martes, 4 de febrero de 2014

La medida de tu valía.


Hay una escena en Cyrano de Bergerac en la que su superior le pregunta: “¿De dónde te viene ese afán/ de hacerte sólo enemigos?”, a lo que él responde: “De verte a ti hacer amigos/ y del pago que te dan.”… Muy mal, Ciranín… Podemos pasar por alto el hecho de que fuera un sufridor nato, que no tuviera narices (fíjate tú qué ironía) para decirle a Roxana lo que pensaba cuando ella se había enamorado de las palabras y no del hombre y tenía posibilidades (y, más que nada, se lo perdonamos porque en caso de haberse atrevido no habría obra), pero que menosprecie el hacer amistades, no se perdona.

Yo tengo cinco mejores amigas absolutas (bueno, me acuerdo de cuatro pero dejo un puesto libre por si se me ha olvidado alguna), las de la Universidad, las que he ido adquiriendo de la vida, a nivel geográfico tengo también a mi mejor amiga de Sevilla, mi nueva mejor amiga de Barcelona, mi mejor amiga de Madrid... Y tengo mejores amigos (que sí, que es posible).  Y luego tengo los de salir, de ir a comer, de trabajo… Todos con sus virtudes y sus defectos… No me sobra ni uno… Y aquí es donde salen los puristas y te dicen frases como que “más vale pocos y escogidos”. Pues mira, discrepo (para variar). ¿Por qué esa manía de esperar lo mejor de cada persona?. Eso no es inteligente ni honrado. No es inteligente porque hay muchas posibilidades de que te fallen, tarde o temprano, en mayor o menor medida, en algún momento harán algo que no te guste o, peor aún, dejarán de hacer algo que esperas. Y no es honrado porque tú tienes las mismas posibilidades de fallarles a ellos. Puedes hacer tu reserva de calidad para algunos preferidos pero estar abiertos a distintos tipos de personas va a mejorarte con toda seguridad. Con cuidadito, ¿eh?. Hay algunos individuos que no merecen la oportunidad. Os doy un breve listado:

1.-Nada de ser amigos de gente que te quiere salvar la vida. Por pelmas. Hace tiempo, por cuestiones de trabajo, iba muy a menudo a un organismo oficial. El guardia jurado de la puerta era especialmente hosco y gritaba más de la cuenta. Rara vez devolvía un saludo. Un día me abordó y me dijo que sabía que yo era abogada y me consultó un problema. Le contesté lo que estimé oportuno. Y él me señaló: “En realidad, estaba esperando que pasara un abogado más de verdad pero sólo has venido tú. Es que me pareces muy superficial. Si me sirve lo que me has comentado, te invito a un café y te digo lo que podrías cambiar para parecer más lista. Yo veo a mucha gente a lo largo del día y sé de qué hablo. Así te devuelvo el favor”. Obviamente le indiqué que, si le permitía invitarme a un café, entonces me debería DOS favores…

2.-Aunque pueda parecer superficial, no se puede ser amigo de alguien que se peine poniéndose todo el pelo de un lado hasta la oreja contraria, tratando de disimular una calva; ni de los que llevan cordones de oro enormes en pecho lobo; ni de los que llevan camisetas sin mangas con sisa extragrande. ¿Por qué?. Pues porque te vas a sentir fatal por reírte de él, vas a darte cuenta que eres incapaz de prestar atención a lo que diga pues el pelo, el cordón o la camiseta atraerán tu atención en exclusiva. Hay dos excepciones a lo inadecuado de entablar una amistad con este grupo: que tú seas uno de ellos (con lo que, al compartir el estilismo, no caes presa de la vergüenza ajena) y/o que seas tan buena persona que intentes hacerle notar su delito estético (eso sí, sin caer en uno de los miserables del Punto 1.-).

3.-Tampoco recomiendo una relación con esas personas que, cuando están esperando para cruzar, y tú, misericordioso conductor, te apiadas y le haces una señal para que pasen, ellas pasan, pero no con una sonrisa y ligerito, no, sino que lo hacen muuuuyyy leeeeeentamente, mirándote a los ojos, serios, muy serios, retándote a que te desesperes. Hay que tener muy mala baba. Por muy ceda al paso recién pintado que reluzca bajos sus pies, ese tipo es no es de fiar.

Desconozco el secreto universal para tener amigos, pero creo firmemente que, si encuentras en la otra persona una cualidad de la que tú careces, la disfrutas y la imitas hasta adquirirla, no olvidando nunca a quién se la debes, quién es mejor que tú en ello, seréis amigos mucho tiempo. Es sencillo, ella se siente admirada y tú agradecido, y viceversa en otras virtudes. Y no es difícil. El sábado tuve encuentro de amigas de toda la vida, algunas hacía casi un año que no nos veíamos. Decir lo obvio, afirmar que fue como si no hubiese pasado el tiempo es fácil. Explicar que, sin haber hablado en todo ese lapso, cada una conocía el estado de ánimo de la otra, que podías llenar las lagunas de sus vivencias en ese tiempo en que no te has visto sin preguntar, la sensación de pertenecer a algo,  la emoción de saber que son tu hogar, de sentirte en casa, las risas antes de terminar la anécdota porque la adivinas, porque te adelantas al hecho puesto que conoces a quien la cuenta y profetizas perfectamente cómo va acabar la cosa, el irte siempre deseando más, el compensar toda ausencia con un poquito de presencia…, eso es imposible si no lo has sentido.

Hay muchos tipos de amistades pero, incluso las que te traicionan, te han enseñado algo y algunas risas te habrán proporcionado y, seamos sinceros, tampoco se hunde el mundo. Permítete una buena pataleta en privado y, si la felonía es leve o simplemente te compensa perdonar, la aparcas, reestructuras tus expectativas respecto del villano y continúas la amistad y, si el delito ha sido grave, ejerces de egipcio y borras su nombre de tu Universo particular.

Una vez leí que las amistades perduran si cada uno se siente levemente superior al otro. No lo comparto. Yo creo que perduran cuando encuentras algo que admirar en el otro porque eso te revaloriza a ti. Cuando me veo invadida de ideas negativas sobre mi valía siempre pienso en mis cinco mejores amigas y concluyo que si personas tan extraordinarias como ellas me quieren y me han elegido como camarada, ¿quién soy yo para ofenderlas cuestionando el buen gusto y la idoneidad de su elección?. Algo bueno tendré…

Siendo Ariel muy pequeño, había un niño en clase que siempre buscaba bronca con él y, de hecho, le llegó a pegar en alguna ocasión. Él no se quejaba nunca y me lo contaban las profesoras. Al año siguiente, se convirtió en su mejor amigo. Le pregunté un día cómo habían llegado a ser tan amigos y me contestó: “Bueno, mamá, a mi él siempre me ha parecido muy valiente porque es el más chiquitín de la clase y eso no le asusta cuando quiere algo. Y él cree que yo soy el más duro porque ni lloro ni me chivo. Y nos lo hemos dicho…”. Yo le repliqué que me alegraba mucho de que se hubieran acabado las peleas, pero me miró extrañado y me informó: “No sé qué tiene que ver. Nos vamos a pelear seguro. Nos hemos hecho amigos, no santos….”.

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