miércoles, 26 de febrero de 2014

Vanidad Pura.


La Ratita Presumida no merecía ese final. Bueno, por rata puede que sí pero por presumida debería habérsele indultado. Yo lo soy (presumida, no rata) y lo llevo por bandera.

Y es una bandera que he tenido que defender miles de veces. De hecho, cada día me enfrento al reto de ciertas preguntas recurrentes.” ¿A qué hora te levantas para arreglarte?”. A la que sea necesaria. Mis hijos ya han incorporado el ruido del secador a sus sonidos habituales, por lo que no les despierta. “¿Cuánta ropa tienes?”. Toda, pero nunca es suficiente. “¿Te vas a llevar esa maleta sólo para dos días?”. Sí. La he hecho yo, he escogido lo que hay dentro, la arrastro yo, existe una premeditación absoluta: no hay forma humana de que sea una equivocación. Es mía y sí, me la llevo para dos días… Una variante de ésta última cuestión es la de “¡¡¡¿Pero qué llevas en el Bolso?!!!”. Grosso modo: bote de Red Bull, kit completo de maquillaje, cartera, llaves (en la misma cantidad que si trabajara de gobernanta en un hotel de veinte pisos), iPad, iPhone, cargadores para ambos, chuches abundantes (para ofrecer y hacer amigos), gafas, bolis, libreta, colirios, auriculares, artículos de aseo. Mi filosofía “bolsar” se resume en lo que instintivamente respondí cuando me interrogaron sobre por qué llevaba un destornillador. “Porque cabe”.

Soy vanidosa. Lo recomiendo como doctrina de vida. Y, por una vez, voy a hacer un blog de moda por un motivo: mis truquitos, mis filias, mis prendas de la suerte tienen nombre y apellidos (o marca concreta) y he de agradecerles la cantidad de depresiones, malos rollos, ideas peregrinas, ansiedades evitados y, sobre todo, el ingente número de alegrías, situaciones salvadas y seguridad adquirida.

Mi madre me dijo una vez: “Tu hermana será aparejador pero la que está todo el día arriba del andamio eres tú”. Lo reconozco: no se caminar sin mis tacones. Incluso jugando al pádel, me pongo de puntillas si no estoy corriendo (o sea, siempre, porque soy muy mala). Haciendo historia no sé si conocí antes la marca o la persona pero creo que fue a la persona, por lógica: de haber estado tan loca por sus zapatos cuando me presentaron a Pura López, me habría humillado a mí misma y a todos los que allí estaban pidiéndole un autógrafo. Como eso no pasó, creo que, hasta esa fecha, no me había dado cuenta de que mis mejores, más cómodos y más bonitos zapatos, eran de ella. A ver, tiene una explicación ese lapsus: educada en una ciudad de zapateros, desde pequeña los zapatos llegaban a mi casa: el vecino de abajo hacía de niños; el de arriba, de hombre; nosotros, de mujer; el amigo de mi padre, de estar por casa; el marido de la amiga de mi madre; deportivos; cubríamos todos los frentes y funcionaba el trueque (aquí están los ilicitanos asintiendo como posesos). Hasta que la vanidad no hizo mella en mí, no fui a una zapatería, me conformaba con lo que había… Pero descubrí lo que unos buenos zapatos pueden hacer por ti: mejoran tu porte, elevan tu autoestima, te dan una excusa para la torpeza cuando te caes, son armas vengativas eficaces (¿habéis probado a pisar al descuido a un exnovio canalla?). Y se me reveló la importancia de que el zapato sea de calidad, la necesidad de saber qué es lo que adquieres (que conste que he utilizado el verbo “revelar” porque fue una experiencia religiosa: arrastrando mis pies sangrantes tras media hora con un par de zapatos de marca extraña, parecía un penitente en pleno Viernes Santo, y prometí que nunca más), y, si el presupuesto te obliga a elegir entre dos mediocres o uno de Pura López, elige el de Pura: tengo botas suyas que tienen más años que mis hijos y me dan más cariño, me miman el pie y me mandan mensajes subliminales “¡¡¡Que mona vas!!!. ¡¡¡Qué mona vas!!!”. Tengo unas sandalias de la nueva colección que consiguen que mi cabeza disfrute de un clima distinto al resto, de la altura que alcanza y, sin embargo, son taaannn cómodas que estoy en tratos con la NBA para que me dejen hacer una prueba con ellas puestas y entrar en el equipo. Si Ronaldo viene patrocinado por Nike y Messi por Adidas (conocimiento cortesía de mi nuevo mundo laboral), bien puedo ser yo patrocinada por Pura López en mi debut con los Lakers. Y ahora, voy a deciros algo que no está al alcance de la generalidad: unid el calzado a la personalidad de su diseñadora y adquirid esos rasgos al llevar sus zapatos: divertida, espontánea, valiente, excéntrica, leal, creativa, fuerte, testaruda, un poco loca…. En fin, brillante. Ella es así, los zapatos son así y, cuando yo los llevo, me acerco un poquito más a esa personalidad que es una fuerza de la Naturaleza…. Comprobadlo: https://www.puralopez.com/ y https://www.facebook.com/Puralopez.official .

