jueves, 19 de julio de 2012

Oda al batacazo.


Tal y como prometí, voy a contaros los tres derrumbes más dolorosos para mi ego. No os acostumbréis a que cumpla todas mis promesas porque ya he avisado de que soy dispersa y  a veces gana mi honor y otras mi pereza. Lo que sí puedo adelantar es que, el siguiente post, será una opinión, que ya toca (el tema es sorpresa).  En cuanto a mis tres caídas (mira qué bíblico me ha quedado esto, aunque yo no alcancé la Gloria), os ruego que no sintáis pena por mí: gracias a ellas conocí gente muy interesante (enfermeras, cirujanos, farmacéuticos, sobre todo) y, lo que es mejor, la gente me conoció a mí… Ahí van:



            1º.- Llegaba tardísimo a un juicio y me estaban esperando pacientemente (y cuando digo pacientemente lo digo de verdad, porque fue uno de esos juicios en los que el compañero era, además de Letrado, un caballero y Su Señoría, otro). Atascada como iba, aparqué de cualquier forma y me puse la toga mientras cerraba el coche para ganar tiempo, cogí mi bolso nada funcional, mi maletín, mi expediente (que no cabía en el maletín) y salí disparada sobre mis botas nuevas cuyos tacones casi superaban en longitud a la caña y, bajo una ligera llovizna, me dirigí hacia la puerta del Palacio de Justicia… Entré patinando (me gustaría poner que “entré deslizándome”, con todas las Gracias inherentes a esa palabra, pero no: patinando y a trompicones). Me salvó el Guardia Civil, con un “¡¡Niña, pa´lo poca cosa que es usted, qué follón que da!!!”… Le di las gracias porque los recortes en Educación aún no nos afectaban y subí corriendo de nuevo y desafiando al Destino hasta la primera planta, donde estaban todos expectantes ante mi aparición… Y no les defraudé: conforme entraba, la capa al vuelo (a mi me viene tan grande la toga que, en lugar de imponer respeto, parezco Batman, quien, como superhéroe es una birria y su único poder es tener pasta) se enredó en mis piernas, la velocidad extrema que había alcanzado se convirtió en su cómplice, mis pies se alzaron en lo que, de haber estado allí Jacques Rogge (Presi del C.O.I., que lo he mirado en Glu-Glú, Google para los puristas), me habría valido la clasificación inmediata en los Juegos Olímpicos, la cartera y el bolso salieron cada uno por su lado, desperdigando obscenamente su contenido (y advierto: en mi bolso puede haber cualquier cosa. Ese día se materializó, por ejemplo, un destornillador), el expediente se diseminó, volando libre, mis brazos abiertos hacían que pareciera el Ángel de la Muerte (o un cuervo, vete tú a saber, pero como es mi historia, pongo lo que más me gusta)… Todo esto con la sensación de estar en una escena de Kill Bill, a cámara lenta… Hasta que mi trasero tocó el suelo… Me quedé ahí, despatarrada, sabiendo que había dejado una fuerte impresión en los presentes, mudos de asombro… Mi cliente me miraba estupefacto, seguramente valorando la idea de declararse culpable directamente, no fuera a empeorarle yo la cosa… El tiempo se hizo relativo… Rompiendo el encanto se acercó un amigo (abogado, también) que hacía tiempo que no veía. Creí que me iba a echar una mano. Le sonreí y, entonces, me dijo: “Cris, no tenía muy claro si eras tú, hasta que he visto la caída. “… Marca de la casa…



            2ª.- Estoy cenando en un restaurante con amigos y me levanto para saludar a unos conocidos que estaban en una mesa más alejada. Al volver, observo que hay una mesa redonda, por la que he de pasar, llena de chicos la mar de guapitos. Y, como yo los miro, ellos me miran. Y, como ellos me miran, yo pienso “Ahora voy a pisar con estilo y los voy a dejar impresionados”… Y, con estilo, me lanzó (con acento en la “o”) en picado un poco de líquido que había en el suelo. Quedé entre dos de ellos, ante la mesa redonda, con una rodilla en el suelo y la otra arriba, casi esperando a que me nombraran “caballero”… Ninguno articuló palabra… Seguían observándome, aunque ahora ya no creía que fuera por mi elegancia innata… Así que no me quedó más remedio que decir: “A vuestros pies….”… En su defensa he de manifestar que no se rieron ni un poquito, pero mis compañeros de cena (amigos hasta aquella noche) compensaron ese lapsus con creces… Tuve que llevar toda la noche una bolsa de hielo y fingir una lesión dolorosa para ver si les remordía la conciencia y bajaban el tono de las burlas…. Es obvio que lo único que conseguí fue que se me congelara la rodilla y se me acalorara el ánimo….



