lunes, 14 de diciembre de 2020

NUEVO DESORDEN MUNDIAL

 

        Me he comprado unas botas planas, tengo ordenado el cajón de los calcetines y me he tirado al monte. Si esto no son señales del Apocalipsis, ya no sé qué criterios manejáis.

        Mis amigas, ciegas ellas a tanta desazón, dicen que un tacón de 8 centímetros no tiene la consideración de “plano”. Y claro que sí. Estoy tan concienciada de ello que el martes, que iba con mis botas y mis pantalones verde militar, me quedé encerrada con un señor en el ascensor de la oficina y le dije: “Si está usted preocupado por si, cuando podamos salir de aquí, se haya acabado el mundo y vivamos en una invasión zombi, yo le protejo. Voy vestida para ello. Es la primera vez que podría organizar La Resistencia sin tener que pasar por casa a cambiarme.” El señor me contestó: “Lo grave es que, otro año, sólo estaría preocupado por estar encerrado con la loca del edificio. En el 2020, casi que aprecio el ofrecimiento, por si acaso...” (Bonus track: Yo.- “Loca pero mona” Él.- “Monísma”...... Yo.- “Si tiene sed, llevo un RedBull de coco en el bolso” Él.- “No me extraña nada ya”...)

        Lo del campo es aún más evidente: he subido al Cau (monte ilicitano, para los de fuera), hasta una antena, y por la parte vertical. Mi cuñado, que es mala influencia. Os he de decir que mi nuevo reloj estaba preocupadísimo por mí. Cómo no llevaría los índices de actividad que me salió un aviso: “¡¡¡¡¿¿¿¿Dónde vas, loca????!!!!”... Lo ignoré porque la falta de confianza me dolió. Un “¿Te pido una ambulancia?”, se repitió dos veces la siguiente media hora. Contra todo pronóstico, hice la ruta prevista. Mi cuñado me indicó que su reloj le decía que necesitaría una hora de recuperación. Mi reloj: 19 días y 500 noches. Simpático que es.

        Yo no estoy aprovechando este año catastrófico para hacerme mejor persona. De hecho, ni mejor ni peor, en lo que sí me estoy convirtiendo es en menos persona: mi espectro de decisiones se ha visto tan reducido, tengo tantas normas conductuales, tantas acciones instintivas que debo frenar (que todos debemos frenar) que no me queda margen para ser yo... ahora soy previsible. Ya no nos miramos; sonreímos y no es evidente (sí, sí, lo de leer los ojos y todo eso está fenomenal pero mis dioptrías y yo vivimos en otra realidad en la que los matices se nos escapan). Y nadie oye, imaginaos ya escuchar. Toda la vida, mis hijos me han mirado con sospecha cuando me quitaba las lentillas y les decía “si no veo, no oigo”, porque una parte importante de la conversación es el gesto, la lectura inconsciente de labios... Y, aunque debería estar feliz de que el Mundo me haya dado la razón, me entristece esta pérdida de comunicación, esta sensación de que hay quien ha decidido que, para lo que hay que oír, no le vale la pena el empeño. No nos podemos tocar, casi no nos reconocemos, escucharnos es un esfuerzo... ¿Que vamos a salir mejores? Pues ya se puede dar prisa el 2020 porque no veo yo que, en dos semanas, recupere mi bonanza del 2019 y la aumente.

    Como lo del crecimiento personal no está funcionando, me voy a dedicar a ser canalla. Si no puedo mejorar, voy a empeorar pero con conocimiento de causa. A propósito. Una virtuosa de la maldad. Voy a reinterpretar todos lo pecados capitales y a practicarlos. He empezado con la Gula: con la excusa de hacer gasto a mis hosteleros del alma, los del CSI se harían un lio con mis últimas cenas: igual hay huevo de Oca con trufa, que patatas fritas de bolsa y cacahuetes, que ramen japonés. La Soberbia la tengo dominada: no hay halago a la altura de mi vanidad, me dicen que me ven guapa yendo con mascarilla y gorro y me lo creo. La Avaricia me la han dado en bandeja: esta Nochevieja no me compro lentejuelas y atesoro el dinerito. La Envidia viene de la mano de la Gula: codicio la genética de los que comen sin engordar... La Lujuria me da Pereza, así que dos pájaros de un tiro. Y la Ira la reservo para los zombies...

    Y me he inventado un octavo Pecado Capital, la “Mosca Cojonera” (זבוב כוסות, en hebreo para los puristas) y lo voy a pulir a vuestra costa: cada semana voy a contaros, en un post simplón, mis cuitas en este Nuevo Desorden Mundial. Queráis o no. A este nivel de vileza estoy llegando.



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