Siendo como soy una chica muy afortunada (cosa que no me cansaré de reconocer porque no hay mayor don que ser agradecida), encontré quien tiene ropa al nivel de mis zapatos, en diseño, calidad, telas, estilo… Y la suerte fue absoluta: si, por un lado,  mi admirado Antonio Guilabert Rocamora, diseñador de Concepto Privee (http://www.conceptoprivee.es/ y https://www.facebook.com/ConceptoPriveeSl) no tiene ningún miramiento conmigo y no se toma unas vacaciones que consigan deshabituarme de adquirir sus fantásticas prendas, por otro, la tienda que comercializa su colección entera es de mi amiga Mercedes Bonet, (Guppy, c/ Corredora, 18 de Elche), la persona más cariñosa y  sin dobleces que conozco (encima es monísima, la muy vil). Así que voy allí de compra-terapia, me pruebo, me quejo de mis kilos, cotilleo un ratito, las mareo (de hecho creo que Merce contrató a la dinámica Rosa para repartir la lata que les doy cada vez que hago acto de presencia). Practican una cosa que, cuando está en juego tu economía y tu aspecto, es valiosísimo y, desgraciadamente, cada vez más extraño: la sinceridad comercial. Como algo no te quede bien, te lo van a decir. Con cariño, pero te lo dicen, que lo he visto yo…  Gracias a ellos, entro en un juicio con mi vestido con lentejuelas y me siento la reina. Es mi “marca de la casa”. Un juez me dijo una vez: “Letrada, le prometo que no me sorprendería verla entrar un día con las puñetas de la toga llenas de lentejuelas”. Obviamente, le dije la verdad: que, en cuanto terminaran de bordarme el escudo con la leyenda “Sed mortuus est quam simplex” (antes muerta que sencilla, para los de ciencias), las ponía... Sólo tengo un pero que le he de hacer llegar a mi héroe creador de ropa: o eliminamos las hileras de botones a la espalda o me busca un novio que me ayude a cerrarlos…

No os engañéis: en realidad, juzgamos por el aspecto y, en una proporción inmensa, acertamos. El que parece sucio, es sucio. El que parece dejado, lo es. No solemos equivocarnos al juzgar la fachada de los demás, el problema es cuando confundimos los niveles de comparación: por ir desaliñado no podemos concluir que se es mala persona, ni por ir como un pincel debemos inferir que se es un soberbio. La imagen nos da una pauta, nos dice muchas cosas. El conocer a la persona nos delimita esas primeras impresiones y las sitúa en su justa medida (siempre y cuando no permitamos que nuestras propias inseguridades sean las que interpreten lo que recibimos). Es un proceso fantástico. Yo sé lo que soy y eso cambia a cada momento, dependiendo de mil factores pero sé lo que no quiero ser, y eso es una constante: no quiero ser gris. Quiero que se me vea. Con todas sus consecuencias. Y podrán decir: “Esa chica es rara” (es mi blog y soy suave con mis críticas, ¿qué pasa?), pero siempre pensarán “¡¡¡Pero qué gusto tiene escogiendo calzado y vestido!!!” y a la rara eso le consuela…

Acabo como empecé: haciendo alarde de mi condición de presumida. Si yo fuera la rata del cuento, al encontrar la moneda, quizá me comprara el lazo pero, lo que es seguro es que no me pondría a barrer buscando enamorado que pasara por mi puerta: cogería mi lazo, me pondría mis zapatos de Pura López, mi vestido de Concepto Privee y me lanzaría al mundo para lucirme, con mis caídas, mis tropiezos y mis mil contradicciones, y los pretendientes que me busquen (eso sí, visto mi historial, hay muchas probabilidades de que escoja tan mal como el roedor ese pero, al menos, me lo habré pasado por el camino mucho mejor que barriendo).

2 comentarios:

  1. genial como siempre y que razon tienes antes muerta que sencilla en ocasiones me encantaria ser como tu , y no es peloteo , que conste , que te veo venir

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  2. Hoy en día ser presumida/o y vanidosa/o es "una virtud" y, como bien dices, es muy recomendable practicarla ; de lo contrario podemos acabar creyendo que cualquier imagen photoshopeada es mejor que nosotros, Así que gracias por compartir tus trucos de estilismo.

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