lunes, 30 de junio de 2014

Lunes tormentoso.


Tengo un nudo en el estómago y sospecho que me lo ha hecho Popeye: marinero y fuerte, fuerte. Una es nerviosa y, cuando tiene acumulación de estrés en un punto concreto del abdomen, el mal humor se expande y al pobre incauto que me dice: “¡Buenos días!”, le contesta la posesa con un “¡¡¡Por qué tú lo digas!!!”… Afortunadamente, sólo me salen gruñidos y, como no se me entiende, he quedado como mema antes que como maleducada, lo cual es mucho mejor, no lo dudéis.

Mi Legión de Demonios y mi Legión de Ángeles están en actividad máxima, decidiendo si me sumerjo en la nube negra o utilizo mis superpoderes para despejar el día. He de aclarar que yo no cuento, como todo el mundo cree, con un diablillo en el hombro izquierdo  y con un querubín en el hombro derecho. No. Yo cuento con un número ingente de cada bando, discuten entre ellos, con los otros, conmigo y con mi masajista, que se empeña en decir que me duele la espalda por la postura y la presión… Sí, sí, pero por la presión de tantas almas inmortales sobre mi pobre y esbelto (creo que es lo único que me queda esbelto) cuello. Y, aunque parezca una decisión fácil, no lo es porque, a ver, ¿por qué narices no puedo yo estar de un humor horrible un día cualquiera?. Vale, soy más feliz cuando estoy contenta (frase muy pensada, como veis) pero la mala baba también tiene sus ventajas. Hay algunas de esas utilidades ya referenciadas por un señor australiano, aunque el estudio parece alusivo a personas con un mal humor medio y constante (cosa que no recomiendo jamás aunque ello te convierta en la persona con más beneficios del Universo conocido), así que os dejo el enlace y no reitero, que me cuesta mucho hacer chiste de los parabienes del "mal rollito" y, puestos a ser didácticos, demos el honor al pobre hombre que se lo ha trabajado: http://www.abc.es/20091104/ciencia-tecnologia-biologia-neurociencia/humor-sintoma-rapidez-mental-200911041900.html.

 Hablo del mal humor como estado transitorio, no de la bordería ni de la depresión ni de la falta de respeto. Hablo de un día en el que te levantas con una visión molesta del mundo, pero del resto del mundo. Tú te gustas. Son los demás los que fastidian. Un día de esos en que miras con sospecha, adquiriendo un toque asiático al entornar los ojos que te hace más exótico. Un día en el que entras en las rotondas buscando guerra, que, como a la primera estén todos los conductores respetando las normas de circulación, das dos o tres vueltas más hasta que encuentres al despistado al que puedas pitarle y desahogarte lleno de razones.

Yo, además, sufro una reacción química que elimina cualquier filtro civilizado que pueda tener. He ido a una entidad bancaria a presentar mi declaración de la Renta y, que conste, no ha sido la perspectiva de ello la causa de mi ánimo tormentoso, primero, porque me devuelven y segundo, porque le paso el marrón de su confección a mi cuñado y yo me dedico a otros menesteres menos tediosos (¡¡¡Gracias, Orlando!!!). Nada más sentarme ante la señorita encargada de sellármela, me ha dicho indignada. “Es el último día de plazo. ¿Por qué lo presenta hoy?”. Le he contestado con mi mejor sonrisa (envenenada): “Pues porque no puedo hacerlo mañana…”. Para rematar, a los cinco minutos de salir del Banco, ha sonado mi móvil. Un número de Madrid. Ello significas (salvo que vivas en Madrid o tengas conocidos de la mencionada Comunidad tan especiales que aún utilizan el teléfono fijo para algo más que ser el soporte necesario y obligado del ADSL en casa) que te quieren pedir o vender. Normalmente, no atiendo esas llamadas pero hoy es la excepción: en un día turbulento que te telefoneen esas empresas siniestras es un regalo ideal, un desahogo. Efectivamente, una señorita muy amable (que la pobre bastante mérito tiene: no me extrañaría que deba ocultar a su familia a qué se dedica) me ha ofrecido que me pase a otra compañía proveedora de telefonía. Ha preguntado por mí. Sabiendo lo que venía detrás, le he dicho que era su (mi) hermana. La conversación ha sido la siguiente (lo prometo por lo más sagrado):

Ella: ¿Está usted autorizada a contratar en nombre de su hermana?.

Yo: No, lo siento, mi hermana y yo no nos hablamos.

Ella: ¡Pero lleva usted su móvil!.

Yo: Bueno, es que no nos hablamos porque la pobre está en coma…

Ella: Lamento oír eso. ¿Es muy grave?.

Yo (con mi voz más suave): Noooo, mujer, no. Sólo es un coma. Grave es el punto y final.

