domingo, 22 de julio de 2012

De Cheerleader

En fin de semana, he decidido rescatar antiguos textos que escribí en mi Facebook (os he despistado con lo de “antiguos textos” y ya creíais que iba a desvelar secretos ocultos en manuscritos egipcios, ¿eh?). Mis motivos no son nada altruistas: me sirve de copia de seguridad y creo relleno en mi blog como si mi interés en escribir tuviera solera (que no, os lo aseguro). Mañana hace justo un año que publiqué éste, así que me ha parecido una señal divina (porque sí, porque Dios no tiene otra cosa que hacer que enviarme señales: el Domingo descansa pero hace una excepción por mí)… Mis disculpas a quienes ya lo hayáis leído pero no viene mal recordar que, en cuestión de sentimientos negativos, es mejor ser inconstante: hay que disfrutar de la pena sin sentirnos culpables pero mirando de reojo la puerta entreabierta para salir corriendo… Bueno, os lo dejo (lo he copiado literalmente y, aunque está escrito para mis amigas, sólo hay que cambiar el género de las palabras para aplicarlo a mis amigos):

Al parecer, hay un virus estival que provoca depresión y que está haciendo estragos en algunas de mis amigas. Para ir avanzando, voy a decir esto en general y luego os lo repito en particular. Soy una firme defensora de la pena, creo que hay que tener pena, que hay que llorar (pero no os equivoquéis, llorando no estamos guapas, así que mejor si es en privado y con alarde de lágrimas, gemidos y aspavientos. Nada de moderación a solas), que estamos autorizadas a sentirnos lo peor…. Pero, todo esto, un ratito. No más de dos días porque, si no, se vuelve costumbre. Si veis que se alarga, acudid a alguien con espíritu, huid de quien te dice “Eso no es nada. No te quejes. Tal o cual está peor. Al menos tienes salud”… Eso no vale. No permitáis que minusvaloren tu aflicción porque cada una es subjetiva e intensa en quien la sufre y claro que puede ser peor pero consolarnos con ello implica conformarnos con nuestro problema porque no es de vida o muerte y eso no solucionada nada, es un conformismo de mediocres que, no sólo no alivia nuestro mal, sino que nos hace sentir culpables por estar tristes sin razón de peso. Cada uno se siente mal por lo que le da la gana.

Una vez instaurado nuestro Derecho a la Tristeza, estableceremos nuestra Obligación de Superarla. Porque sí. Porque hay que brillar y, si no se
puede, se finge. Porque la tristeza con medida es hermosa pero regodearnos en ella la transforma en depresión y es Medusa convertida: cuando te mira, te paraliza. Tus amigos pueden intentar ayudarte pero no son psicólogos (afortunadamente) y seguro que acaban diciendo algo que no deseas oír y que quizá sea equivocado, así que tendrás que esforzarte y encontrar un motivo que te impulse. Y nada de buscar ese motivo en la inmensidad del mar, la luz del sol, la luna llena, el amor de la amistad o la paz mundial. Todo ello ya existía desde los albores de la Humanidad y tú estás triste. Busca un motivo real, algo que te ponga las pilas, ya sea un asalto a Swarovski (con la misma intensidad que si fuera Tiffanis) o la maquinación de una venganza o el comenzar una aventura laboral… Lo que haga falta. Eso sí, nunca, nunca, te decidas por un cambio de imagen en mitad de una depresión. Te hundiría sin remedio.

Asume que, si no haces ese difícil esfuerzo, en el mejor de los casos, te quedarás sola, porque la gente acaba huyendo de tu energía negativa (existe, no lo dudes) y, en el peor, no te quedarás sola, sino rodeada de gente como tú, sin objetivos ni entusiasmo por nada.

Sois más importantes que cualquier jugarreta del Destino. Eso es lo que creo yo. Pero, si vosotras que os conocéis más, os dais por vencidas, puede que yo esté equivocada y no seáis tan valiosas. Así que ya lo sabéis. Aquí estoy y os voy a escuchar a todos y haré por animaros, un tiempo prudencial, con todas las prórrogas necesarias hasta que decidáis hacer lo posible por salir de la situación pero no más allá del momento en que os rindáis sin remedio (la clave está en el “sin remedio”). En ese momento, dedicaré mi tiempo a mis propias tristezas, llorando delante del espejo (no sé porqué hago eso, pero cuando lloro, me miro…), buscando una salida, planeando venganzas y saqueando las tiendas… O, si tengo suerte, a disfrutar de mis triunfos y valores (entre los que incluyo a todos mis amigos, los que siguen depresivos y los que no)…

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