“¡¡¡Mamáaaaaa!!!...Tengo mucha
hambre y no hay nada para comeeerrrr….”. Y una, que sólo tuvo media hora para
ir de compras tras el trabajo y se vio en el brete de escoger entre llenar la
despensa o el armario con unas botas preciosas, le contesta salvando la
situación: “Hugo, cariño, no me ha dado tiempo a ir al supermercado. Mientras
yo me pruebo mi nuevo calzado, mira bien por la nevera: creo que hay yogures”.
Nuevamente escucho: “¡¡¡Están caducados!!!”. Con sabiduría y condescendencia,
le digo: “Las fechas de caducidad son orientativas. Puedes comértelo”…. Tras un
silencio pacífico, me replica: “Ya, mamá… Pero pone: ¡¡¡Octubre del 2012!!!”. Y
entonces, Ariel aparece conciliador y sentencia: ”Cómetelo, Hugo, sales
ganando: ahora es bífidus y, si no te envenenas, se te pasa el hambre y, si te
envenenas, mueres y también”.
Eso se llama perspectiva positiva. Vale,
es verdad que ese ejemplo, precisamente, está un poco emponzoñado por el
sarcasmo (y las bacterias) pero no vamos a ser tiquismiquis (¡¡¡mira tú por
dónde: lo mismo le he dicho a los de los Servicios Sociales!!!). Y yo la
agradezco porque estoy hartita de las visiones catastróficas que pululan a sus
anchas por las redes sociales y en la calle.
Yo creo en la gente. Creo firmemente
en que cada individuo es una buena persona, que a veces comete actos malvados.
Y sé, porque yo me incluyo en esa definición, que cada decisión ruin que
tomamos viene condicionada por miedos, circunstancias mal interpretadas,
conflictos internos y un sinfín de influencias negativas. No quiero decir que
no seamos responsables de esa mala medida que adoptamos ni que no debamos pagar
las consecuencias pero defiendo ante cualquiera que no está en nuestra
naturaleza más profunda el optar por ser mezquinos. Ahora bien, la masa me
produce un miedo tan profundo que tiendo a olvidarlo para no vivir en el
desasosiego continuo. Como “masa” somos necias marionetas (hasta Hulk, al
convertirse en “Masa” se vuelve más tonto: metáfora total de la vida), al
servicio de modas sibilinamente impuestas. Y ahora está de moda que los propios
españoles denosten España y que personas inteligentes alaben los programas de
“Podemos”. Ufff, que pereza, por Dios… Vamos a ver, almas cándidas, en un país
en el que millones de personas han dejado de fumar animadas por la Ley, aparece
un señor vendiendo aquello de lo que nos habíamos librado: humo… e inhalando,
inhalando nos hemos intoxicado y no vemos las incongruencias evidentes,
empezando, anecdóticamente hablando, por el nombre. Un izquierdista de toda la
vida ha escogido como nombre de su partido una traducción literal del “Yes, we
can” estadounidense y capitalista, pudiendo escoger, a medio español de raza
que se sienta, un nombre mucho más castizo… Os doy una pista: ¿qué os decía
vuestro padre cada vez que os pedía algo y contestabais que no podíais?…
Exacto, acudía a uno de los refranes más usados por los progenitores hispanos
de todos los tiempos: “hace más el que quiere que el que puede”… “Queremos”
sería mucho más original, claro que menos honesto porque con el escogido
siempre pueden añadir siglas “P.P.N.Q.” (“Podemos…pero no queremos”, para los
menos rápidos)… Que no digo yo que la política no esté corrompida en un alto
porcentaje pero en lugar de aplaudir a los que dan berridos y lo llaman “New
flamenco” para justificar la falta de talento, miremos con perspectiva para ver
que, en realidad, es una chapuza disfrazada y vamos a ensalzar a personas
realmente competentes y preparadas. Y que conste que es mi opinión (no voy a
decir que “es tan válida como la de cualquiera” porque no es verdad: según con
quien me compare, es mejor… o no) y de
las que sean distintas a las mías, respetaré unas y toleraré otras (que
no es lo mismo). Eso sí, lo que me cuesta mucho más soportar es la crítica
feroz a mi país por sus nacionales y parto de la base de que es un derecho
denunciar situaciones precarias, injustas o insostenibles pero también defiendo
que las formas deben ser adecuadas y los argumentos contrastados porque, de lo
contrario, no estamos buscando equidad sino una vendetta, al más puro estilo
mafioso, vulgar e inútil.
Tener la capacidad de abstraerte de
tu realidad y asimilar la posibilidad de que haya otras perspectivas tan
legítimas como la tuya (excluyentes o no) te da un poder de reacción que ya lo
quisieran en la NASA. Y ya puestos, vamos a escoger quedarnos con el brillo de
las cosas y no con sus sombras.
Hace poco, íbamos en el coche mis
hijos y yo. Hugo comenzó a hablar de series de televisión y me preguntó qué era
la Interpol, el FBI, la CIA... De ésta última le contesté que era la agencia de
Inteligencia Americana, básicamente, una agencia de espionaje. Enseguida me
dijo: “Mamá, de eso no tenemos en España, ¿no?”. Naturalmente, le contesté:
“Sí, Hugo, es el CNI”. Tras un segundo me replicó: “¡¡¡Pues sí que somos malos
que nunca he oído hablar de ellos!!!”… Mientras me quedo pensando en ese punto
de vista, coincidiendo con su apreciación, Ariel sentencia: “Al revés, Hugo….
¡¡¡Qué buenos somos que nadie ha oído hablar de ellos!!!”… No sé vosotros, pero yo soy mucho más feliz
con la perspectiva de tener los espías más invisibles del mundo…