Mi hermana dice que me va a regalar un ónice
para que atraiga a la Fortuna. Yo le he dicho que la única piedrecita que me
puede dar suerte es una lo suficientemente grande como para lanzársela a la cabeza de
alguno y que le haga daño.
A mí este confinamiento me está dejando los ojos
preciosos: leo y escucho tantas sandeces a lo largo del día que parpadeo
intensamente de puro asombro y los tengo superbrillantes de tan limpios. Acaba
de llegarme una frase (de alguien a quien admiro y admiraré, que sé de su buena
intención) que dice “Los caminos difíciles conducen a destinos hermosos”. O a
un barranco. O a un pino putrefacto. O a un enjambre de avispas. Vete tú a
saber. A mi bar favorito lleva un puente precioso con una vista espectacular,
así, a lo loco, sin sufrimientos. Mirad, entiendo que la gente necesite impulsos
positivos pero no pasa nada si nos vamos preparando para una realidad
complicada en lugar de creer que nos espera a medio plazo un futuro perfecto de
exuberantes vergeles (mi paraíso es más de calles comerciales pero
metafóricamente no queda igual de bien). Nos venden eso de “Nueva Normalidad”.
¨Nueva normalidad” me parece nombre de secta... Incluso en el BOE hablan de
“Nueva Normalidad”, como si fuera algo concreto con características específicas
a lo que hay que aspirar. Creo que antes de poner nombre a lo que nos espera
deberíamos saber dónde estamos y, de momento, ese concepto depende de la hora a
la que te lo plantees: por la mañana, mascarillas sí; por la tarde, mascarillas
no; a las 20.00 horas, todos a la calle con tranquilidad; a las 23.00, a casa,
que el virus es golfo; ahora tenemos los expertos más preparados para sacarnos
de esto; luego, no digo quiénes son porque no aguantarían presiones en Twitter
(preparados pero pusilánimes)… Ya no es sólo que sea rubia, es que me lo ponen
muy complicado.
Cada día, en algún momento, estoy a un
pensamiento de entrar en shock, de bloquearme. Cada día creo, como leí una vez,
que “vamos a la guerra con quienes elegimos (eligieron, más bien) para irnos de
fiesta”. Cada día me asombro de la incapacidad de este Gobierno infantil,
ignorante y soberbio y de la capacidad de los ciudadanos para poner ideologías
por encima del sentido común. Y de lo que de verdad necesitamos ser capaces es de actuar con lógica
porque este “par de dos” que nos gobierna son unos absurdos, unos ególatras
mentirosos, acomplejados y envidiosos a los que palabras como valores, resiliencia,
humildad, superación y excelencia les son ajenas. No tienen ni puta idea de qué
hacer y les falta categoría moral para rodearse de mejores que ellos. Nos dicen
que hay que llamar extrema derecha a todo aquel que no piense como ellos, que
somos fachas y les hemos reímos las gracias como si fueran adolescentes rebeldes,
subestimando el poder del caos y el analfabetismo y aquí estamos, con un
Presidente y un Vicepresidente sometidos únicamente a las normas de la Ley L´Oreal
(porque yo lo valgo) y a las de la Ley del Mínimo Esfuerzo, escogiendo como
Ministro de Sanidad a un Licenciado en Filosofía (que no filósofo) que se saltó
la clase donde se explicaba el ¨Sólo sé que no sé nada”, y no se da cuenta de lo inteligente que es solicitar la asistencia
de personalidades expertas en cada campo cuando desconocemos las respuestas,
pero esta gentuza detesta a quienes demuestran ser eficientes porque siempre
saldrán perdiendo en la comparación. Viven de títulos, de cargos, de hablar en
tercera persona y de poner voces de curita blando para decir sandeces buenistas.
Y, con tanto mensaje creativo y edulcorado, salimos relajados sin darnos cuenta
de que no se ha avanzado nada, no sabemos nada del comportamiento del virus y,
ante tal desconocimiento, lo único sensato que podemos hacer es prepararnos
para lo peor, para que el único riesgo que corramos sea el de tener que alegrarnos por
ser unos exagerados.
Ser confiados ahora es un lujo que no nos
podemos permitir. Hay que salir y hay que abrir negocios y hay que ser
excepcionalmente juiciosos. Es nuestra Santísima Trinidad. Salvar la economía
es tan importante como preservar la salud. Hasta ahora, la Salud ha sido
materia urgente, la Economía importante. A partir de ahora, ambas son urgentes,
así que espabilad y mirad con ojos realistas lo que tenemos (no lo que nos
viene, lo que YA tenemos aquí) y actuad en consecuencia. Nos dirigen malas
personas y malos políticos, cuestionaos cada permiso que nos conceden y sed más
prudentes que ellos, preguntaos por cada obligación que nos imponen y actuad en
consecuencia. No es una ¨desescalada", como si hubiéramos llegado a la cumbre de algo en un hito de superación y el descenso sea lo más fácil. Es un desconfinamiento gradual y aleatorio, sin orden ni concierto. En todo caso, una "desescalabrada" del tortazo que nos vamos a dar.
Ariel, que va despistado en su mundo académico, me
pregunta esta mañana: "¿Qué quiere decir “deprimido por suerte?". Una, que quiere
dar respuestas correctas porque ya que mis hijos no me ven guapa, que me crean
lista (sí, es mi segunda opción), le digo: “A ver, Ari, ¿en qué contexto?”. Me
contesta con paciencia: “Pues lo acaban de decir en la emisora que estás
escuchando”… Sin saber si reír o llorar, le aclaré:“Ariel, amor, ha dicho
deprimido por su ERTE”. Así estamos, “Deprimidos por Suerte”, y el gobierno
pretendiendo que le demos las gracias porque podríamos estar deprimidos, pero
sin "su-erte"…
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