No
los soporto. Me tienen hasta la narices. Y me asustan, que es peor. Me refiero
a la pandilla de intolerantes que anda suelta, con voz y voto. Muy peligroso.
Siempre le he dicho a mis hijos que, en esta vida, no hay nada peor que ser
desagradecidos pero creo que es porque presupongo la tolerancia en ellos…
Esta
mañana hemos corrido todos a comprar los periódicos para ver las noticias sobre
nuestra fallida (más apropiado sería poner “falluca”) Nit de L´Albà. Como
a mi lo de correr no me va y mis vecinos
no se merecen el riesgo para su estabilidad mental que supone verme ojerosa y
recién levantada (oye, es encontrarse conmigo en una de esas situaciones y
empezar a creer en el Yeti, los ogros y demás criaturas sobrenaturales), he
hecho una primera aproximación a la información a través de la prensa digital.
¿Y qué tiene la prensa digital que no tenga la prensa escrita (mi favorita)?.
Pues que la gente opina dejando constancia de ello. Sin filtro. Y varias de
esas opiniones pugnan por la eliminación de los petardos y fuegos artificiales
en las fiestas, llamándonos salvajes (a modo de ejemplo, pongo este enlace. No
es la crónica, es el comentario: http://www.elperiodico.com/es/noticias/sociedad/accidente-nit-lalba-elche-2184699
).
A ver, voy a partir de una base: yo no creo
que estemos todos evolucionados al mismo nivel, me niego a creer que ciertas
conductas de ciertas personas respondan a una elección consciente, creo que hay
gente que no ha alcanzado un nivel medio de civilización y tiene reacciones
instintivas de supervivencia. Una vez iba por la plaza del Ayuntamiento y me
dijo un chico tal grosería, a viva voz, que prometo que concluí que el muchacho
reaccionaba al instinto sexual sin el paliativo de la Evolución (con
mayúsculas). Afortunadamente para él, yo sí tenía ese límite, por lo que no me
volví y le di el guantazo de su vida aunque no pude evitar compararlo con un
simio salido. Pero, dentro de todo ello, el intolerante con complejo de
inferioridad, con instinto de líder de la manada, es un peligro público. Yo
rozo la artificiosidad en muchos momentos, no soy natural, no soy susceptible
de considerárseme salvaje y me gusta la pólvora, y los petardos y los truenos.
No impongo mis gustos a nadie. No insisto a mis invitados para que enciendan ni
una triste bengala, si no les parece bien. Ver veredictos que proponen eliminar
carretillas y petardos de mis fiestas, bajo la excusa del accidente ocurrido,
me fastidia muy profundamente porque me recuerda la existencia de esos
personajes perturbadores, capaces de arrastrar a personas más débiles que
ellos, únicamente por la fuerza del tono de su discurso, no por su contenido. Y
pueden hacer mucho mal. Yo no soy
hippie, ni indignada, ni antisistema, ni defensora de la verdad, ni sana, ni
deportista ni mil cosas. No lo soy porque no quiero. Así que me he encontrado
con bastante asiduidad con personas de altos ideales, que creen que van a
salvar el mundo con su actitud y una carencia absoluta de hechos, personas que
me han mirado con total superioridad.
Tengo amigas que son naturales, francas, sin artificios y la diferencia
con esas otras radica en que, además, son comprensivas con quienes han escogido
otro tipo de vida. Conmigo, en concreto. Nos reímos de nuestras diferencias y
admiramos en la otra lo que nos hace distintas. No es a ese tipo de personas
coherentes a las que me refiero. Es a la frustrada que piensa que, tras
adquirir como propio un principio políticamente correcto, lo desvirtúa, lo
deforma hasta convertirlo en una caricatura y cree que ello le da un
salvoconducto para manifestar su absurda sensación de estar por encima de los
demás y proponer cambios radicales basados en una visión personal y falseada,
avalada, habitualmente, por algún acontecimiento fortuito que jamás supone la
norma general pero que se presenta como tal por su personalidad fanática.
Quien me
conoce sabe que tengo opinión casi para todo y, muchas veces, distintas
opiniones para lo mismo. Yo no superé la fase esa en el instituto en la que,
estudiando filosofía, dependiendo de quien tocara, te convencía. Estudiabas
existencialismo, y veías la lógica. Estudiabas racionalismo, y veías la lógica.
