Ayer,
aburrida como estaba, decidí hacer compra (en concreto, compré tres Coca-Colas
Cherry, dos Red Bulls Edición Silver y dos tés de Granada). A la salida de la
tienda me tropecé (literalmente, conmigo no puede ser de otra forma) con un
amigo al que aprecio sinceramente y con el que llevábamos tiempo tratando de
quedar. Así que aprovechamos la ocasión y decidimos alargar el momento, cenando
juntos. Elegimos un restaurante que me encanta, con una terraza estupenda (las
luces, ideales) y nos dispusimos a reirnos un ratito.
En
la mesa de al lado había cuatro chicas, arregladitas y monas, como deben estar
las chicas en los restaurantes. No paraban de mirar hacia mi mesa. ¿Por qué?.
Pues porque mi amigo, entre otras muchas cualidades, es guapo de película. Pero
guapo tipo Cary Grant. No de esos modernos que han tardado más en arreglarse que
tú (y mira que yo doy margen para eso), ni con ropas estridentes, ni camisetas
marcando musculitos. No. Camisa blanca de manga larga y vaqueros. Insinuando
esos músculos que otros exhiben.
Al principio de la cena, sólo miraban.
Conforme avanzaba la noche, se hacían más atrevidas. Las cuatro vinieron, a
intervalos de diez minutos, a pedir fuego (a pesar de que, ya a la primera, le
dijimos que no teníamos). Dejaban caer cosas y las empujaban hacia nuestra
mesa…
Mi
amigo tiene una cualidad que yo aprecio: cuando ha estado conmigo jamás se ha
fijado en las chicas de alrededor o, al menos, si lo ha hecho, ha sido con tal
sutileza que no me he dado cuenta. Esto, a los chicos en general les parece una
tontería, y te contestan aquello de: “Es que tengo ojos en la cara”. Ya lo
sabemos. Y, si Dios no ha sido un canalla, también os ha dado la capacidad de
disimular. No queremos que os ceguéis al mundo pero no hay necesidad de ser
ostentoso admirando a otra chica o comunicando vuestras conclusiones sobre el
trasero de las demás. No estáis siendo sinceros, estáis siendo groseros. Que
quede claro. Pues bien, como decía, mi amigo no les dio cuerda y parece que eso
les molestó porque una de ellas dijo, en voz bastante alta: “Tía, ni caso, debe
ser tonto. Además, la belleza está en el interior.”…. ¡¡¡Ay, que risa!!!... En
el interior lo único que hay es un amasijo de órganos, vísceras y fluidos
bastante desagradable. El que es guapo (ellos y ellas) tiene las mismas
posibilidades de ser bueno, inteligente, amable y gentil que el que no lo es. Más, diría yo, puesto que la vida le ha
tratado mejor. La Belleza
es una bendición mucho más evidente que la inteligencia porque su expresión es
externa. La inteligencia necesita probarse, con actos, con acciones o con
pensamientos comunicados. La
Belleza , no. Y el que diga que lo contrario es un guapo
mentiroso, casi seguro. El que no quiera ser apuesto sobreestima a los demás
dones.
Partiendo
de la base de que cada uno tiene su dosis más o menos alta de Belleza, ¿por qué
hay quien se empeña en disimularla?. ¿Para poca, ninguna?. Muy mal.
Hace
poco una amiga a la que quiero muchísimo apareció con un corte horroroso. No
articulé palabra. No podía. Pero debió ver en mi expresión alguna pista de lo
que estaba pensando porque, en seguida, me dijo: “Nena, me lo he cortado así
porque es mucho más cómodo para el verano. Gano tiempo ya que no tengo que
arreglarme el pelo.”… Obviamente mi pregunta fue: “¿Y a qué dedicas esos veinte
minutos, más o menos, que ganas cada día?.
¿A una ONG, a aprender repostería, a hacer calceta, a abrir tu mente al
mundo espiritual, a contar baldosas?”… ¿Dónde demonios se ha establecido que se
puede renunciar a un grado más de hermosura por la comodidad?. ¿Qué habría
pasado si Cenicienta le dice al Hada Madrina que pasa de zapatos de cristal,
que con sus chanclas va más cómoda?. ¿Y si la Bella Durmiente hubiera sido la Lista Durmiente ?. Si Rapunzel
hubiera seguido el ejemplo de mi amiga aún estaría en la Torre , hecha una uva seca…
No nos engañemos, el cazador no mató a Blancanieves porque era mona, no porque
se pusieran a discutir sobre Kant y le asombrara su erudición…
Seguramente,
mi superficialidad declarada, buscada y escogida me hace ver las cosas de forma
distinta pero nunca comprenderé por qué aspirar a la belleza está mal visto,
porque dejamos días señalados para esmerarnos en nuestro aspecto. No es más
difícil ponerte unos pantalones bonitos que unos feos. Cuesta lo mismo colocarte
una camiseta vieja y horrorosa que una en condiciones. Tu Derecho a la Comodidad acaba donde
empieza la imposibilidad de los demás para evitar verte. Llenar cada día de
cosas bonitas hace la vida mucho más sencilla. Hay mil gestos que nos mejoran,
desde la sonrisa (tenéis que probar a sonreir a la gente por la calle, es
divertido y descubres que las personas son buenas por naturaleza. Crea un
vínculo de un microsegundo entre el desconocido y tú que te reconcilia con el
mundo), un poquito de maquillaje (para ellas, claro, aún no soy tan moderna),
combinar bien la ropa (ante la duda, tonos discretos, dejemos el naranja para
la fruta), ir aseaditos (¡¡¡qué importante es esto!!!)… No pongáis excusas del
tipo: “Quien me quiera, ha de quererme como soy”. Yo creo firmemente que el afán de mejorar te
lo debes a ti mismo y es una muestra de respeto hacia quienes te rodean…
Naturalmente, tengo claro que existen personas poco agraciadas que son muy
atractivas pero estoy convencida que no es sólo por su interior, también cuidan
el exterior. Y es cierto que hay
personas bellísimas que agotan a los cinco minutos de estar con ellas. Todo es
cuestión de proporciones. Lo que reivindico es la posibilidad de tratar la
vocación de mejorar nuestra Belleza con la misma aquiescencia con que tratamos la
voluntad de mejorar nuestra inteligencia.
Una
vez, queriendo consolar a uno de mis hijos, que se veía a sí mismo grueso,
cometí el error de usar esa frase que ahora condeno. Le dije: “Ari, yo te veo
estupendo. La belleza está en el interior”. Él me miró muy serio y me contestó: “Mira,
mamá, hasta que los Humanos no seamos reversibles, lo que cuenta es lo que se
ve y, si tú no te das cuenta del problema, nunca vas a poder ayudarme a
solucionarlo.”…
Eso
sí, cuando me despedí de mi amigo y le ví irse dentro de su coche, pensé que
era la excepción: mirando el vehículo, admití que la belleza estaba en el
interior…
HABRÁ UNA SEGUNDA PARTE? LO DIGO POR QUE ME HE QUEDADO CON LAS GANAS DE SABER QUE COCHE ERA?
ResponderEliminarMUCHAS GRACIAS CRISTINA, POR QUE ME HACES PASAR UNOS BREVES MINUTOS RIENDO SIN PARAR.