miércoles, 12 de marzo de 2014

La delgada línea rosa.


La línea entre lo sublime y lo cursi es tan delgada que un suspiro la quiebra… ¡¡¡Toma ya!!!. Esa frase tan pretenciosa y fatua es mía. No digáis que no se explica a sí misma… Vale, vale, tengo otro principio: estando en la Universidad, me dijo uno de mis mejores amigos (Víctor, ¿te acuerdas?): “Si alguna vez tengo hijos, antes les pongo una peli porno que una de Disney. Las dos crean falsas expectativas pero, al menos, en la primera no cantan”. Aunque no lo parezca, esta es mi publicación para los chicos (bueno, la palabra “porno”, igual os ha dado una pista). Puede que ahora no lo apreciéis en su justa medida pero os voy a liberar de mucha presión.

¿Qué enamorado no ha escuchado de su pareja eso de “Necesito más romanticismo”?… Y tú, que sabes por experiencias anteriores que las flores y los bombones no son suficientes, que lo que te están pidiendo es un acto único y personal, tratas de buscar inspiración y se desata el drama… Desengañaos: ese acto único y personal es de imposible cumplimiento. En primer lugar, no es un “acto” general, es un “acto” concreto: tiene claro lo que quiere y te aseguro que no lo vas a adivinar. De verdad, confórmate con ofrecerle una cena romántica (que es un eufemismo para decir una cena cara, no te equivoques), regalarle un bolso estupendo, un vestido que os guste a los dos con la promesa de estrenarlo como preludio a una noche de halagos… No innoves, por Dios, porque ahí corres el peor de los riesgos en una relación: ser cursi.

Os voy a dar unas pautas que os apartarán del abismo de la pedantería (y van dos frases afectadas para explicar que no hagáis actos afectados… Arte que tiene una):

La Regla del 3 x 3 x 3. Si no eres capaz de recitar tres estrofas de tres poemas diferentes de tres autores distintos, no escribas poesía. La poesía es la nitroglicerina del amor: cualquier movimiento en falso crea un desastre. Si no has leído y apreciado a verdaderos autores, lo que será un poema es escuchar tu creación (y que conste que utilizo la palabra “creación” en el mismo sentido en que se la aplicaría al monstruito del Sr. Frankenstein). Encima no vas a ser original, apuesto a que las palabras “cielo”, “azul”, “amor” y “corazón”, aparecen fijo.  Recitarle a tu amada: “El cielo azul es testigo/ que el corazón me has robado/ ”devuélvemelo”, te digo/ o me voy para el Juzgado” te puede parecer una gran idea, y lo es, pero una gran idea no tiene porqué ser una buena idea, así que te recomiendo que la mantengas en el mundo de la imaginación porque, como se te ocurra llevarla a cabo, ten por innegable que irás al Juzgado, pero a denunciarla por el morado que te habrá provocado en el ojo. Y ya te digo yo que la absuelven: eximente completa de locura pasajera causada por sentimiento superlativo de vergüenza ajena. Existe.

Con las canciones es mucho peor. No cantéis. Escoger una  canción que inspire sentimientos románticos en tu pareja sin que resulte melosa es muy difícil (haced caso a mi amigo: hasta Disney se equivoca y peca de cursi). Y conlleva una incomodidad añadida: yo, como chica a la que le han ofrecido conciertos, no sé qué cara poner mientras me cantan. Lo paso fatal. He llegado a ensayar ante el espejo… Dejad las baladas a los profesionales, os lo ruego.

La Regla Proporcional de Público. El almíbar que destilan tus palabras y tus actos aumentará en proporción directa al número de personas que ven la escena. La vida no es una peli y, si quieres emular a Richard Gere, asomando por el techo de una limusina blanca, con un enorme ramo de rosas y gritando bajo el balcón de tu víctima (¡¡¡Ups, quería decir “enamorada”!!!) que la amas, no habrá banda sonora in crescendo que anule el volumen de las carcajadas de tus vecinos… Eso deja una huella imborrable en el barrio, y no como las del Paseo de la Fama, precisamente…

La Regla del Corazón Sobrevalorado. No todo lo que tiene forma de corazón es bonito. De hecho, el corazón en sí no es bonito. Es un órgano interno bastante asqueroso (útil pero desagradable). En realidad, he de decir que, para los antiguos (pero los antiguos de verdad, los de los primeros siglos, no los nacidos hasta 1980) la parte más importante del cuerpo humano era el estómago y creo que por eso nos agasaja más que nos regalen un festín en un buen restaurante que unas valerianas antitaquicardias. Te recomiendo que busques obsequios con formas menos sospechosas de ser colaboradoras necesarias en delitos de cursilería (¡¡¡Y van tres frases!!!). Y, por favor, si el corazón está partido y la intención es quedarse cada uno un trozo, a no ser que seas Alejandro Sanz y lo entregues como guiño al cincuenta aniversario de tu mayor éxito (y lo perdonamos sólo porque para entonces podemos achacarlo a la senilidad), llama en cuanto te des cuenta de lo que has hecho, finge que era broma y llévala a un tres estrellas Michelín, a ver si cuela.

Captad el mensaje: no os agobiéis cuando os pidan romanticismo. No vais a acertar. Sólo podéis aspirar a salir del paso con el orgullo y la reputación intactos. Al final, lo único que queremos es que hagáis un esfuerzo, no el ridículo.

Una vez, hace mucho tiempo, coincidí con una amiga. Ambas acabábamos de romper nuestra relación (no la suya y la mía, sino la de cada una con su novio). Ella me indicó: “Cris, estaba abocado al fracaso. Me ha sido infiel. ¿Qué os ha pasado a vosotros”. Yo le contesté con evidente emoción: “No lo vi venir… Parecía tan normal, tan elegante… Le pedí un poco más de romanticismo en nuestra relación, que fuera más detallista y…. me regaló una figura de Lladró…. ¡¡¡La pastorcilla!!!”. Con estupor, temblorosa, me preguntó: “¡¡¿Era un…cursi?!!”… Yo no podía hablar, el recuerdo me dolía. Me limité a asentir. Mi amiga, horrorizada, no pudo más que consolarme: “¡¡¡Y yo quejándome por una simple infidelidad!!!”…






Página de Facebook: Red Carpet by Cristina Birlanga

1 comentario:

  1. Eres sensacional, he leído unos cuantos pots (ya sé que no te gusta la palabra) y me he reído mucho (sobre todo por dentro). Estaré atenta a tu pluma. Un abrazo

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