La línea entre lo sublime y lo cursi
es tan delgada que un suspiro la quiebra… ¡¡¡Toma ya!!!. Esa frase tan
pretenciosa y fatua es mía. No digáis que no se explica a sí misma… Vale, vale,
tengo otro principio: estando en la Universidad, me dijo uno de mis mejores
amigos (Víctor, ¿te acuerdas?): “Si alguna vez tengo hijos, antes les pongo una
peli porno que una de Disney. Las dos crean falsas expectativas pero, al menos,
en la primera no cantan”. Aunque no lo parezca, esta es mi publicación para los
chicos (bueno, la palabra “porno”, igual os ha dado una pista). Puede que ahora
no lo apreciéis en su justa medida pero os voy a liberar de mucha presión.
¿Qué enamorado no ha escuchado de su
pareja eso de “Necesito más romanticismo”?… Y tú, que sabes por experiencias
anteriores que las flores y los bombones no son suficientes, que lo que te
están pidiendo es un acto único y personal, tratas de buscar inspiración y se
desata el drama… Desengañaos: ese acto único y personal es de imposible
cumplimiento. En primer lugar, no es un “acto” general, es un “acto” concreto:
tiene claro lo que quiere y te aseguro que no lo vas a adivinar. De verdad,
confórmate con ofrecerle una cena romántica (que es un eufemismo para decir una
cena cara, no te equivoques), regalarle un bolso estupendo, un vestido que os
guste a los dos con la promesa de estrenarlo como preludio a una noche de
halagos… No innoves, por Dios, porque ahí corres el peor de los riesgos en una
relación: ser cursi.
Os voy a dar unas pautas que os
apartarán del abismo de la pedantería (y van dos frases afectadas para explicar
que no hagáis actos afectados… Arte que tiene una):
La Regla del 3 x 3 x 3. Si no eres capaz de recitar tres
estrofas de tres poemas diferentes de tres autores distintos, no escribas
poesía. La poesía es la nitroglicerina del amor: cualquier movimiento en falso
crea un desastre. Si no has leído y apreciado a verdaderos autores, lo que será
un poema es escuchar tu creación (y que conste que utilizo la palabra “creación”
en el mismo sentido en que se la aplicaría al monstruito del Sr. Frankenstein).
Encima no vas a ser original, apuesto a que las palabras “cielo”, “azul”, “amor”
y “corazón”, aparecen fijo. Recitarle a
tu amada: “El cielo azul es testigo/ que el corazón me has robado/ ”devuélvemelo”,
te digo/ o me voy para el Juzgado” te puede parecer una gran idea, y lo es, pero una
gran idea no tiene porqué ser una buena idea, así que te recomiendo que la
mantengas en el mundo de la imaginación porque, como se te ocurra llevarla a cabo,
ten por innegable que irás al Juzgado, pero a denunciarla por el morado que te
habrá provocado en el ojo. Y ya te digo yo que la absuelven: eximente completa de
locura pasajera causada por sentimiento superlativo de vergüenza ajena. Existe.
Con las canciones es mucho peor. No
cantéis. Escoger una canción
que inspire sentimientos románticos en tu pareja sin que resulte melosa es muy difícil
(haced caso a mi amigo: hasta Disney se equivoca y peca de cursi). Y conlleva
una incomodidad añadida: yo, como chica a la que le han ofrecido conciertos, no
sé qué cara poner mientras me cantan. Lo paso fatal. He llegado a ensayar ante
el espejo… Dejad las baladas a los profesionales, os lo ruego.
La Regla Proporcional de Público. El almíbar que destilan tus
palabras y tus actos aumentará en proporción directa al número de personas que
ven la escena. La vida no es una peli y, si quieres emular a Richard Gere,
asomando por el techo de una limusina blanca, con un enorme ramo de rosas y
gritando bajo el balcón de tu víctima (¡¡¡Ups, quería decir “enamorada”!!!) que
la amas, no habrá banda sonora in crescendo que anule el volumen de las
carcajadas de tus vecinos… Eso deja una huella imborrable en el barrio, y no
como las del Paseo de la Fama, precisamente…
La Regla del Corazón Sobrevalorado. No todo lo que tiene forma de
corazón es bonito. De hecho, el corazón en sí no es bonito. Es un órgano
interno bastante asqueroso (útil pero desagradable). En realidad, he de decir
que, para los antiguos (pero los antiguos de verdad, los de los primeros
siglos, no los nacidos hasta 1980) la parte más importante del cuerpo humano
era el estómago y creo que por eso nos agasaja más que nos regalen un festín en
un buen restaurante que unas valerianas antitaquicardias. Te recomiendo que
busques obsequios con formas menos sospechosas de ser colaboradoras necesarias
en delitos de cursilería (¡¡¡Y van tres frases!!!). Y, por favor, si el corazón
está partido y la intención es quedarse cada uno un trozo, a no ser que seas
Alejandro Sanz y lo entregues como guiño al cincuenta aniversario de tu mayor
éxito (y lo perdonamos sólo porque para entonces podemos achacarlo a la senilidad),
llama en cuanto te des cuenta de lo que has hecho, finge que era broma y
llévala a un tres estrellas Michelín, a ver si cuela.
Captad el mensaje: no os agobiéis
cuando os pidan romanticismo. No vais a acertar. Sólo podéis aspirar a salir del paso con el orgullo y la reputación intactos. Al final, lo único
que queremos es que hagáis un esfuerzo, no el ridículo.
Una vez, hace mucho tiempo, coincidí
con una amiga. Ambas acabábamos de romper nuestra relación (no la suya y la
mía, sino la de cada una con su novio). Ella me indicó: “Cris, estaba abocado
al fracaso. Me ha sido infiel. ¿Qué os ha pasado a vosotros”. Yo le contesté
con evidente emoción: “No lo vi venir… Parecía tan normal, tan elegante… Le
pedí un poco más de romanticismo en nuestra relación, que fuera más detallista
y…. me regaló una figura de Lladró…. ¡¡¡La pastorcilla!!!”. Con estupor,
temblorosa, me preguntó: “¡¡¿Era un…cursi?!!”… Yo no podía hablar, el recuerdo
me dolía. Me limité a asentir. Mi amiga, horrorizada, no pudo más que
consolarme: “¡¡¡Y yo quejándome por una simple infidelidad!!!”…
Página de Facebook: Red Carpet by Cristina Birlanga
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Eres sensacional, he leído unos cuantos pots (ya sé que no te gusta la palabra) y me he reído mucho (sobre todo por dentro). Estaré atenta a tu pluma. Un abrazo
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