Una
Semana Santa, viendo la procesión con una de mis mejores amigas (hay quien dice
que tengo demasiadas “mejores amigas” pero esa es mi suerte y me encanta.
Además, no llegan a diez.), me dio por pensar en el Cielo y esas cosas. Así que
no pude evitar comentarle: “Niña, imagínate que lo de “lo que Dios ha unido,
no lo separe el hombre,” sea verdad y me toque, al morir, compartir nube con mi
ex.”… Acababa de expresar mi duda cuando, en una inspiración de sentimiento
empático, pensé en su situación: ella también está divorciada y su exmarido es
un pelín manirroto (nada que ver con ella: guapa, inteligente, prudente y
exitosa). Con la delicadeza que me caracteriza, continué el hilo de mis
pensamientos y le dije: “Claro, que peor es lo tuyo. Te veo de nube en nube,
desahuciados y haciendo anuncios de Philadelphia para subsistir.”… Mi amiga,
lejos de ofenderse, sufrió un ataque de risa que consiguió que hasta la cabra
de los legionarios que acompañaban al Cristo, nos mirara mal y, como Dios está
en todas partes, seguro que nos ha puesto en la lista negra (o azulita, que le pega más) y ni nube ni
nada…. Claro que, como decía mi escritor favorito “Prefiero el Cielo por el
clima y el Infierno por la compañía”, así que algún consuelo nos quedará….
Siguiendo
el razonamiento sobre la dicotomía Cielo- Infierno, pensé en los Siete Pecados
Capitales y las Siete Virtudes Capitales:
Soberbia
contra Humildad.
Lujuria
contra Castidad.
Ira
contra Paciencia.
Gula
contra Templanza.
Envidia
contra Caridad.
Pereza
contra Diligencia.
Avaricia
contra Generosidad.
Estoy
condenada… Definitivamente… A ver, ¿eso como funciona?... ¿Mayoría de pecados: al
Infierno… o hace falta unanimidad?... ¿Se valora la proporcionalidad?… Es que,
si nos ponemos tiquismiquis, no se salva nadie… Además, la Maldad tiene su puntito. De
hecho, para ser malo, hay que ser inteligente (me refiero a una maldad
refinada, no la instintiva). Cuando te dicen, “es que es buena gente”, la
mayoría de las veces pienso “Claro, no le da la cabeza para ser malo. Es un simple,
fijo”… Es el atractivo del canalla (del canalla elegante, me refiero, no del
psicópata)…Ay, que recuerdo yo a un pretendiente, allá por mis años veinte, que
me rondaba con paciencia y, cada dos por tres me decía aquello de: “Haría
cualquier cosa por ti”. Y yo me mordía la lengua para no contestar:
“¿Desaparecer, por ejemplo?”… Aseguraba que, en cualquier momento, iba a darme
cuenta de la joya que era y me enamoraría sin remedio de él. Se equivocaba,
claro. Si no le daba la cabeza para ser malo, imagínate para ser adivino… Al
cabo de muchos años lo volví a ver. Estaba guapísimo, la verdad, y me pregunté:
“¿Por qué no le di una oportunidad yo a este chico?”. Nos pusimos a hablar.
Cruzamos dos frases. Reprimí un bostezo. Cruzamos dos frases más. Bostecé… Entonces
me acordé del porqué…Claro que yo
soy un desastre en mis elecciones: llega a mi balcón el Príncipe Azul en su
caballo blanco y yo me enamoro del caballo, así que haced como los bancos, no
me deis demasiado crédito…
Zanjé la cuestión de desear tener una visión clara
sobre los Pecados y las Virtudes y descubrí que era un sinsentido cuando,
varios días después, instándole a que ayudara un poco en casa, le dije a mi
hijo pequeño, al que, por decirlo suavemente, el Apocalipsis no le pillará en
medio de un exceso de actividad ni en un ataque de nervios,: “Ari, cariño, ¿tú
sabes que la Pereza
es un pecado?”… Y me contestó: “Mamá, no te preocupes: en mi caso es una
bendición. Yo no soy malo por Pereza.”…