fue el hecho de que no hubiese un mal paparazzi que captase el momento histórico. Bueno, eso y un señor que, al notar que casi me caigo en una curva (y eso que iba sentada) me dijo, muy ufano él: “Señora, no es usted carne de autobús”. Con mi cara más digna, le respondí “No, señor, no. Mis amigas me dicen que soy más bien carne de telediario. Así que cuidadito conmigo”... Lo tenía merecido. Por llamarme “señora”.

         Pero es que los desconciertos existenciales sobre mis propios gustos no han quedado ahí: desde que tuve edad para ello, nunca he salido sin maquillar de casa. Afortunadamente, había tenido mi careta de la Señorita Pepis para practicar y se me daba de maravilla, así que creo que no parecía un payaso (por eso, al menos). Este año he roto la regla. Un poco. No del todo. Para días y planes muy sport y contados. Media mañana aguanté, en realidad…. De esto sí existe documento gráfico porque tuve que probárselo a mi hermana. La culpa es de Nuria Montes y su blog, en concreto éste, en su “Puesto nº 1”: http://lascarries.wordpress.com/2014/06/05/la-alquimista/. Además, me he apuntado a un gimnasio contraviniendo todas mis ideas al respecto. He descubierto que el estar inscrita no adelgaza ni te pone en forma, que también he de ir. Puede que lo haga. El día menos pensado. Tienen piscinita y sauna. Cuando inauguren la peluquería voy fijo.

         Partiendo de la base de que yo creo que el verano fue una broma pesada que se le ocurrió a Dios en un día tonto pero que, como alguien le rió la Gracia (la famosa "Gracia de Dios"), cual niño pequeño, Él la repite todos los años (seguro que la playita y todo eso está fenomenal pero no son necesarios 40 grados), he de confesar que el estío me agota, me pone de mal humor, me ralentiza y me dilata (un 5% del 10% que no es agua en mi cuerpo es pura dilatación, no gramos extras), así que esos pequeños cambios de opinión suponen una refrescante sorpresa que me revelan un misterio sobre mí misma y me hacen sonreír, sacuden mi perspectiva y me sacan de la rutina por el simple hecho de dejar de ser yo durante un segundo, sumar una experiencia que me habría sido ajena de mantener mis convicciones y conseguir convertirme en un yo más amplio (espiritualmente, me refiero, que el temita del peso está siendo recurrente en este post, sin venir a cuento porque estoy la mar de estupenda).

         He entrado en racha. Voy a cambiar todos mis "Jamás beberé de esta agua" por un "¡¡¡Madre mía, lo que me estaba perdiendo!!!" o  un "¡¡¡Pues no está tan mal!!!", según el grado de satisfacción. A malas, podré decir, con conocimiento de causa "Jamás volveré a beber de esta agua".  En el camino me voy a divertir y me voy a descubrir. También me voy a caer, figurada y literalmente, que recuerdo yo, cuando salieron los zapatos de cuñas tremendas, que afirmé rotundamente: "¡¡¡Never de never (políglota que es una) me voy a poner yo unos zapatos así, que hacen pie de coja!!!" Ahora, la que va a terminar coja soy yo de los tortazos y derrumbes que sufro por las alturas que alcanzo con mis fashion-cuñas...

         Una vez le dije a Ariel que probara las ostras. Me contestó: "Nunca las probaré. Me da angustia verlas". En mi papel de madre emprendedora, le animé: "Venga, cariño, sólo una. ¿Qué puedes perder?". Él me miró con ironía y me respondió: "¿Bilis?"... ¿Que por qué cuento esto que destroza mi anterior entusiasmo?. Pues para que sepáis que soy consciente de que hay límites: de ningún modo me pondré bermudas; jamás comeré Marzu de Casu; nunca anunciaré el final de un asalto en un ring de boxeo con un biquini rojo lleno de cuentas de cristal; en mi vida veré la saga de Saw... ¿O sí?...