            3º.- Esta fue en el cine. Entraba a ver una película cualquiera. Acababan de apagar las luces por primera vez para los anuncios. Yo llevaba en la mano un bote de esos gigantes de palomitas… Tropecé con un escalón traicionero y, tratando de mantener el equilibrio, moví los brazos espasmódicamente… Al final, no aterricé en el suelo y, cuando iba a felicitarme a mí misma por tamaño logro, se encendieron las luces de la sala y pude observar a todos los espectadores de cuatro filas a la redonda, cubiertos de palomitas, desde el pelo hasta la cintura que se perdía en los asientos: hombres, mujeres y niños nevados… Eso sí, era preciosa la estampa…



            Lo bueno de tanta torpeza es que he aprendido a caer con glamour… Recuerdo otra vez que se me salió zapato y también me desplomé. Un viejecito que estaba sentado y lo vio me dijo: “Joven, se ha caído usted con tanto estilo que parecía que estaba bailando”… Desde entonces, cuando me levanto tras un episodio de esto, saludo y reclamo aplausos…



            El martes es mi santo, podríais regalarme tiritas, yodo y vendas… Voy a amortizarlo fijo….


P.D.; Os recuerdo que mi página de Facebook se llama "Red Carpet by Cristina Birlanga" (vale, vale, no me he calentado mucho la cabeza para escoger el nombre pero prometo que, en mi próxima estancia hospitalaria, dedicaré tiempo a mejorarlo).

5 comentarios:

  1. BUENAS CRISTINA,

    NO ME CONOCES PERO UNA AMIGA MÍA ME RECOMENDÓ TU BLOG Y TENGO QUE DECIR A TU FAVOR QUE ME ENCANTA, QUE ME HE REIDO UN MONTÓN Y HACE QUE SEA MÁS LLEVADERO EL TENER QUE TRABAJAR EN JULIO Y ESTAR CONTANDO LOS DÍAS QUE FALTAN HASTA AGOSTO, TE DOY LAS GRACIAS Y ESPERO QUE SIGAS ESCRIBIENDO YA QUE LA VERDAD ES QUE ENGANCHAS.
    GRACIAS
    MªJESÚS

    ResponderEliminar
  2. Tus caídas, con el estilo que tienes seguro que son espectaculares. Además, estos batacados no se olvidan nunca por mucho tiempo que pase, desde luego, lo importante, además de no hacerte daño es salir airosa de los mismos. En mi vida, me he caído al suelo mil veces, ya de mayor (la mayoría bailando) una de las últimas fue en Laude N.C, estaba explicando en clase un ejercicio de Grand Allegro y quise impresionar a las presentes cogiendo buena altura en el salto y lo que hice fue caer desde la misma sin apoyar los pies, mi cuerpo cayó al suelo produciendo un increíble templor y un tremendo ruido. Las alumnas se quedaron con caras de espanto y hasta que no escucharon mis carcajadas, no se atrevieron a cambiar la mueca. Una de ellas escandalizada, salió a llamar a la enfermera, cuando llegó a los 2 minutos, mi pie parecía el del novio zombie de Alaska y a pesar de no poder andar, les dije a las niñas que estaba perfectamente para que sus preciosas caras fueran recobrando el color rosado. ;))))

    ResponderEliminar
  3. Las caidas con estilo siempre vienen bien.
    Cuenta con el Betadine

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿ sabes lo que es reir a carcajadas imaginando a toda una fila cubiertos de palomitas, mirando hacia ti con cara de acelga y tú : - eh?..hum!....je? . Como en las de Billy Wilder, Blake Edwards, P. Boganovich...

      Eliminar
  4. Gracias por alegrarnos un poquito la vida dandonos a conocer tus "caidas Con estilo" Que en su momento para ti fueron vergonzosa pero a la larga se convierten en um dulce recuerdo pela muelas jajajajajajaa

    ResponderEliminar