Ella: Me alegro. Entonces volveré a intentarlo en unos días, si le parece bien.

Yo: Estupendo. No se preocupe que, en cuanto la despierten, se lo digo.

Ella: Gracias por atenderme. Tenga un buen día.

Yo: Igualmente, ha sido un placer haber hablado la una con la otra, aunque no haya sido de lo mismo…

         Lo malo de todo esto es que lo absurdo de las situaciones que crea mi mal humor es la medicina contra el mismo y se me ha pasado poco a poco, así que he dejado sin argumentos a cuanta criatura celestial e infernal habita sobre mí y me he ido más feliz que un ocho a casa. Al llegar y encontrarme a Ariel un poco cascarrabias (se ve que estaba en el ambiente hogareño), le he contado lo del análisis académico sobre las prerrogativas del mal humor y le he dicho que lo disfrute un ratito. Me ha mirado como miran las vacas al tren y me ha informado: “Mamá, no estoy de mal humor, estoy más bien de un humor negro”. Yo le he respondido, de pasada: “Pues eso no tiene ventajas, así que cambia el ánimo”. Sin mover un músculo, me ha discutido: “¡¡¡Claro, que tiene ventajas!!!”. Sorprendida, lo he retado: “Dime una, listo”… Con media sonrisa, me ha comunicado: “Es mi humor de fondo de armario: el negro siempre es elegante”… Ahora mis mensajeros divinos y mis representantes satánicos están discutiendo sobre las bondades de volver a mi inicial hosquedad o, directamente, volverse ellos a su Origen y pedir el traslado…

miércoles, 11 de junio de 2014

El arte de los impresionistas.