Yo veo los dos lados de la misma esquina (esto es de la Biblia , lo dice Salomón).
Eso no ha favorecido mucho mi cordura pero me ha hecho bastante indulgente con
pensamientos contrarios a los míos. Salvo cuando no los considero
proporcionados o equilibrados. Os pongo un ejemplo: si a mí me preguntan si estoy
a favor o en contra de las corridas de toros, os digo que a favor. ¿Por qué?.
Porque estando en la Escuela
de Práctica Jurídica en Alicante acabamos el curso acudiendo a la Feria de San Juan. Y me lo
pasé pipa. El ambiente y la gente me parecieron tan diferente a cualquier otra
cosa que creo que hay que preservarlo. Es un arte y. como tal, a veces se
entiende y a veces, no. Los toreros que conozco personalmente me caen bien. No
conozco a ningún toro personalmente pero no les odio (aunque prefiero no toparme
con ellos en una solitaria pradera. Claro que es muy difícil que se produzca la
concatenación de hechos necesaria para que yo acabe en una solitaria pradera).
Una vez, manifestando mi pena ante la
foto de un torero al que le habían dado una cornada, una de esas personas tan
elevadas me contestó: “Sinceramente, el toro tenía que haberlo matado”. Me dejó
sin palabras, a mí, que tengo un trato: ellas no me faltan y yo las uso. La
defensa de un ideal con tanta rabia contenida no es defensa, es venganza y estrechez de miras. También me gusta el
Foei. Y mato indiscriminadamente a los insectos (y, cuando no lo hago, es
porque me desagrada más el ruidito asqueroso ese que hacen cuando los aplastas
que el esperar a que desaparezcan). Los reptiles me gustan porque pasan de
todo. No como caracoles porque son babosas pero he disfrutado cazándolos de
niña, en el campo, los acechaba y los perseguía, con éxito siempre, debo decir.
Tengo amigos cazadores, que baten algo más que caracoles, a los que quiero
muchísimo (a mis amigos, no a los caracoles) y a los que un día pediré que me
enseñen a disparar (si es que eso se puede pedir), aunque dudo que yo pueda
matar a ningún animal. No hago el camino de Santiago porque soy incapaz de
someterme voluntariamente a incomodidades. No creo en la anarquía. Prefiero una
tarde de compras que una manifestación por la
Paz Mundial (y ambas cosas tienen el mismo
efecto en la Paz Mundial ).
Mis ideas no dan para escribir un libro y no pretendo cambiar a la Humanidad. Me
encanta que existan personas desiguales, me fascinan las diferencias, entre
niños, adultos, hombres, mujeres, izquierdas, derechas, pensamientos e ideas…
enriquecen mi vida, lo que me descoloca es la imposición. Quizás estoy haciendo
exactamente aquello de lo que me quejo, es posible que esté siendo
absolutamente intransigente con aquellos a los que yo considero equivocados en
las formas (y las formas son muy importantes para mí) y en la idea a defender
pero, al menos, estoy abierta a considerar esa posibilidad..
Una vez, discutiendo con Hugo sobre una canción que
estaba escuchando, afirmando yo rotundamente que era ruido y mi hijo, con la
misma rotundidad, que era música, decidimos que Ariel fuera el juez en nuestra
batalla. Sus palabras textuales fueron: “Los dos tenéis razón. Sólo tenéis
distintas perspectivas. La música hace ruido. El atractivo de ese ruido es algo
personal. Hugo, si a mamá no le gusta, ponte los cascos. Mamá, si a Hugo le
gusta, con lo pesado que es, búscale algo bueno, aunque sea la letra porque, si
no, lo vas a pasar fatal.”… Pues eso…
Lo que es increible es que te haya dado tiempo a tantas cosas. Coincido en el análisis.
ResponderEliminarMe has dejado sin palabras, ademas de estar casi con todo de acuerdo( es por no decir que con todo lo estoy, por aquello de que pueda sonar a "pelota") solo puedo aportar que sigas escribiendo que encanta leerte. Gracias
ResponderEliminarTengo que reconocer que esta vez me has deslumbrado
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en todo y tienes toda la razón
Continua y a ver si aprende alguien de esos, aunque lo dudo