Mi hijo mayor me ha preguntado, mientras estaba arreglándome para empezar mi jornada laboral, si podía llevarles por la tarde, ahora que no tienen clase, a él y a dos amigos, al centro comercial y volver luego a por ellos. En mi papel de madre abnegada pero un poquito quemada, le he contestado: “¡Claro, cariño, como siempre!... Y qué lástima lo de tus amigos… Todos huérfanos… Sin una madre que pueda recogerlos en alguna ocasión…”. Hugo me ha replicado, con condescendencia: “¡¡¡Mamá, no son huérfanos….pero es que sus madres trabajan!!!”… Aclarado el tema le he hecho saber que haría un hueco para ejercer de chófer entre mi partida de bridge y mi cita en el spa… Una vez que ha captado la ironía, le ha dado risa darse cuenta de la metida de pata y me ha querido apaciguar: “Mamá, es que vas tan mona y llegas tan arregladita que no parece que hagas esfuerzos. Es la impresión que das”…
Si cada vez que me he tenido que comer mi impresión sobre los demás hubiese engordado un gramito, se habría cumplido mi deseo de aparecer en un libro, aunque éste fuera el Guinness de los Record, Sección obesidad imposible. Ahora que, si me hubiesen dado un céntimo por cada ocasión en la que he provocado que los demás modifiquen su impresión sobre mí, además saldría en Forbes (porque seguiría siendo enorme, que una cosa no quita la otra).
Yo soy de primeras impresiones y presumo de tener un gran sexto sentido pero, a poco que lo piense, yo lo que tengo es mala memoria. Me equivoco tanto como acierto pero lo primero lo olvido con gran inteligencia, hasta el punto de creerme, cada vez que atino, que mi gran intuición solo se explica porque soy descendiente de los Tuatha Dé Danann (http://es.wikipedia.org/wiki/Tuatha_D%C3%A9_Danann), que son las hadas más cool del Universo mágico (caprichosas, caprichosas). Así que he tenido que aprender a disfrutar, no sólo cuando hago un juicio correcto (“¡¡¡Qué listísima que soy!!!. ¡¡¡Qué bien me funcionan los superpoderes!!!”) sino también cuando he de dar un giro de 180 grados en mi percepción (¡¡¡Qué capacidad de reacción!!!. ¡¡¡Madre mía, qué coherente y equilibrada he llegado a ser para cambiar de opinión sin que me dé un síncope!!!). Pero sobre todo, sobre todo, disfruto cuando tienen que modificar la idea que se habían hecho de mí. Siendo partidaria de la venganza elegante, aún me gusta más un “¡¡Zás en toda la boca!!” estiloso.
Reconozco que soy fácil de subestimar. Hay quien se molesta conmigo por el hecho de provocarlo cada vez que me declaro superficial pero existe un importante matiz a tener en cuenta: presumo de mi frivolidad pero también alego que he llegado a ella por elección consciente. Medité mis opciones y elegí, lo que significa que hay un proceso intelectual subterráneo que se debe valorar a la hora de clasificarme. Si me juzgan  simplemente por lo que digo y por lo que aparento, se definen (a ver quién es más superficial ahí).
Hoy me he encontrado con la Madre (en mayúsculas) de un compañero de mis nenes. De hecho, esta chica se me ha presentado en dos ocasiones: en una me dijo “Hola, soy la Mujer de Menganito” y, en la siguiente, me señaló: “Hola, soy la Madre de Fulanito, ¿no te acuerdas de mí?”. A punto estuve de contestarle que era imposible que me acordara de ella ya que, cada vez que la veía me daba un nombre distinto (si he de conocerla por el título, podría tener la deferencia de anunciarse con el mismo siempre…). Acto seguido ha añadido:”¡¡¡Cuánto tiempo sin verte!!!. Claro, como tú no eres muy madre y nunca vas al colegio a recogerlos… ¿Qué es de tu vida?”. “Pues mira, aquí, peleando por la custodia de mis hijos”. Me ha mirado con compasión y me ha preguntado con mucho interés: “Su padre, ¿no?. A lo mejor te lo tendrías que plantear…”. Naturalmente le he aclarado: “No, mujer, no. A su padre lo que quiera le concedo, que para eso es su padre… No… De hecho, peleamos juntos… ¡¡¡Nos ha demandado el conductor del autobús escolar, que los lleva y los trae a diario y es muy madre!!!”. A ver, alma de cántaro, si el que yo no participe de las rutinas escolares de mis retoños te da derecho a que me catalogues como mala madre, el que tengas la cobardía de dejarlo sutilmente caer en cualquier conversación me da derecho a mí a que te califique como corta de miras y maleducada.
Hay gente que te cae bien de inmediato y gente que no, lo curioso es que ambas tienen las mismas posibilidades de convertirse en alguien importante para ti al cabo del tiempo porque, os aviso, las personas evolucionan, tú evolucionas, y hemos de replantearnos nuestras conclusiones a diario. Y ahora,  a todos los guays que se bordarían a punto de cruz el lema de “La gente no cambia”, les diré que compren más hilo y más tela porque la frase  continúa con un “salvo que le pongan voluntad”. Y el que no me crea que piense en esa pareja que tuvimos, de la que nos creímos muy enamorados pero de la que ahora renegamos porque, en realidad, nunca fue nuestro tipo; en esa ropa estrambótica que nos poníamos y que nos encantaba y que ahora quemamos simbólicamente cada vez que escondemos una foto; en esas ideas que defendiste y que ahora intentas olvidar; y en que todos, absolutamente todos, contamos entre nuestras amistades más apreciadas con alguien al que previamente no soportábamos. En unos casos has cambiado tú, en otros ellos, en la mayoría, ambos. Una persona admirable me dijo que cuando dudara de una percepción y, especialmente, como ejercicio para poner a prueba mis certezas, debía pararme, cerrar mis oídos y abrir mis ojos, porque la gente es lo que hace y no lo que dice. Probadlo, con los demás y con vosotros mismos, le da a la vida un puntito de sorpresa muy interesante.
Ayer, al ir a desearle a Ariel las buenas noches, me puse a acosarle con carantoñas para chincharle (está en esa edad que llaman “del pavo” pero que sería más apropiado llamar “de la nitroglicerina” porque, a poco que lo toques, estalla). Después de varias frases del tipo “¡¡¡Ay, mamá, que pesada eres!!!”, distintas maniobras para esquivarme y un pequeño empujón que hizo que me cayera de la cama y aterrizara de forma muy poco elegante, le dije con tono sorprendido: “Ari, hijo, tengo la impresión de que te molesto…”. Él me miró y me contestó con una vocecita muy dulce: “Te equivocas, mami… Tú tenías la impresión, cuando has empezado, de que me ibas a molestar…. Ahora lo que tienes es la evidencia de que me has molestado… Mira la parte buena, tu sexto sentido funciona…”.

miércoles, 4 de junio de 2014

Quiero un premio.


Este post es un poco especial porque lo hice para unas amigas y fantásticas profesionales, divertidas y originales, así que me limito a poner el enlace... No me cansaré de darles las gracias (a ellas y a vosotros, que gastáis vuestro tiempo leyéndome).

P.D.: Como anécdota plus para mi blog, os contaré que la misma semana en que me llamaron de Onda Cero para que hiciera una pequeña colaboración, a una de mis mejores amigas la nombraron pregonera de una cofradía. Allá que nos ponemos manos a la obra las dos, escribiendo nuestros textos. A dos días del debut, la llamé y le dije: “Niña, que estoy bloqueada. ¿Nos tomamos unas cervecitas, a ver si me inspiro?”. Ella me contestó, muy decidida: “Vale. Perfecto. Yo también estoy bloqueada, así que, si te parece, quedamos en una hora, que quiero antes pasar por la Iglesia y rezar a la Virgen, a ver si me ilumina”… Claro, luego no puedo extrañarme de que los premios se los den a ella…